EN SALA DEL MUSEO
La banda toca este viernes en Sala del Museo, y luego viaja a Bilbao para grabar con el guitarrista de Extremoduro, Iñaki Antón
Es, un poco, el sueño del pibe. Ese grupo de amigos que hace más de 10 años se juntó a versionar, en clave rioplatense, canciones de Extremoduro; que después armó repertorio propio, generó un público fiel, tocó en Uruguay y en el exterior cantidad de veces y casi que se acostumbró a agotar entradas (ha agotado incluso la sala principal del Teatro Solís), se irá el 9 de agosto a Bilbao, a grabar su tercer disco bajo la producción de Iñaki Antón, el guitarrista de Extremoduro.
Es, un poco, el sueño del pibe, pero a Santiago Martínez, uno de los Milongas Extremas, le cuesta darle esa dimensión. Dice que se le hace difícil disfrutar de “este tipo de cosas” —una escala en la que entran tanto las entradas agotadas, como los shows compartidos con La Vela Puerca en abril en Buenos Aires— hasta tiempo después.
Y es que Milongas Extremas, con 11 años de recorrido y el nivel de profesionalización alcanzado, tiene un funcionamiento de cooperativa, y sus integrantes (Martínez, Paio Piñeyrio, Francisco Stareczek y Matías Rodriguez) comparten trabajo por fuera de la banda. Pero también comparten la amistad, y por eso, “para seguir pasándola bien”, hacen terapia grupal.
Y están concentrados, pero contentos. Por eso, antes de viajar, se reencontrarán con su público: este viernes a las 21.00 en Sala del Museo, darán un show llamado Vámonos a grabar, para el que quedan las últimas entradas en Abitab.
“Vamos a grabar un disco que tiene muchas cosas distintas respecto a lo que hacíamos antes”, cuenta Martínez a El País. “Para este disco, todas las letras son a papel, revisadas, todo es más consensuado. Y lo llevamos bien, pero es distinto, más desapegado a tu canción”.
—Cuando deciden que Iñaki les produzca el disco, ¿cuál es la clave? Porque ustedes se han ido despegando de la etiqueta de la banda que hace temas de Extremoduro, pero no han necesitado cortar ese lazo. Al contrario, siguen nutriéndose.
—A nosotros hay algo que nos tenía un poco locos, y es que siempre estábamos en vivo y con las guitarras enchufadas, y al momento de grabar el disco, siempre termina sonando bien acústico. Que está de más, pero estábamos necesitando que alguien un poco menos contaminado nos diera otro punto de vista. Igual le vamos a caer con todo el folclore en la cara, pero ya nos desestructuró en un montón de cosas. Vamos con un exceso de información, porque sabemos que va a haber que sacar. Vamos bastante entregados.
—¿La intención de Iñaki es salir de lo tradicional de Milongas?
—Su primera lucha es crear dinámicas, capaz agregar alguna cosa. Vamos a ver qué tanto de eso vamos a permitir (se ríe), porque está de más lo que pasa entre nosotros. No sé, nosotros estamos tocando “Nene patudo” de Alfredo (Zitarrosa), y de repente ves que un veterano pela el teléfono, emocionado, y pah. Porque lo sentimos, lo hacemos desprejuiciadamente, y eso ha funcionado. Es folclórico pero no académico; el objetivo siempre es hacer una canción y que la canción sea bonita.