La argentina se presenta el sábado en Sala del Museo, en una Fiesta Clandestina.
María Paz Ferreyra dice que las canciones que componen son mitad autobiográficas y mitad contemplativas de la realidad. Dice también que en las nuevas, las que formarán parte de su próximo disco, hay todavía más autobiografía y más contemplación que en sus dos trabajos anteriores. Dice que, con sus composiciones, busca generar herramientas de empoderamiento sobre todo para las minorías, y cada vez que alguien le agradece se da cuenta de que cualquier sacrificio que tenga que hacer vale la pena absolutamente.
Cuando charla por teléfono con El País, Ferreyra es una mujer tan dulce que cuesta conectarla con Miss Bolivia, la guerrera de pose combativa y gesto recio. "A veces charlo con gente y me dicen: che, ¡pero sos buena vos! Y yo digo: sí, intento cada día ser mejor persona. A veces hay una cosa de performance, que desde arriba del escenario parece que te voy a cagar a trompadas", reconoce la cumbiera/rapera más famosa de Argentina hoy.
"Pero me parece que hay cosas urgentes que ya no se pueden decir más con una sonrisa. Entonces hay que acompañar la revolución y la resistencia de la contracultura de un modo, para poder resistir", explica.
Con ese mensaje de resistencia, Miss Bolivia vuelve el sábado a tocar a Uruguay. Se presenta en Sala del Museo (Rambla 25 de Agosto y Maciel) en el marco de una nueva Fiesta Clandestina, en la que también tocará la banda local Latejapride* y el DJ Sonidero Mandinga. Comienza a las 23:00, y hay entradas en Abitab a 330 pesos.
"Estoy supercontenta y agradecida de que me hayan vuelto a convocar. Siempre ir es un placer, es un público que quiero mucho, muy cálido y generoso con nosotros. Es un público aguantatrapos", dice la cantante, que promete hacer una revisión de su repertorio y adelantar canciones nuevas.
El nuevo disco de Miss Bolivia, sucesor de Miau (de 2013), se vendrá en un par de meses y ya tiene nombre, pero Ferreyra no lo puede decir todavía. "Sigue la línea estilística del anterior y sigue propionendo la fusión de la cumbia, el rap y el reggae", es lo que adelanta.
Protesta.
María Paz Ferreyra vivió durante años en la calle Bolivia de un barrio bonaerense. Es psicóloga, tiene un posgrado en medicina ayurvédica y también estudió Letras. Tocó la batería en bandas de estudio, y hace nueve años, después de quedarse sin trabajo y sin pareja, nació Miss Bolivia.
Hoy es una de las figuras con más peso de la música popular argentina, y en parte se lo debe al éxito que logró con la canción "Tomate el palo", a dúo con Leo García. "A la gilada ni cabida, mi vida", canta en ese tema que tiene más de 17 millones de reproducciones en YouTube, y su frase se convirtió en una frase de cabecera de jóvenes y unos cuantos adultos.
"A esa canción estoy sumamente agradecida. Es una canción de despecho, que se pudo tildar como comercial, pero a través de ese tema la gente empezó a escuchar los discos", resalta Ferreyra. Lo mismo le pasó con "María" de Milton Nascimento que versionó para la telenovela La leona (acá se ve por Monte Carlo), una ficción que habla del empoderamiento femenino, la clase obrera y la lucha, tres tópicos fundamentales en la obra de Miss Bolivia.
Es cierto que en su "cumbia de protesta" hay canciones que hablan de "mover el culo", pero también están las que arremeten contra las clases sociales, la violencia de género, la discriminación y hasta un "Rap para las madres" (que aparece en la banda sonora de Focus: maestros de la estafa) que se mete con los desaparecidos e increpa: "Quiero saber dónde mierda están los nietos".
"El artista que trabaja con el texto, sobre todo, tiene un rol social fundamental que es el de comunicador. Acá está pasando algo con la información muy preocupante, se comunica selectivamente y se lastra la información perjudicial para el esquema gubernamental, no se comunica. Tenemos una responsabilidad social urgente", afirma esta voz del barrio.
“Las canciones son herramientas de justicia”
“Estamos atravesando un momento crítico, hay sectores de la comunidad muy flagelados como las mujeres o quienes tienen identidades sexuales diferentes. Hay una cuota altísima de feminicidios y de violencia de género, y yo trato de hacer de las canciones herramientas de empoderamiento, para que las mujeres rechacen todo eso. Son herramientas de organización para la lucha”, explica Ferreyra respecto a sus composiciones. “Las mujeres se me acercan y me escriben agradeciéndome, y yo me siento satisfecha. A veces decís: estoy cansada, me duele el cuerpo, no tengo un mango; un montón de cosas que te tiran para atrás, y cuando viene este tipo de comunicación te da la fuerza y te recuerda por qué estás haciendo lo que hacés. Se justifica todo el sacrifico”, asegura orgullosa.
También ve a las canciones como “herramientas de justicia social”, y en ese sentido aclara que se volcó por la cumbia, el reggae y el rap porque así se dio, pero terminó dándose cuenta que eran ritmos que, por ser “bastante mántricos, permiten adherir texto y comunicar mejor”. “Fue por facilidad, por empatía, porque me gusta a mí, y con el tiempo me fui dando cuenta que era muy funcional”, dice.
“Quizás la academia contribuyó en mi postura crítica, pero veo otra academia más grosa, que es la de la calle y la vida real, más presente en mi música”, asegura la cantante.
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