ENTREVISTA
La banda colombiana se presentará este jueves y viernes en el Antel Arena, y antes conversó con El País sobre su nuevo disco y sus objetivos
Con nuevo disco, con un buen recuerdo por su anterior visita a Uruguay (en 2018) y con mucha emoción y expectativa. Así vuelve Morat, para cumplir con una actuación que estaba agendada desde antes de que llegara la pandemia del coronavirus, y que se materializará mañana y pasado, desde las 21:00, en el Antel Arena. Quedan entradas en Tickantel.
La doble fecha servirá para repasar sus éxitos —“Besos en guerra”, “Como te atreves”, “Cuando nadie ve”— y para presentar ¿A dónde vamos?, el disco lanzado este año, que potencia su costado rockero pero profundiza en la exploración de nuevos estilos. Todo, siempre, en el marco de una banda que se caracteriza por el uso del banjo, la armonización de voces y la recuperación de un pop en formato grupal, y que integran Juan Pablo Isaza, Juan Pablo Villamil y Simón y Martín Vargas.
Con características así de particulares, el grupo colombiano conquistó un público masivo a fuerza de canciones románticas, que proponen una alternativa al sonido urbano (trap, rap, reggaetón) predominante. En charla con El País, los Vargas defienden el formato colectivo y aseguran: “Ninguno podría hacer lo que hacemos si no fuera porque somos esta banda”.—Llegan a Uruguay con un espectáculo demorado por la pandemia, período en el que encontraron la posibilidad de hacer el disco ¿A dónde vamos? ¿Fue una salvación?
Martín Vargas:
Más que la salvación, vendría a ser el resultado. Este disco tenía otro nombre, estaba pensado para otra fecha, y cuando llegó la pandemia todo cambió, pero así como cambiaron los planes, cambiaron las canciones. Era imposible que el disco no se viera tocado de alguna manera por la situación que estábamos viviendo, desde el nombre al sonido. Sin duda tuvo un efecto, ni positivo ni negativo: es lo que es.—El amor y el desamor, temáticas muy Morat, están en este cuerpo de canciones, pero también hay nuevas búsquedas musicales, dinámicas de experimentación. ¿Qué querían reflejar con este trabajo y hacia dónde van?
Simón Vargas:
Creo que esa búsqueda desde Balas perdidas ya se sentía un poco: hay pop, rock, flamenco, un R&B, cosas más folk. Y en este encuentra uno mucho más rock. Nos hemos dado cuenta, en la medida en que tocamos en vivo, que realmente el rock tiene una presencia importante en el escenario. Estamos convencidos de que el mejor en vivo que hay es el de las bandas. Puedes tener una producción increíble, pero una banda tocando con todos los músicos en frente con la idea de que ese sea el centro de atención en el escenario, te cambia la vida. Hay una influencia importante del rock en este disco, pero está la primera canción tropical de Morat, hay boleros… La idea siempre es encontrar formas nuevas de tocar tipos de música y ritmos que nos han llamado la atención durante nuestra vida.—Hace un mes salió una nota en el New York Times, lo cual siempre es un acontecimiento para la música latinoamericana, pero sobre todo para una propuesta como la de ustedes que se sale de la media del éxito pop latino actual. ¿Cuánto los limita, a la hora de imaginar mundos, esa conciencia de haber triunfado por fuera de las tendencias sonoras?
S. V.:
Yo diría que el condicionamiento tiene que ver más con el formato: es que nosotros somos una banda y no un solista o un dueto, que es el prototipo latino que hoy funciona. Las bandas ya no somos lo que era antes, que había bandas por todas partes. ¡Somos muchos menos! Y la música que hacemos es la que se puede tocar en vivo con instrumentos, y eso de entrada ya te marca una diferencia importantísima. Tocar reggaetón como banda no tiene ningún sentido, entonces no es que uno diga: “quiero ser distinto”. Es que por lo que somos, hay que ser distintos porque no hay de otra. Creo que tiene más que ver con eso que con una decisión consciente, además de que porque corremos con la suerte de que a la gente le gusta lo que a nosotros nos gusta escribir.—¿En algún punto sienten la responsabilidad de llevar la bandera de esta forma de hacer música?
M. V.:
Nos gustaría pensar que detrás de nosotros ojalá venga una generación de bandas otra vez, gente que haga música con instrumentos y que se haya visto de alguna manera inspirada por Morat. Pero más que una responsabilidad, siento que es un lujo, porque desde que sabemos que la regla es los cuatro tocando nuestros instrumentos, la puerta se abre y las posibilidades son demasiado amplias. Podemos jugar la carta de hacer realmente lo que queramos.S. V.: Además porque creo que no hay muchos artistas, hoy en día, que se puedan dar el lujo de ser coherentes y al mismo tiempo tocar cosas tan diferentes. Si miras “El embrujo” que es un flamenco, “Mi pesadilla” que es un bolero, “Besos en guerra” que es más rock, es coherente porque somos una banda y está tocando la banda. Es distinto si un artista de urbano mañana te saca una balada, pasado un funk y la semana que viene una canción de rock, no se siente la coherencia. No es que no se pueda: Rauw Alejandro está sacando funk y la rompió. Pero si mañana te saca un rock y pasado mañana una balada, justificar todo eso definitivamente no es tan fácil como decir: ¡es que somos nosotros tocando!
—Cuando se proyectan adelante, ¿qué aspiración artística aparece?
M. V.:
Creo que es esto que estamos viviendo hoy, a más escala. Llevar nuestra música a la mayor cantidad de lugares posible. Ojalá en 10 años estemos haciendo estadios con mucha gente así de conectada con la música, saltando para arriba y para abajo, con esa euforia de las bandas que hoy en día no pasa tanto. Claro, hay exponentes, más que nada en el mundo anglo; un Coldplay, por ejemplo, que para nosotros hoy en día es un referente clarísimo, pero en español está un poco perdido. Y nos gustaría, en 10 años, pensar que fuimos y somos esa banda que vuelve a traer ese sentimiento.