Nacido en Sarandí del Yí, Emilio Arteaga es uno de esos músicos uruguayos cuyo nombre rara vez aparece en los primeros planos, aunque su historia está repleta de episodios notables. Fue uno de los fundadores del Sexteto Electrónico Moderno y tocó en Urubamba, el grupo que acompañó a Paul Simon en una gira que lo llevó del Carnegie Hall de Nueva York al Nippon Budokan de Tokio. Hoy, a sus 79 años, repasa parte de ese recorrido con El País. “Mi gran talento ha sido estar en el lugar y en el momento adecuado”, dice con una carcajada.
Si hay que buscar un punto de partida, el descubrimiento de “Love Me Do” es una buena opción. Era 1964, Arteaga tenía 18 años y se había mudado con su familia a Montevideo. Hasta entonces se había dedicado al folklore argentino de moda, pero la irrupción de los Beatles lo deslumbró. Empezó a sacar los acordes en su guitarra con cuerdas de nylon y a practicar las armonías vocales. Mientras estudiaba medicina, pasó por varios grupos de música beat, hasta que la invitación a sumarse al Sexteto Electrónico Moderno le cambió el rumbo.
Fue el músico Pedro Güida quien le propuso unirse a ese proyecto instrumental protagonizado por el órgano electrónico y el vibráfono de los hermanos paraguayos Fernando y Reynaldo Granada. Arteaga tocaba un bajo que él mismo se fabricó con una tabla de madera, y ensayaban en un apartamento de Pocitos. Entre los vecinos estaba el conductor de Aperitivo musical, de Canal 5, quien, luego de escucharlos, los invitó al programa. “No habíamos terminado de formar el grupo, y ya estábamos en la tele”, cuenta.
La experiencia les dio visibilidad: empezaron a tocar en lugares como el Parque Hotel y el Club Náutico, y hasta grabaron el EP de cuatro canciones La playa para el sello Phillips, además de otros dos simples. Sin embargo, el grupo se disolvió al cabo de un año: los hermanos Granada regresaron a Paraguay. Ya sin Arteaga, el Sexteto Electrónico Moderno renacería en 1968 de la mano de Armando Tirelli, y consolidaría su fama en la escena montevideana.

Pero eso no afectó a Arteaga, quien ya tenía otros planes en mente. Cuando recibió el último pago por su trabajo en el Sexteto, no lo dudó. “Pregunté cuánto costaba el pasaje más barato a Europa, y me daba justo para ir a Barcelona”, relata. Viajó durante 16 días en barco junto a un amigo uruguayo, con nada más que una mochila, un sobre de dormir y 100 dólares en el bolsillo. Lo primero que hizo al desembarcar fue comprarse una “guitarra española baratísima” y empezó a tocar en las calles, una costumbre que adoptaría en distintos momentos de su carrera. “Es ahí donde uno muestra su valía”, dice.
Luego se mudó a París, que se volvería una ciudad fundamental en su historia. No solo allí conocería a su esposa, Brigitte Seytre, sino que recibiría una invitación que le cambiaría la vida. Una noche de 1973, mientras tocaba un charango que le había regalado Isabel Parra en un restaurante del Barrio Latino, se le acercó uno de los representantes del grupo Los Incas (ver recuadro). “Me dijo que se les había ido un músico y que necesitaban a otro para hacer una gira por Estados Unidos con Paul Simon, que empezaba en un mes”, recuerda. El uruguayo, que había descubierto a Simon & Garfunkel por El Graduado, no dudó. "'The Sounds of Silence' fue una revelación musical para mí, así que no tardé ni cinco segundos en aceptar", cuenta. "Lo que más agradezco es haber tocado muchos instrumentos desde chico, porque le pude agarrar rápido la onda al charango”.

La gira prometía ser un acontecimiento: era el primer tour solista del estadounidense, que venía de cosechar éxitos como “Mother and Child Reunion”, “Kodachrome” y “Duncan”, y preparaba un espectáculo que combinaba música andina y góspel. Para la primera parte reclutó a Los Incas —rebautizados como Urubamba— y para la segunda a los Jessy Dixon Singers; una selección de los shows quedó inmortalizada en el notable disco Paul Simon in Concert: Live Rhymin’, editado en 1974.
El debut de Arteaga junto a Simon —a quien recuerda como “un gran músico y excelente persona”— fue en junio de 1973, en el Carnegie Hall de Nueva York. “Me temblaban las piernas”, recuerda. “Un amigo de mi padre, que trabajaba como taquígrafo en la ONU, fue a verme, y justo al final de ‘The Boxer’, gritó bien fuerte: ‘¡Emiliooo!’”, relata entre risas. “¡Y quedó grabado en el disco!”. El que escuche lo comprobará.
Arteaga conserva varios recuerdos de aquella gira, incluido su paso por el Nippon Budokan de Tokio. “Llegar a Japón fue como estar en Marte”, dice sobre el choque cultural de aquel viaje de 1974. A esa altura, el uruguayo era “un comodín musical” de Urubamba, y además de la guitarra y el charango, tocaba percusión, flautas y el siku. “De los shows en Japón me quedó grabado un detalle: el público siempre hacía la misma ovación, no importaba si les gustaba o no el tema. Lo hacían por una cuestión cortesía y respeto”.

La experiencia con Simon no solo quedó registrada en aquel disco en vivo, sino que el artista les devolvió el gesto al producirles Urubamba (1974), el álbum que los presentó en el mercado estadounidense. El proyecto, que el uruguayo define como “folklore progresivo”, se volvió una joya de culto para los coleccionistas del género. “Es un disco con buen gusto y sensibilidad, y a muchos les sirvió como introducción a la música latinoamericana”, asegura.
Si bien Urubamba fue grabado mayoritariamente en estudio, el álbum incluye una versión en vivo de "Kachapari" que fue registrada durante la gira con Simon. "A Paul le gustó más esa que la habíamos grabado en el estudio", comenta. El uruguayo también destaca a Jorge Milchberg, líder de Urubamba, como una figura fundamental en su camino artístico. "Fue él quien me hizo entender que la música es, ante todo, feeling", asegura. "Si querés transmitir algo, tiene que ser un sentimiento".
Tras esa enriquecedora experiencia con Urubamba, Arteaga se sintió listo para un nuevo cambio de piel. Dejó todo y se mudó a México con su esposa. Fue parte del cuarteto Alpasinche —que en 1976 se anotó un hit radial con la pegadiza “Digas lo que digas”— y trabajó como técnico de grabación en un estudio de Acapulco hasta que otro encuentro fortuito le cambió la vida. Era 1984 y un amigo lo invitó a despedir a El Sabalero, quien volvía a Uruguay tras un largo exilio. “Cuando lo saludé en el aeropuerto, se acordó de mí enseguida, porque resulta que los dos debutamos en la televisión el mismo día: yo con el Sexteto Electrónico Moderno y él con su proyecto”, cuenta sobre aquella actuación en Canal 5.
Cuando Arteaga le comentó que también planeaba volver a Uruguay y que estaba trabajando como técnico de sonido, El Sabalero le propuso ser su sonidista. Como ya había hecho en París en 1973, dijo que sí sin dudarlo. Trabajó con el autor de “Chiquillada” durante tres años, mientras vendía camisetas y pareos con impresión textil en aerografía. Fue en esa época que decidió hacer una escapada de un año y medio a Brasil junto a su esposa y sus tres hijos. La música quedó en impasse: la familia vivía en una Kombi, de las artesanías que fabricaba.

En 1988, el estilo de vida itinerante dio un salto y viajaron a Europa. “Llegamos a vivir en 47 ciudades”, dice, y nombra destinos como Martinica, las Islas Canarias, Francia y España. Por esa época se armó un dúo con su hija Sofía y tocaba en cada lugar que visitaban, Desde restaurantes de lujo en la Costa Azul hasta paradores en la playa.
Arteaga llegó a vivir en Irlanda durante 10 años, hasta que finalmente volvió donde todo empezó: Sarandí del Yí. Allí vive junto a su esposa, y trabaja en imagen digital y proyecciones mapping. Hoy, a los 79 años, ya no sube a los escenarios. Pero la música sigue ahí: en su memoria, en las ciudades que recorrió, en los discos y, sobre todo, en sus manos, esas que siempre lo acompañaron en sus travesías musicales.
La historia de Los Incas/Urubamba y Paul Simon
El grupo que lideró el argentino Jorge Milchberg (1928-2022) tuvo un vínculo estrecho con Paul Simon. Así lo relataba el cantante de "The Sounds of Silence" en la contratapa del disco debut de Urubamba. "He sido un admirador de Urubamba desde 1965, cuando nosotros aparecimos (Simon & Garfunkel) en el mismo programa en el teatro de l’Est Parisien en Paris. El grupo se llamaba Los Incas en esos días y este fue el nombre bajo el cual grabaron "El Condor Pasa" con nosotros", escribió en referencia al clásico que el dúo lanzó en su disco Bridge Over Troubled Water (1970).
Dos años más tarde, el grupo volvió a trabajar con Simon en "Duncan", uno de los éxitos del disco Paul Simon. La experiencia fue tan grata que en 1973, el artista los invitó a salir de gira junto al coro góspel Jessy Dixon Singers. En esa gira, que se extendió hasta mediados de 1974, Simon repasaba canciones de su obra solista, reversionaba clásicos de Simon & Garfunkel como "The Boxer", "Homeward Bound" y "Bridge Overt Troubled Water". A su vez, cada grupo invitado tenía su momento de protagonismo. Fue en esas instancias que Urubamba grabó "Kachapari", que terminó publicada en su disco debut.
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