El paso de Natalie Pérez por Montevideo es breve, pero intenso. Durante su gira de prensa, promociona el show que dará el viernes 8 de noviembre en la Sala del Museo, y aprovecha sus dos días en Uruguay para participar como invitada especial de Cumbia Club, el grupo que actúa ambas noches en la misma sala portuaria. Tras su encuentro con El País en el hotel céntrico donde se hospeda, la argentina se va al estudio para grabar una colaboración con la banda.
Además, su visita coincide con el lanzamiento del EP Amor fugaz, producido por el uruguayo Diego Matturro, nominado a ocho Premios Graffiti. Son tres capítulos —uno por canción— que narran el vaivén emocional que define a las relaciones modernas. “Mi experiencia, al menos en el último tiempo, tiene que ver con la falta de compromiso con el amor. Y no lo digo solo de parte de los hombres con los que compartí, sino también de mi parte”, asegura. “En este momento hay poco interés por involucrarse seriamente con alguien; es como que te escriben, te clavan el visto o te ghostean. El EP habla de una falta de comunicación, que es algo necesario para construir un vínculo sano”.
Es por eso que en “Tatuaje”, el rock con tintes pop que abre el trabajo, un dueto con Francisco Lago (de Cruzando el Charco), lo deja claro: “El que quiere, te escribe”. Esa primera canción describe la idealización de esa etapa llena de descubrimientos (“Tu cara es tan perfecta que me haría un tatuaje”, cantan a dúo).
“Adiós”, la que sigue, es una balada en la que Pérez se acompaña de una sección de cuerdas para relatar el final de la relación tras no encontrar un proyecto en común. “Incluso habla de tener una familia, por eso dice: ‘Si no somos dos, menos seremos tres’”, cuenta. “Soy una mujer adulta y quiero que las mujeres de mi edad se identifiquen con esa canción y con eso de tener planes con alguien y que de repente se diluyan”, explica la artista que en unos días cumplirá 38 años.
El cierre con “Necesito” es una cumbia santafesina grabada con los músicos de Los Palmeras. Habla del arrepentimiento (“Nunca respondiste ni volviste a llamar, / Y ahora te extraño, te extraño de verdad”) y las ganas de volver. “Habla de un amor que en su corto tiempo fue intenso y hermoso, que es lo que queda en el recuerdo”, explica. “También habla de que uno no tiene que cambiar a la otra persona, sino aceptar y entender cómo es. Por eso, sobre el final del videoclip me tiro a la pileta. Es una cosa bastante literal, de decir: ‘Bueno, me la mandé”, cuenta.
—Ya que hablás de tirarte al agua, varias de tus canciones hablan justamente de eso: de confiar en el instinto. Está, por ejemplo, en “7”, “Mariposa azul”, “Trigo blanco” y “Varada en Villa”...
—Sí, porque hay que ser valientes en la vida. ¿Qué pasa si alguien te dice que no o que estás equivocada? Nada, está ok. Yo soy de las que prefiere haberlo intentado a haberme quedado en el molde sin saber qué podía pasar. Quedarme con la duda no es una opción para mí: prefiero golpearme que no tener cicatrices.
—¿Recordás algún momento en el que hayas saltado sin red y que te haya marcado?
—(Se toma unos segundos) Bueno, todos los trabajos siempre son un poco así. Cuando hacés una novela o una película, tenés una contención pero nunca sabés si eso puede llegar a funcionar o no. Hace poco filmé una película y en un momento sentí que estaba actuando mal o que se me iba a ver mal en cámara, pero en un momento me di cuenta de que tenía que confiar en el equipo, que hace bien su trabajo para que todo fluya. (Se interrumpe) Mirá, hace muchos, muchos años, como en 1997, yo estaba viendo un show de Chiquititas en el Gran Rex, y Cris Morena llamaba a algunas personas del público para que subieran al escenario. Todo el teatro levantó la mano, y ella llamó a 10 personas elegidas al tuntún; no me eligió, pero me lancé y me subí igual (Se ríe). Así que ese puede ser un primer momento que me marcó...
—¿Y cómo fue la experiencia?
—Canté, bailé y terminé ganando. El público elegía con aplausos, y el premio era una remera. Me acuerdo que Cris Morena me bajó en un globo que volaba por el Gran Rex. Era mi sueño estar ahí. Ahora miro para atrás y pienso: “Qué loco todo”. Había que intentar. A lo sumo, volvía llorando a mi asiento para decirle a mi madre que no me dejaban subir.
—Hablando de momentos decisivos, ¿cómo recordás la presentación de Un té de tilo por favor, tu primer disco solista?
—Fue en el teatro Vorterix, aunque justo que me hablás de eso de saltar sin red, yo siento que todos los días uno se lanza al vacío. Nadie sabe nada de la vida: cuándo se termina, si le puede pasar algo a un ser querido o incluso si te cruzás al amor de tu vida. Todo el tiempo estamos arriesgándonos a vivir... (Hace una pausa) Bueno, volviendo a Un té de tilo por favor, cuando lo presenté tenía mucho miedo. Ya había trabajado en el disco, pero venía de 20 años en la actuación, entonces me preocupaba pensar qué iba a decir la gente. ¿Cómo les explico que ahora quiero cantar y que puedo hacerlo? Fue arriesgado. También porque estaba en el mejor momento de mi carrera como actriz: justo cuando saqué el disco me empezaron a llamar para protagonizar las mejores series y películas, pero yo decía que no porque no podía con todo. Soy una sola persona (se ríe).
—El año pasado agotaste un show en La Trastienda, en abril actuaste en el Cosquín Rock Uruguay y ahora volvés a Sala del Museo. ¿Qué representa el escenario en tu vida?
—Es el lugar donde no tengo posibilidad de dar marcha atrás. Cuando estoy en el escenario vivo algo mágico porque no existen los problemas, aunque también tenés esa adrenalina de si falla algo, ya sea una pista o que se rompa la cuerda de una guitarra, tenés que salir adelante como sea. Entonces, todo el tiempo es un desafío; es como te decía sobre la vida: nunca sabés qué puede pasar. El escenario es el lugar que elegí desde que tengo uso de razón.
—¿Y la música? ¿Qué significa en tu camino, ahora que ya publicaste tres discos?
—Es mi diario íntimo. Es un lugar en donde me puedo expresar, donde puedo decir las cosas que no me animo a decir realmente, entonces por eso las pongo en una canción para que lo agarre el que quiera y se sienta identificado o no. Es un espacio divertido, de juego, de improvisar, de catarsis, de... (Se interrumpe) no sé, quizás de exponerme también un poco. Lo que busco es que la gente se identifique con mis historias de amor y de desamor.
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