La escena es la siguiente: es jueves por la tarde y Nathy Peluso está en el aeropuerto de San Pablo a punto de tomar un vuelo a Chile. En unas horas cantará en Basel, una sala de Santiago, como sideshow de su participación en el Lollapalooza Chile. Viene de cantar en Los Ángeles y está a punto de inaugurar el tramo latinoamericano de la gira de presentación GRASA, su disco más introspectivo.
Antes de embarcarse en otro avión, y en plena espera en “tránsito lento” —como cantaba Andrés Calamaro en Cargar la suerte—, la argentina se dispone a responder las preguntas que El País le envió por mail. De fondo, cuenta, escucha “El Rey de la puntualidad”, uno de los clásicos de Héctor Lavoe, uno de sus máximos referentes. “Es una ironía total porque la puntualidad no es lo mío jajaja”, escribe. “Pero su groove me mantiene enérgica. Es un clásico que nunca falla”.
Su agenda es tan ajustada que esta entrevista tuvo que ser por escrito. Viene de girar por varios puntos de Estados Unidos y Europa, y su regreso a Latinoamérica apenas le da descanso. Hoy se presentará en el Lollapalooza chileno, el domingo en el argentino. Luego, el martes, volverá a Montevideo para actuar en el Teatro de Verano. Será su primer show en Uruguay desde 2022, cuando fue parte del festival Primavera 0 en el Antel Arena, y el concierto promete ser uno de los más enérgicos de esta temporada.
Quedan entradas en Tickantel y los precios van de 1900 a 4500 pesos; hay 2x1 para socios de Club El País.
El repertorio gira en torno a su nuevo disco, que grabó luego de —como dijo en varias ocasiones— “matar” a otro en el que trabajaba porque sentía que no la representaba. Y el resultado rankea bien alto en su obra. Sobre eso, va esta entrevista con El País.
—Esta será tu tercera visita a Montevideo: en 2019 actuaste en La Trastienda y en 2022 en el Antel Arena. ¿Qué recordás de ambos shows y cómo definirías tu relación con el público uruguayo?
—Me encanta volver a Uruguay, es un país en el que tengo amigos queridos. Tengo los mejores recuerdos de mis shows ahí. El de La Trastienda fue una locura, un show muy lindo y un after-show que duró hasta altas horas de la madrugada. Recuerdo mucho la energía de todos los shows de esa gira, el público a full al ritmo de “La Sandunguera”. Para presentar el disco Calambre hicimos un show en el Antel Arena y compartíamos cartel con Gorillaz. Me acuerdo también que yo ese día no estaba muy bien, y que subir al escenario y sentir el entusiasmo del público fue un cariño al alma, una conexión especial. Siento que Montevideo tiene un público que entiende la música, que la disfruta y la vive desde un lugar muy visceral. Siento que me reciben siempre con cariño y entrega, es un gran honor.

—Estuve en tu show de La Trastienda, y aún recuerdo el impacto que me produjo ver tu entrada al escenario con “Estoy triste”. Al corear la letra, el público resignificó el mensaje: la tristeza se transformó, por un rato, en celebración, comunión y catarsis. Imagino que ahora vivís algo similar con canciones como “Corleone”, “Envidia” y “Todo roto”. ¿Qué sentís en esos momentos?
—Es una comunión, un ritual donde todos nos liberamos juntos. Es sentir que el arte trasciende, que no es solo mío sino de todos los que están ahí. No deja de sorprenderme, por ejemplo, cómo el público canta “Envidia” de principio a fin en cada ciudad por donde pasa la gira de GRASA. Es una canción muy especial para mí, y es emocionante sentir que esa letra conecta con tantas personas.
—En tu libro Deja que te combata, de 2019, hablabas de la importancia de mostrarte humana, sin miedo a la vulnerabilidad. “No quiero alimentar un icono vacío, un icono al que se admire pero con el que mi público no se identifique”, escribiste en su momento. Seis años después, ¿sentís que esa frase captura, en cierta medida, la esencia de GRASA?
—Totalmente. GRASA es una declaración de identidad, de abrazar lo que soy sin filtros. Es un disco sincero, sin concesiones. Siento que hoy en día hay mucho miedo a mostrarse real, pero yo quiero todo lo contrario. La gente se identifica con lo humano, con lo real, y GRASA es justamente eso.
—Me gustaría preguntarte sobre tu proceso interno durante la grabación del álbum. En el momento en que estabas rearmando GRASA tras “matar” al que disco en el que habías trabajado, ¿cuál era tu mayor miedo y, a la vez, qué era lo que te hacía sentir que todo el esfuerzo valdría la pena?
—Yo atravesé un periodo difícil; tuve unos años emocionalmente complejos y GRASA fue el resultado de una larga búsqueda no solo musical sino también vital. Miedos tuve muchos en el proceso, pero creo que más que miedo diría que el desafío más grande fue componer un disco brutalmente honesto, contundente y con el sonido que me imaginaba. Creo que lo que me sostuvo fue en primer lugar mi instinto, la certeza de que cuando creas desde la verdad, el resultado siempre encuentra su camino. También tuve grandes compañeros en el camino que me interpretaron y ayudaron a construir GRASA.
—En 2018, contaste que mientras trabajabas armando cajas en una fábrica, llorabas mientras escuchabas a Frank Sinatra y pensabas cuándo tendrías la oportunidad de cantar para la gente. Hoy, que estás recorriendo el mundo con GRASA, ¿qué se mantiene intacto de aquella Nathy que soñaba con dedicarse a a la música?
—Sigo siendo esa chica que sueña, pero ahora con la certeza de que los sueños se construyen con trabajo y amor propio. Han sido muchos años de aprendizaje y evolución personal. A esa chica le diría: “¡Tienes que aprender a amarte, perra!” (En referencia al estribillo de su canción “Aprender a amar”).
—Estás en medio de una gira que pasó por Europa y Estados Unidos, y que llega a Latinoamérica. También venís de cantar “El día que perdí mi juventud” en el show de Jimmy Fallon. ¿Que es lo que más te ha sorprendido de esta etapa?
—Me sorprende todo, porque cuando uno sueña estas cosas no las imagina tan reales. Estar en escenarios que pisaron artistas que admiro es un privilegio enorme. Lo de Jimmy Fallon fue un flash, un sueño cumplido. Todo lo que está pasando con GRASA es la prueba de que valía la pena apostar por mi instinto.
—Cuando te entrevisté en 2019, comentaste que los recitales “son el alimento base del artista”. Y es una idea que conecto con la participación de C. Tangana en GRASA. “No les creo cuando dicen que soy el mejor, / Ni cuando dicen que soy el peor, / Solo les creo cuando bailan, cuando ríen, cuando lloran, / Ahí no tienen forma de mentir”, recita. ¿De qué manera tu propuesta se completa en el escenario y qué se transforma en vos cuando salís a escena?
—El escenario es donde todo cobra sentido. La música, la interpretación, la entrega… ahí no hay trampa ni artificios, solo verdad. Cuando la gente canta, baila, grita, llora, ahí es cuando la música encuentra su propósito. Para mí, un show en vivo es un ritual, una conexión única que no se puede replicar de otra forma.
—A principios de mes lanzaste “Erotika”, una salsa con un guiño a “Sin sentimientos”, de Grupo Niche. Me interesa tu abordaje del género: hay algo de tu juego con el maleantao y la figura del mafioso que me recuerda al disco El malo de Héctor Lavoe y Willie Colón, pero abordada desde una mirada propia que la resignifica. ¿Cómo definirías el personaje que construís cuando cantás salsa?
—La salsa tiene algo cinematográfico, es un género lleno de personajes, historias de calle, de amor, de poder. Desde “Puro Veneno”, fui construyendo este personaje de la mafiosa: primero vengativa, luego prisionera, y ahora “Erotika” la trae en una nueva piel, una mujer que toma el control de su deseo, que se mueve con libertad y sin miedo a dominar su propio juego.
—La canción más longeva de tu repertorio en vivo es “Corashe”, de 2017. ¿Qué significa ese tema en tu vida?
—“Corashe” es una canción que amo y me representa. Es un recordatorio de dónde vengo y de por qué hago esto. Sigue siendo un refugio para mí y para mucha gente, y eso es algo hermoso.
—El martes vas a actuar en el Teatro de Verano. Cuando la noche termine y estés de regreso en el hotel después de haber “brindado lo mejor de tu repertorio”, como cantaba Héctor Lavoe, ¿qué sensación te gustaría llevarte de esta tercera presentación en Montevideo?
—Me dicen que es uno de los teatros más bonitos del mundo. ¡Qué fortuna inmensa tocar en escenarios así! Espero que sea una noche de entrega total. Que la gente se vaya feliz, con un subidón, emocionada, habiéndolo dado todo. Montevideo es una ciudad que me ha dado mucho, así que ojalá pueda devolverles ese amor con un show inolvidable.
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