TRAS LOS PREMIOS GOYA
La cantante argentina, una de las estrellas de la música hispana del momento, habla de su presente personal
Nathy Peluso se presentó por primera y única vez en Montevideo en 2019, y para ese entonces ya era una artista de escala internacional y de millones de escuchas en las plataformas. Sin embargo, estaba lejos todavía de alcanzar la masividad y la viralidad que le trajo su sesión junto al productor Bizarrap, a punto de alcanzar los 200 millones de reproducciones en YouTube. Era lo que le faltaba para ser una de las popstars del momento y su actuación en los Premios Goya reafirmó su presente.
Fue una de las figuras de la velada, con una interpretación de “La violetera” de Sara Montiel en compañía de la Orquesta Sinfónica de Málaga.
Nacida Nathalia Beatriz Dora Peluso en Luján, Argentina hace 26 años, vive en España desde 2004 y en sus canciones hay un acento híbrido y juguetón entre lo porteño y lo español que ya se le volvió marca registrada. En 2020 lanzó su primer álbum, Calambre, donde plasma una fusión que tanto toma del hip hop como de los ritmos latinos y el jazz, eso que ya había mostrado en el EP La sandunguera. Es tan controversial como exitosa.
-Mi hija entrena con sus canciones. Dice que le hacen sentir sexy y poderosa. Explíqueme eso.
-Qué bueno. Cuando compongo lo hago desde mi experiencia, y creo que de ahí sale una pasión, una fuerza. Para llegar hasta aquí tuve que trabajar mucho, enfrentarme a cosas, y eso me hace sentir una mujer fuerte. Nunca compuse nada con intención de hacer sentir poderoso a alguien, porque dejaría de ser genuino. Es curioso descubrir que a mucha gente le provoca eso; e inspirador, porque no lo hago queriendo, y eso para mí es lo más poético de todo.
-¿Antes de ser tan fuerte fue débil?
-Sigo siendo débil. La fortaleza existe porque existe la debilidad, en el contraste está su existencia. Jamás quisiera ser solo fuerte. Me permito la debilidad, la tristeza, sentirme frustrada. Pero sí, obviamente, he tenido momentos. He aprendido cómo salir de ellos. Luego aparecen otros laberintos, pero eso ya lo tengo resuelto.
-Juega con ventaja: su padre es psicólogo, tiene el diván en casa.
-Cierto, pero más que psicólogo, mi papá siempre ha sido una persona muy reflexiva. Estoy muy agradecida de que en mi casa se haya hablado de todo porque es sano. Aprendí a hablar, a pensar, a cuestionar. Tenemos que aprender a cuestionarnos todo. Nos conformamos muy rápido.
"Tenemos que aprender a cuestionarnos todo. Nos conformamos muy rápido"
-Labia tiene, desde luego. ¿Qué son las palabras para usted?
-Trabajo con la palabra como instrumento. Tienen un poder muy fuerte y me gusta jugar con ellas. Incluso la sonoridad de cada una es compositiva, dibuja diferentes sensaciones. Yo tengo mis fundamentos, mis palabras clave, mis puntos de fuga, y luego eso ya entra como manteca en la música y la mente. Y, sí, uso palabras que disfruto al decir y otras que la gente quizá no se atreva a decirlas.
-¿Como “clítoris”, al que canta con todas las letras en un tema?
-Ya era hora de decirlo y de cantarlo en una canción. No resulta muy poética al principio, y le juro por mi mamá que ni siquiera pensé en decirlo. Compuse esa canción en media hora, muy impulsivamente. En ningún momento pensé: “Guau, estoy diciendo ‘clítoris’, soy una portavoz”. Fue una cosa supernatural, me salió así y me encantó. Y lo que viene después no lo controlas. Los artistas, los comunicadores, hacemos de canal. Y luego una aprende de lo que provoca, eso es lo que más me gusta de la dinámica de mi trabajo. Hacer lo que me gusta y ver lo que sucede al rebotar con el espectador.
-Su cuerpo canta tanto como su voz en escena. ¿Por qué?
-La consciencia corporal es clave en mi proyecto. Mi cuerpo es una herramienta de la que decido valerme para acompañar mi mensaje. De qué forma habla nuestro cuerpo es clave para comunicar. Obviamente, soy coqueta. Me gusta sentirme linda. Es verdad que pasé bastantes complejos, cosa que decidí revertir y usar a mi favor. Es un trabajo que tenés que hacer, pero una vez que lo haces eres mucho más libre y tienes el poder de contagiar. Yo tenía complejo de piernas gordas...
-Pero si podría partir cocos, según canta usted misma.
-Esa es la cosa. Revertirlo. No todo el mundo tiene estas piernas, no soy una mártir por tenerlas. Pero has de hacer ese trámite. Y yo lo he hecho no por responsabilidad ni por voluntad de mostrar algo a alguien, sino porque fue mi camino y mi historia.
-Parece que la devora la pasión.
-Cien por cien. Y la pasión es tan buena como mala. Soy pasional para todo, es una compañera que no me puedo sacar de encima, es el pacto que hice con la vida y le saco provecho. En mi vida privada quizá me agota más, porque me enamoro con intensidad, vivo con intensidad, todo con intensidad. Pero bueno, dicen que así somos los artistas.
-Ya que le gustan las palabras y los sonidos, ¿qué aporta esa equis entre sensual y sexual?
-Uf, muchísimas cosas. Un libro entero. Una biblia. En mi trabajo y en la vida soy una mujer sensual y, a veces, muy sexual. Lo delimita una fina línea de delicadeza, de suspense, de elegancia, que a veces se puede sobrepasar dependiendo del contexto. Me van a llamar de la RAE (se ríe).
-Ayer fue el Día de la Mujer. ¿Qué nos queda por lograr?
-Uf, yo puedo hablarte de mi experiencia como mujer en la industria musical. Falta ver dónde ponemos la vara de medir a las mujeres, con qué agudeza las criticamos, con qué exigencia las juzgamos. Porque ahí hay una gran diferencia con los hombres. Son varas distintas. Y es injusto y agotador tener que estar todo el tiempo explicando y justificándote. He decidido no hacerme cargo de lo que los otros puedan pensar o analizar sobre mis acciones. Eso es clave. Actúo orgánicamente, desde el corazón, siempre con respeto, y lo que quieran interpretar ya no está en mis manos
-¿Ni permiso ni perdón?
-Perdón no voy a pedir por ser libre y hacer lo que me gusta, y permiso, ¿a quién voy a pedírselo? A mí misma y a mi vieja, como mucho, a nadie más.