Olivia Rodrigo convirtió la debilidad en fortaleza y de ahí nació el disco más escuchado del mundo

"Guts" se publicó a inicios de setiembre y ya se convirtió en uno de los fenómenos musicales del año: tiene varios éxitos en el Top 50 de las canciones más populares del mundo.

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Olivia Rodrigo en los VMA's 2023.
Foto: AFP.

Jon Caramanica, The New York Times
Una de las condiciones fundamentales —¿o son los objetivos?— del estrellato pop se esconde el trabajo. Es posible que veas a Beyoncé sudar o notes cómo las tribulaciones de la vida real de Taylor Swift influyen en sus elecciones artísticas, pero la música creada por los artistas pop más famosos rara vez se refiere a los costos, literales y emocionales, de crearla.

¿Pero qué pasa si quieres mostrar el trabajo? Ese es el enfoque novedoso de Olivia Rodrigo, una estrella del pop moderna y algo particular. A principios de 2021, lanzó “Drivers License”, su primer sencillo fuera del ecosistema de Disney, en el que se crió creativamente y experimentó el tipo de ascenso de supernova que es imposible de anticipar o recrear. Su impactante álbum debut Sour, lanzado meses después, la mostró como una escritora y cantante vivaz, pero que aún no había visto el mundo.

Dos años más tarde, en su flamante álbum Guts, conmovedoramente tenso, agitado espiritual y sonoramente, Rodrigo ha visto demasiado. Guts, que actualmente es el más escuchado de Spotify en el mundo, es un análisis casi en tiempo real de la vorágine de las nuevas celebridades, las decisiones que te imponen y los compromisos que haces a lo largo del camino.

Al igual que en Sour, Rodrigo, que ahora tiene 20 años, alterna entre malcriados gestos de rock y una melancolía impulsada por el piano. Pero independientemente del modo musical, su posición emocional es consistente a lo largo de esta docena de canciones sobre la traición, el arrepentimiento y la autoflagelación.

“Solía pensar que era inteligente / Pero me hiciste parecer tan ingenua”, aúlla en el sencillo principal “Vampire” y se refiere a un ex tóxico, pero podría estar cantando sobre el centro de atención en sí. O como dice en “Making the Bed”, “Conseguí las cosas que quería, / Simplemente no es lo que imaginaba”.

Rodrigo es una compositora de una pureza bastante sorprendente. Incluso en sus letras más refinadas, nunca se aleja de la expresión más visceral. A veces, en este álbum, se triplica. “Te amaba de verdad, / Tengo que reírme de la estupidez”, se ríe en “Vampire”. “Me veo tan estúpida pensando, / Dos más dos son cinco / y soy el amor de tu vida”, canta en “Logical”. “Dios mío, ¿cómo pude ser tan estúpida?”, suspira en “Love Is Embarrassing”.

Sin embargo, no hay que confundir debilidad con la debilidad de Rodrigo. Su inseguridad es una poderosa fuerza animadora. A lo largo de este álbum, plasma sus ansiedades en letras que son profundas. “Pretty Isn’t Pretty” trata sobre la lucha existencial del amor propio, particularmente bajo la implacable mirada del público. La descarada “Ballad of a Homeschooled Girl” captura la esencia de la incomodidad de los outsiders. La soñadora “Lacy” trata sobre cómo te roban tus ilusiones: “Desprecio mi mente podrida / y cuánto te adora”.

Varias otras canciones tratan sobre estar en el lado equivocado de una relación manipuladora. “Logical” y “The Grudge” lo abordan a través de una angustia seria. Pero Rodrigo tiene más chispa cuando ella se muestra juguetonamente ambivalente sobre cómo liberarse, o sobre si hacerlo o no. “Bad Idea Right?”, impulsada por un bajo palpitante y con cánticos empalagosos salpicados en capas, trata sobre cómo aferrarse puede ser más divertido que dejarse llevar. Y “Get Him Back!” es una fantasía de venganza: “Quiero conocer a su madre / Solo para decirle que su hijo apesta”.

Las verdaderas víctimas documentadas en estas canciones son las relaciones que Rodrigo tiene o tuvo con sus amigos reales. En “Get Him Back!” imagina su decepción mientras le envía una nota a ese ex risible. En “Love Is Embarrassing”, cuenta que les contó sin aliento sobre su nueva obsesión, solo para que él la decepcionara inmediatamente después. No es que su antigua vida esté juzgando la nueva, sino que ha perdido el contacto con las anclas que la mantenían atada y está flotando hacia un grotesco desconocido. “Emborracharme en un club con mis amigos de buen tiempo”, se lamenta en “Making the Bed”.

Un pequeño círculo la libera del brillo probado por comités de la mayoría del pop convencional. Su repentino éxito significa que no ha necesitado (¿todavía?) someterse a la homogeneización de los Max Martins del mundo; lo ha conseguido al presentar sus intimidades en un gran escenario. Esa es parte de la razón por la que Guts se inclina fuertemente hacia el rock: pop-punk (“All-American Bitch”, “Ballad of a Homeschooled Girl”), un poco de new-wave (“Love Is Embarrassing”) o folk teatral (“Lacy” ), lo que le da a sus canciones densidad y un poco de alboroto también. Pero algunos de los momentos más punk de este álbum, por así decirlo, llegan cuando Rodrigo desata el infierno mientras simplemente toca el piano.

En su álbum debut, Rodrigo hizo guiños semisutiles a estrellas pop femeninas anteriores. Por momentos todavía puede existir la sensación de que está construyendo sus canciones a partir de partes existentes, ya sea de Swift, Alanis Morissette o Avril Lavigne.

Los guiños vienen en los títulos: “Love Is Embarrassing” apunta a Sky Ferreira, una estrella meta-pop del universo paralelo de hace una década que también traficaba con la realidad que lo ve todo. Y luego está el track que cierra, “Teenage Dream”, que invoca a Katy Perry, la arquetípicamente brillante princesa del pop del siglo XXI.

“Teenage Dream” de Perry es un pastelito ingenuo, una exhortación a vivir, reír y amar. La de Rodrigo es una morbosa queja sobre la falsedad que hay detrás de todo eso. El sueño es un espejismo y Rodrigo descorre el telón: “Me temo que ya se llevaron lo mejor de mí ,/ Y lamento no poder ser siempre tu sueño de adolescente”.

Aquí, y en los momentos más potentes de Guts, la música de Rodrigo late con el brío de alguien que ha estado bien abrochado y comienza a soltarse. Desenmarañarse es un asunto complicado, pero también liberador.

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