Es 30 de octubre de 2023. Ernesto Tabárez escribe largo en su cuenta de Instagram, dice que está muerto de miedo, que va del pico de estrés a la afonía, que pelea con las llagas y que todos los días se pregunta “para qué mierda” se metió en este baile, que todos los días se responde lo mismo. Escribe, como si desde algún lugar Eduardo Darnauchans pudiera leerlo: “Maestro, hemos juntado un montón de amor para recordarte”. Reconoce públicamente una deuda. Quiere saldarla.
Tres días después, mientras una lluvia mansamente opresiva cae sobre todo el gris de la Ciudad Vieja, Tabárez habla del pago pero también del acto de justicia. Dice que esto que hará el viernes en el Teatro Solís, Darno 70, un concierto que conmemorará los 70 años del nacimiento de uno de los artistas más singulares de la música uruguaya toda, tiene que ver con un rescate, una invocación, un alivio.
Y siempre vuelve a la deuda.
Tenía 14 cuando entró en la vida del Darno. Transitó a su lado sus últimos 10 años: compartió las tardes mientras aprendía el lenguaje de la guitarra, le hizo los mandados, fue casi como un asistente. Estuvo en decenas de sus conciertos. Llegó a parar en su casa. Leyó y escuchó cada una de sus recomendaciones. Vivió madrugadas. Le mostró sus primeros demos. Lo sacó a caminar cuando sus músculos se habían debilitado. Lo cuidó demasiadas noches y puso en riesgo algún trabajo. Fue espectador de la oscuridad.
Una tarde, en un bar, con un whisky, lo vio como nunca lo había visto: supo que Darno, que era figura y maestro, ya no quería la salvación.
Darnauchans murió cinco años después de aquella escena, la noche del 7 de marzo de 2007. Estaba internado, deprimido; había enviudado hacía pocas semanas.
Tabárez, que tenía 24 años y acababa de volver de un viaje, lo había llamado esa misma tarde. Darnauchans le había reprochado su ausencia y Ernesto se había tragado la culpa. “Esto es lo que le estoy pagando”, suelta ahora mientras llora.
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Ernesto Tabárez reconoció la deuda el día que, en diciembre de 2022, el poeta Víctor Cunha, amigo íntimo, socio creativo y guardián del legado de Eduardo Darnauchans, le dijo que se venía el 70° aniversario y que había que celebrarlo. Tabárez, que atravesaba un problema familiar y estaba “todo lo complicado que alguien podía estar”, desplegó todos sus argumentos, dijo que era imposible. Entonces Cunha le lanzó: “Vos se lo debés a Eduardo”.
En la cuenta regresiva al concierto que tendrá lugar en el Solís, este viernes a las 20.30 y para el que hay entradas a la venta en Tickantel, Tabárez dice que además de lo más privado e íntimo, hay una cuestión que tiene que ver con el oficio, con lo que El Darno le inculcó. Con lo obvio: “Me enseñaste una cosa y ahora vengo a levantar tu memoria”.
Pero también hay una convicción, la defensa apasionada de una obra solitaria, prácticamente exclusiva en el cancionero local, refinada, delicadamente profunda.
“En el fondo”, dice Tabárez, “lo importante es que, más que reviviendo, estamos trayendo una forma de ver el mundo que tiene la obra de Darnauchans. Es especial, no se parece a nada, no hay ninguno así en el mundo, porque Dylans hay un montón, pero de Tacuarembó ninguno. Esa cosa de la milonga y el blues y la música medieval, y esa forma de cantar, su relación con la literatura y sobre todo con la poesía, es una combinación imposible”.
También dice: “Darnauchans era mucho más poderoso en vivo de lo que son sus discos. Sus discos tienen otras características, pero en vivo te pasaba por arriba, y eso es lo que queremos lograr”.
Detrás de esa búsqueda, Darno 70 se plantea como un homenaje atípico en la escena local. En vez de estar protagonizado exclusivamente por amigos y colegas cercanos en generación o estética, o de estar concebido como una procesión larga de voces y talentos, el show que llegará al Solís tendrá otras bases.
“Lo primero que nos planteamos fue que necesitábamos muchas generaciones. Yo no quiero un concierto de amigos de Darnauchans: quiero un concierto que plante a Darnauchans para adelante”, dice.
Yo no quiero un concierto de amigos de Darnauchans: quiero un concierto que plante a Darnauchans para adelante
Así, el plantel incluirá a Tallo, jovencísimo cantautor de Tacuarembó; Ino Guridi, Federico Morosini y Flavio Lira, todos de una camada joven del indie nacional; Coli Quijano de La Vela Puerca, Diego Cunha de Ataque Chino, Nacho Algorta y figuras como Fernando Cabrera, Mandrake Wolf, Samantha Navarro o Rossana Taddei. Detrás de cada presencia hay una explicación.
La banda, con Tabárez en voz, guitarra y dirección artística, tendrá a dos de los guitarristas que más acompañaron a Darnauchans en su vida, Carlos Da Silveira y Alejandro Ferradás; a los bateristas Gustavo y Francisco Etchenique y a Iván Krisman (un Problem) en bajo. Raquel Diana y Claudia Magliano completarán el abordaje poético y mostrarán algunos trabajos inéditos..
Celebrarlo, dice Tabárez ahora, es “invocar su espíritu”. “Era verdad Eduardo. Verlo haciendo música era ver a un trapecista sin red”.
“Esto es traerlo de vuelta. Setenta años es un montón. Eduardo no pudo llegar a hacerlo él, no tuvo la fuerza para darle un cierre a su obra, para agarrar a una nueva generación o hacer lo que hizo Jaime (Roos) en el Estadio. No llegó a eso, no le dio la fuerza. Vivió la vida de una manera ardua y no le dio. Dio un montón, porque dejó un montón de obra. Trabajó todo lo que pudo y se fue sin recibir lo que merecía, entonces hay que ponerlo de vuelta en la mesa para que lo vean, para reconocerlo. Sobre todo para que no se pierda: es una misión que yo tengo”, confiesa quien, hace 16 años, en cada concierto de su banda, incluye una versión de “Milonga de Manuel Flores” que promete hacer hasta morir.
Pero con esa moneda, dice Tabárez, la deuda no se va a pagar. Entonces hay que doblar la apuesta, tomar la antorcha, pasarla de mano. O hacer justo eso que canta en “Los muertos”: “Guardar del polvo lo que merece no ser olvido”.
Darnauchans en libros, discos, canciones
El concierto del viernes en el Solís también servirá para presentar Canciones de amor, disco inédito que lanzará Little Butterfly Records en vinilo y que es el registro de una grabación realizada en el Solís el 11 de noviembre de 1992.
La presencia de Darnauchans, por estos años, se hace sentir. La colección Discos de Estuario le dedicó en 2021 Zurcidor, el volumen sobre uno de sus discos más célebres y que firma Fidel Sclavo, amigo del cancionista; y un proyecto musical en desarrollo, El no viento de la luna, busca visibilizar y resignificar la obra a través de una serie de versiones de músicos de generaciones y estilos diferentes. La lista incluye a Gonzalo Deniz, Alfonsina, Milongas Extremas, Pau O’ Bianchi Alejandro Spuntone, pero también a Da Silveira, Ferradas o Shyra Panzardo, todos músicos muy ligados al Darno.
En su flamante disco Una mirada, Ruben Olivera acaba de dedicarle una canción.