Palito Ortega narra la historia de cinco de sus canciones: del bocinazo que inspiró a un clásico al bolero que casi canta Sinatra

El reconocido músico argentino de 83 años repasa los orígenes de cinco de sus temas más emblemáticos antes del concierto que ofrecerá el jueves en Enjoy Punta del Este.

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Palito Ortega
Foto: Marcos Mezzotoni

"Uruguay siempre me dio suerte”, asegura, entre risas, Palito Ortega. Se refiere al Festival de la Canción de Parque del Plata de 1964, donde triunfó con “¡Qué suerte!”, el tema que escribió junto a Chico Novarro para Violeta Rivas. En ese mismo escenario estrenó “Lo mismo que usted”, uno de sus mayores clásicos, cuyo potencial quedó claro de inmediato. “La gente se iba del lugar cantando esa melodía que acababa de escuchar. Después la grabaron grandes intérpretes melódicos de Latinoamérica, como Tito Rodríguez y Olga Guillot”, recuerda.

Desde su casa en Buenos Aires, el cantante de 83 años repasa los orígenes de cinco de sus temas más emblemáticos antes del concierto que ofrecerá el jueves en Enjoy Punta del Este. Ortega, creador de algunas de las melodías más optimistas y pegadizas del cancionero rioplatense, vuelve con Gracias, su exitosa gira de despedida, que ya agotó dos funciones en el Auditorio Nacional del Sodre. En primera persona, narra las historias detrás de sus clásicos.

“Sabor a nada”

“Yo ya vivía en Buenos Aires, todavía sin haber grabado discos, pero con un montón de canciones escritas, entre ellas ‘Sabor a nada’, que surgió en la estación de Retiro. Frente a mí, una pareja discutía en voz baja, y aún tengo la imagen muy clara: ella tenía un pañuelo en la mano y la discusión era bastante notoria. La imagen me acompañó hasta Martínez, que era donde estaba viviendo, y bajé con la idea de una pareja que pasaba por un momento difícil. Después tomé la guitarra y la melodía apareció naturalmente, porque cuando uno tiene una idea o una palabra, la música nace enseguida.

Recuerdo que le pasé ‘Sabor a nada’ a varios cantantes melódicos de esos años, comienzos de los sesenta, pero nadie la quería grabar porque me decía que la melodía era muy difícil. Cuando finalmente tuve la oportunidad de hacer discos, el director de la compañía (Ricardo Mejía, de RCA Victor) me pidió que la grabara, y a mí me llamó la atención porque, en ese momento, lo mío eran temas rítmicos y alegres, pero él quería esa melodía lenta. Lo curioso es que cuando se editó (en el disco Palito siempre primero, de 1963), todos los que me la habían rechazado empezaron a cantarla (Ríe).

Años después, en 1981, cuando viajé a Nevada para firmar el contrato de los conciertos de Frank Sinatra en Buenos Aires, Don Costa (arreglista y director de su big-band) me dijo que la melodía de ‘Sabor a nada’ era muy buena y que pidiera a Sinatra que la grabara porque seguro aceptaba. Sin embargo, no me animé a pedírselo porque no lo quise molestar. Sí quedó el arreglo instrumental que la orquesta tocaba, con bandoneón, cada vez que Sinatra salía al escenario. Si me hubiese animado, tal vez hubiésemos tenido el recuerdo de Sinatra cantando una canción nuestra. Pero bueno, me bastaba con compartir ese momento junto a él; con eso ya estoy profundamente agradecido”.

“Yo tengo fe”

“Debe ser la canción que más rápido escribí. Era 1973 y volvía de la discográfica caminando por el barrio Belgrano cuando me crucé con un grupo de estudiantes de secundaria. Cantaban en la calle con alegría porque se había anunciado la vuelta de Perón, y la esperanza se sentía en el aire. Al llegar a casa, tomé la guitarra y, contagiado por el clima de algarabía, me salió ese: ‘Yo tengo fe que todo cambiará’.

Lo que recibí de la calle quedó exactamente reflejado en la canción, que con el tiempo se convirtió en himno de manifestaciones políticas y hasta de las canchas con ese: (Canta) ‘Yo tengo fe que vamos a ganar’. Además, resume un sentimiento muy personal. Siempre fui una persona muy positiva, a pesar de todas las adversidades. Cuando me fui de mi pueblo de Tucumán (San Isidro de Lules) y llegué a Buenos Aires, no conocía a nadie, pero tenía la fe de que iba a encontrar mi camino. Esa actitud me ayudó mucho porque si uno no tiene fuerza espiritual, cuando se da un tropezón en la vida, el golpe duele más”.

“Autorretrato de mi vida”

“Un día, reflexionando sobre mi vida, me pregunté: ‘¿Cómo puedo resumir mi historia en una canción de tres minutos?’ Así nació ‘Autorretrato de mi vida’. Lo primero que escribí fue: (Canta) ‘Nací en marzo a plena luz, fui la alegría y la inquietud, de aquel hogar tan pueblerino.’ Esa frase significa que nacer en una familia muy humilde trae una doble sensación: alegría por tu llegada y preocupación por cómo te criarán, alimentarán y educarán.

Con los años, comprendí cómo esas emociones moldearon mi historia. Crecí en una familia precaria, y trabajar desde muy joven me hizo conocer el rigor de la vida y me llevó a andar por la calle a una edad muy temprana. Esas experiencias quedaron grabadas en mi memoria y dieron vida a casi toda mi música, porque pocas de mis canciones hablan de algo que no viví o sentí.

Como ocurrió con ‘Yo tengo fe’ y ‘Sabor a nada’, agarré la guitarra y surgió rápido: los recuerdos y las imágenes de mi niñez y adolescencia afloraron enseguida. “Autorretrato de mi vida” (Lanzada en 1979 en el disco ‘Autorretrato’) me muestra frente al espejo y mientras recuerdo mi historia, desfilan todos los sentimientos que marcaron mi vida. El final refleja otro sentimiento muy personal: ‘Fui aprendiendo a valorar cada detalle de la vida, / No me arrepiento de mi ayer, / Lo que sufrí ya lo olvidé, / Soy el autor de mi alegría’”.

“Prometimos no llorar”

“Es una canción curiosa, casi toda recitada, con la melodía cantada de fondo. ‘Prometimos no llorar’ nació en la época en la que las compañías discográficas te pedían 12 canciones para completar el famoso long play, que tenía seis de cada lado. Pero, ¿qué pasó? Yo tenía 11 (Se ríe). De repente, el director artístico del disco (’Felicidades, de 1972) me dijo: ‘Nos falta una, ¿qué hacemos?’.

Le pedí un rato para ir con los músicos a tomar un café en la esquina del estudio. Mientras estábamos sentados, pensaba y pensaba hasta que les pedí que volviéramos al estudio. Le pasé al pianista la melodía y le pedí a los músicos (de la orquesta de Oscar López Ruiz) que la repitieran sin parar. Me paré frente al micrófono y empecé a inventar la historia de una pareja en dificultades. Es una cosa rarísima en mí componer de esa manera, pero simplemente necesitaba una canción para completar el disco, y así surgió. Curiosamente, fue número uno en México durante no sé cuánto tiempo, y lo mismo pasó en Colombia y otros países de Latinoamérica, donde se volvió una de mis canciones más populares”. (Hoy es su canción más escuchada en Spotify)

“La felicidad”

“En una época, estaban de moda los autos con bocinas que usaban diferentes melodías. Un día escuché una que me llamó tanto la atención (tararea el inicio del tema de 1967) que, apenas llegué a casa, tomé la guitarra y la canción salió de punta a punta. Por suerte, estaba en el lugar indicado para captar ese momento, porque después ‘La felicidad’ dio la vuelta al mundo: se grabó en alemán, francés e italiano, y hasta grandes bandas como las de Ray Conniff y Franck Pourcel hicieron versiones instrumentales.

Incluso una banda impresionante presentó una versión instrumental en el Royal Albert Hall de Londres, en un popurrí que cerraba con ‘Ob-La-Di, Ob-La-Da’. Cuando vi el video, no lo podía creer... ¡Me quería morir! (Se ríe). Eso me dio mucha alegría porque algunos musicólogos suelen mirar con cierto desprecio a las canciones populares, como si no tuvieran valor. Pero creo que si una melodía recorre calles, plazas y colegios, si se graba en distintos idiomas y cruza fronteras, entonces algo tiene.

Esa es la magia de la música popular: el músico la toma de la calle, le da forma y, luego, regresa a las calles, donde la gente la toma porque le pertenece. Gracias a Dios, tuve la oportunidad de percibir ese clima y convertirlo en una canción”.

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