Paula Maffía: reivindicar la furia, ser devota de la duda y ponerle el cuerpo a un momento de compromiso

Tiene música nueva en "bandeja de salida", pero nunca creyó que iba a llegar a los 40 rodeada de tanta inestabilidad. Entre la ira y la ternura, Maffía vuelve a tocar a Uruguay y de eso, esta charla

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Paula Maffía, cantante y guitarrista.
Foto: Nadia Guzmán

Cantante y compositora, tutora en procesos artísticos, mujer que escribe aunque le cuesta llamarse “escritora” —“soy una persona que apoya textos sobre la hoja cuando le conviene”, dice a El País—, Paula Maffía se ha convertido en una figura clave de la escena independiente argentina.

Fundadora de las bandas Las Taradas y La Cosa Mostra, vuelve a Montevideo en solitario para tocar, este viernes, en Sala Corchea (Soriano 1243, abre Rodra; entradas en Redpagos y Entradasfans.com). Traerá repertorio diverso, incluyendo adelantos del disco que tiene entre manos y sucederá a Polvo, su celebrado álbum de 2019. Mucho ha pasado desde aquel lanzamiento, mucha vida.

De todo eso conversó con El País. Esta es parte de la charla.

—Estás siempre muy ocupada, tocando, escribiendo, gestando proyectos. ¿En qué momento te agarra este regreso a Uruguay?
—Me gusta el relato exterior porque yo siento que estoy haciendo la plancha mal. Pero me agarra en un momento de retorno muy grande a la actividad musical, ya con material en bandeja de salida; tengo mucho augurio de que está por venir una nueva etapa y ya tengo el material pujando.

—Tu nueva maternidad, la pandemia y la realidad argentina son tres elementos de peso. ¿Permean ese material que está pujando?
—Permean la vida. O sea, tengo 40 y estoy atravesando un nivel de inestabilidad que no pensé que iba a tener en esta edad. Llegar a los 40 tiene una especie de sonido de trompetas y de fanfarrias... Los 40 tienen un sonido de sentar cabeza muy grande. Entonces estar viviendo esta realidad tan distópica y exigente en el cotidiano, en todo sentido —social, moral, político y económico—, es muy inestabilizante. Y con todo esto, la salida de la pandemia y la maternidad. Bueno, no debo ser la única, yo que sé...

—Pero tu lugar artístico ha estado vinculado a lo político, a darle voz a gente que no tenía en su momento tanta voz, a ser representación. ¿Hay algo de ese rol que te exige más, en un contexto que es particularmente hostil para las mujeres, lesbianas y disidencias?
—Justo pasó un helicóptero, parte también de nuestro cotidiano, estos operativos de “gran hermanismo”... Me parece que estamos viviendo de vuelta la era del comentario, donde hay poca producción de contenido nuevo y realmente novedoso. Entonces de alguna manera me corro un poco de darle voz a la gente. No me considero quién para hacerlo. Me parece más importante, en este momento, acompañar desde adentro, activar desde adentro y estar presente, muy presente, físicamente y en la calle, y muy al día de la realidad más que haciendo opinología desde algún altar lejano. Es un momento de compromiso.

—Y en el medio estás criando a una persona, que también es ejercitar el compromiso...
—Sí, criar, cuidar y amar, que a veces son cosas que se practican todas juntas y a veces por separado, son ejercicios muy poderosos de humildad. Y además cuando nace el amor, este amor tan grande e inexplicable que es el de la maternidad, nace el miedo. Es desesperación, no es miedo. Y eso te da una perspectiva y una prudencia muy grande en todo sentido. Yo estoy aprendiendo mucho de esta etapa, como me gusta aprender de todo, todo el tiempo. Pero noto eso, una moderación en mi temperamento, para bien, que tiene que ver con dejar que el tiempo amortigüe mis reacciones.

—A su vez, la energía de la furia está muy presente en tu música y venís a Uruguay con este show llamado Acústico furioso. ¿Cuán ligada está la furia al acto creativo en sí?
—Yo soy muy entusiasta de la furia, me parece que es un sentimiento muy honesto, y no siento que haya tantos sentimientos honestos. Y me parece que la furia es muy acción - reacción, no tiene mucho intermediario, es espontánea. Entonces hay algo de eso entre lúdico e infantil de la furia, y estoy hablando de algo que tiene que ver con un impulso que una puede frenar, que reivindico un poco.

—¿En qué cambió el sentido de furia en vos?
—En esta moderación, de alguna manera no chorrea sobre donde no tendría que chorrear ahora. Pienso en una ira justa, la necesaria. Cuando una aprende a decir que no a algo. Cuando una aprende a poner un freno. Hay algo muy liberador en cortar, en romper, en decir que no. Y respondo hasta ahí porque ya se pone medio libro de autoayuda (se ríe).

—Cuando tocás, ¿canalizás la ira o la usás de musa?
—En vivo la siento mucho y me gusta canalizarla. Cuanto más sola estoy, más me gusta que sea agresivo. También, así como me gusta invocar la agresión, me gusta invocar la ternura en igual medida.

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Retrato de la artista Paula Maffía.
Foto: Catalina Bartolomé

—Venís de Polvo, que fue un disco bien recibido, nominado a premios. ¿Qué cosecha te dejó en lo personal?
—Polvo fue muy lúdico, y el proceso me quedó muy coartado porque recién salido el disco, todo lo que era giras, shows y eso se vieron cortadas por la pandemia. Por suerte, aun así, el disco tuvo una muy buena recepción y me posicionó muy bien y me permitió trabajar bellamente esas canciones. Fue muy bien recibido, para mi sorpresa, y un poco cuando uno hace un disco al que le fue bien, tiene miedo de que su sucesor no tenga ese impacto. No querés menos. Así funciona un poco la expectativa, ¿no? Así que tengo también esa inquietud de ver el material dando vueltas para constatar si funciona. A todo esto, a mí me funciona. Después, es como tirar una botella al mar. Si es encontrada, es otra cosa.

—¿Sentís presión?
—No, no. Conozco la fórmula para sacar un disco popular, pero no me calienta dedicarme a eso ni encararlo de esa manera, por lo menos no ahora, o no encontré el plot twist para que pueda ser realmente algo sensacional y que además me encante. Entonces me quedo muy conforme con mi obra antes de largarla al mundo. No es que necesite defenderla porque es algo que me da satisfacción. No defendés la satisfacción, la vivís. Entonces vivo con felicidad la obra y la puedo tocar un montón y no se me pone vieja. Es material que sobrevive al tiempo.

—¿Cada cuánto te preguntás para qué hacés lo que hacés?
—Permanentemente. No tengo certezas, soy una devota de la santa duda. Dudo todo. Antes de decir algo, paso por todos los vericuetos dialécticos del enunciado, hago una lucha de espadas contra lo que digo para llegar a la conclusión más acabada. También digo pavadas, obviamente, pero cuando quiero decir algo, ese es el camino. No tengo una convicción férrea. La duda me lleva al mejor lugar. Construyo la certeza, pero no está. Es una certeza provisoria.

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