Paulinho Moska: “Tengo una relación mágica y de amor con Uruguay”

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Paulinho Moska. Foto: Fernando Ponzetto
Nota a Paulinho Moska, cantante compositor y actor brasilero, de visita en Mvdeo., ND 20160425, foto Fernando Ponzetto
Archivo El Pais

Entrevista

El cantautor carioca charló con El País sobre su nuevo disco y sobre el concierto que dará en octubre en el Auditorio Nacional. 

Paulinho Moska. Foto: Fernando Ponzetto
Paulinho Moska. Foto: El País

A principio de siglo, el cantautor se hizo dueño de sus canciones. Ya no quería componer con prisa, al ritmo de las disqueras. Pasó de lanzar discos cada 18 meses, a tomarse entre siete y ocho años para trabajar en lo que quiere contar. Beleza e medo, lanzado el viernes, es parte de este segundo período de su vida, donde las canciones nacen de una reflexión más profunda y habla de lo que tiene necesidad. Así, el carioca viene a Montevideo el 9 de octubre, para presentarse frente a un público al que quiere con un disco que lo entusiasma.

—¿Cómo estás preparando esta vuelta a Uruguay?

—Muy contento porque voy con un álbum nuevo, y no editaba un álbum nuevo completo, con canciones nuevas, desde hacía diez años. He lanzado singles, pero yo que ya no soy tan joven, en esta época de cosas rápidas, me sentí casi forzado a grabar un álbum.

—Este disco es Beleza e medo, ¿qué trae?

—Son dos elementos de la vida que bailan todo el tiempo, desde que nacemos hasta que morimos. Miedo de no tener amor, de no sobrevivir, de no tener plata, de no poder trabajar de algo que te guste, de perder gente, miedo de todo, todo el tiempo. Del fascismo, del machismo, del gobierno.

—¿Y la belleza?

—Porque al mismo tiempo está esta cosa increíble que tenemos los seres humanos, que es la creatividad. Desenvolvemos la capacidad de hacer películas, de bailar, de componer canciones, de pensar el mundo con filosofía o a través de la ciencia, con arte. Hay mucha belleza y nosotros tenemos la capacidad de construir más belleza.

—Con todo lo que pasa Brasil en estos tiempos, debe ser difícil alejar la música de la realidad.

—Pasé toda mi vida viviendo en un mundo que estaba aparentemente mejorando, y llegan estos años de total retroceso, total locura, y una evidencia son las figuras públicas que parecen salidas de un psiquiátrico. Entonces cuando digo que fui un poco forzado a hacer el disco, fue por ahí. Fue la primera vez que compuse canciones que no son cien por ciento dedicadas al amor y a la existencia. No soy un militante muy presente en las redes sociales, porque a mí no me gusta esta pelea con gente que no conozco, me gusta mirar en los ojos, entonces estaba quedando con la sensación de que no estaba haciendo nada por el mundo, por este momento. En algún momento percibí también que el miedo es como una fuerza que nos hace estar obligados a producir.

Paulinho Moska
Videoclip de "Nenhum direito a menos", rodado en la excárcel de Miguelete

—¿Así aparece “Nenhum direito a menos”, el segundo corte difusión?

—En este disco fui incorporando cosas diferentes a las anteriores, y fui invitando gente amiga. Entonces llamé a un poeta y periodista brasileño, Carlos Renno, que ya venía escribiendo canciones de protesta, fuertes. Pensé que él era la mejor persona para escribir una canción apartidaria. Habla sobre la libertad de luchar por ser quienes somos, en igualdad de condiciones. De esta canción salieron otras canciones, no tan directas, más parecidas a mi manera de escribir, metafórica, pero que tocan sutilmente estos temas.

—Pasaste 10 años sin sacar un disco, pero hablás de una necesidad, ¿qué te llevó a estar todo ese tiempo?

—Estuve por trece años en una compañía discográfica y tenía un contrato para grabar un álbum cada 18 meses, y así fueron mis ocho primeros álbumes. Grabé con una intensidad que no tenía tiempo, solo tenía juventud para hacerlo. Desde Tudo novo de novo, me convertí en un artista independiente, fuera de la compañía. Naturalmente comprendí que mi espacio de tiempo era de seis o siete años. Es el timing perfecto. Demoro cada vez más, soy cada vez más autoexigente y un poco neurótico con mis propias creaciones.

—¿Madurez?

—En la juventud jugamos con muchas cosas, después decidimos quiénes somos y de ahí pasamos a lapidar. Esa lapidación da mucho más trabajo, porque ya estás preso de tu propia identidad, pero también hay una libertad de descubrirse. Lapidando, construís.

—La última vez que estuviste por acá, viniste solo con las guitarras.

—Yo giré tres años y medio con cinco guitarras diferentes y sin banda. Una experiencia muy solitaria, al mismo tiempo de mucha reflexión. Creo que ahora estoy hablando de algo que es fruto de un aislamiento, de girar solo, pensando un poco.

—¿Volviste a formar una banda?

—Justamente también estoy muy ansioso porque me volví un poco más al rock, y así voy a llegar ahí , con una banda superjoven y muy rockera.

Paulinho Moska
"Minha lágrima salta", video rodado en espacios montevideanos

—En estos 25 años de carrera Uruguay ha sido un escenario bastante recurrente para vos, ¿qué encontrás?

—Lo primero que encontré en Uruguay fue amigos. Empecé con Drexler, a quien conocí con un álbum que una uruguaya me regaló, le escribí y nos volvimos amigos inmediatamente. Con Drexler fui a Argentina y me presentó a Kevin Johansen y a Lisandro Aristimuño. De ahí, fui conociendo a toda América Latina, gracias a que unos amigos me presentaban a otros, entonces Uruguay es mi puerta de entrada para toda Latinoamérica. Además también conocí a Pablo Casabuberta, con quien construí una relación profesional y de amistad muy larga.

—¿Por eso elegiste Montevideo para los videoclips de “Nenhum direito a menos” y “Minha lágrima salta”?

—Quería estar un poco lejos de mi país para valorarlo desde afuera. Entonces me fui cinco días y filmamos con Pablo Casacuberta.

—¿Qué te gusta de acá?

—Tengo una relación mágica y de amor con Uruguay. Hay diversión, pero hay una profundidad en las charlas. Tienen muchas opiniones artísticas divinas y para mí es un refugio, es salir de mi realidad y tomar ahí una gran clase de filosofía. Es un prisma latino que me abrió camino. Ahora estoy muy triste porque el Café Bacacay cerró sus puertas. Mi lugar en Montevideo. Siempre me quedaba en el Palacio Salvo y cruzaba la plaza para ir ahí. Me encantaba tomar algo mirando la puerta del Solís, ese teatro perdido en el tiempo.

—“Minha lágrima salta” es parte de la banda sonora de Malhação, una novela en la que actúa tu hijo, Tom Karabachian, ¿cómo se siente eso?

—Fue una superconincidencia. No es la primera vez que una de mis canciones está en la televisión, pero mi canción está en la primera serie en la que actua mi hijo. Además, su personaje cantó mi canción, un regalo muy loco para la cabeza de un padre.

—Él hace de un chico que sueña con ser músico, ¿cuánto de vos hay en el personaje?

—Hablábamos de eso. Su personaje no tiene padre, vive con su abuelo, que le dice que que no hay futuro. También escuché de mi padre un poco de negación a los artistas. Decía que los conocía a todos, que eran o locos o drogados, y tuve que convecerlo de que podía ser artista sin necesariamente ser eso. Hoy es de mis fanáticos más compañeros. Es una superconquista. Mi hijo no tuvo un padre así, al revés, siempre estimulamos mucho su vena artística, pero este personaje convive mucho con esa cuestión. Tiene que probarle a su abuelo que es el mejor camino.

Perfil
Paulinho Moska. Foto: Jorge Bispo | Difusión
Un camino independiente
NombrePaulo Corrêa de Araujo
Nacióen Río de Janeiro, en 1967
Detalle:autor de “Pensando em você” y “A idade do céu”

En Brasil, a Paulinho Moska se lo reconoce por varias cosas, una de las más importantes, es que fue uno de los primeros artistas de ese país en lograr grabar un disco con sello propio dentro de una de las grandes disqueras. Además de hacer música, Moska conduce Zoombido, un programa donde dialoga con otros grandes compositores brasileños. El equipo de cámaras de ese programa, liderado por Pablo Casacuberta, es enteramente uruguayo.

Su vínculo con artistas de otros paises latinos lo llevó en 2015 a grabar Locura total, un disco compartido con Fito Páez. Dice que Uruguay, y su amistad con Drexler, fue su puerta de entrada al resto de América Latina.

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