ENTREVISTA
El cantautor español José Luis Perales se retira de los escenarios, y la despedida definitiva será el 24 de abril en el Antel Arena. Antes charló con El País
La historia quiso que después de musicalizar las casas de varias generaciones con una voz suave, dulce, hablada, y unas crónicas de amor y desamor infalibles, José Luis Perales se retire de los escenarios en Uruguay. El 24 de abril dará, en el Antel Arena, el último recital en una carrera de más de 50 años en la que los conciertos nunca fueron su zona de confort. A kilómetros de donde inauguró esta gira final (en 2020 en el Enjoy de Punta del Este), uno de los grandes exponentes de la canción española hará por última vez en vivo “Un velero llamado Libertad”, “¿Y cómo es él?”, “Porque te vas”, “Quisiera decir tu nombre” y así, y luego volverá a su “parcela” preferida: la de la composición, su verdadero amor. Quedan entradas a la venta en Tickantel.
Eso cuenta, con toda la amabilidad que cabe en 77 años de vida y 10 minutos de charla telefónica con El País, desde algún hotel de Bogotá, donde actuó la noche anterior. Dice que a Uruguay siempre lo ha sentido cercano y que a pesar de que no conoce nada salvo lo que ha visto en sus visitas fugaces, “es bueno terminar en un sitio donde te quieren tanto”.
—El afiche de esta gira, Baladas para una despedida, viene con un tachón que cambia la última palabra por “Bienvenida”.
—Será de bienvenida por tanto espacio de interrupción desde que la empecé, hace casi dos años; se interrumpió hasta ahora. Entonces es darle la bienvenida a la gente que a pesar del tiempo sigue manteniendo sus boletos. Es una bienvenida que yo les doy y ellos la entienden así.
—Pero al haber una despedida suya de los escenarios, también hay una bienvenida a algo más, por eso de que todo final, por más lugar común que suene, trae un nuevo comienzo. Ante esta decisión, ¿a qué le abre los brazos ahora que no habrá shows?
—No va a haber más conciertos pero sí va a haber más música; no voy a prescindir de algo para lo que tengo una gran vocación. Pero la bienvenida es volver realmente a empezar, a empezar donde empecé hace más de 50 años: a escribir. Eso es lo que voy a seguir haciendo. No me voy a apartar de la música para nada, pero estoy deseando volver a eso que me dio tanta tranquilidad. Porque realmente las giras han sido estupendas, pero yo no estaba preparado ni siquiera para asomarme a un escenario. Desde el principio lo he pasado muy mal: soy completamente nervioso, tímido, aunque no lo parezca; y cuando salgo al escenario —anoche salí a un escenario—, todavía siento una responsabilidad tremenda, que se traduce en tensión. Que te dura un poco, hasta que tienes la respuesta del público. Y sin embargo la otra parcela a la que volveré dentro de un mes, más o menos, pues esa otra parcela es muy relajante. Eso es el campo, la soledad, los papeles, las historias que contar, las guitarras; es un mundo maravilloso que no me crea más que alegría.
—¿A qué artista le gustaría, en esta etapa, escribirle una canción?
—No te puedo decir uno concreto porque se podrían enfadar los otros. Pero después de tantos años, la verdad es que te haces más selectivo con el tipo de cantante que tiene que cantar una canción mía y sentirla como suya. Puede ser cualquiera, siempre que entre en esa selección.
—Ha sido una persona reservada en torno a su vida privada, pero se sabe que lleva un matrimonio de varias décadas con Manuela Vargas. ¿Cómo funciona el arte de estar así de enamorado y poder escribir tantos himnos sobre corazones rotos?
—Lo de los corazones rotos, las infidelidades, todas esas cosas que he cantado, no hace falta haberlas sentido: están en la calle, los periódicos, las revistas del corazón, y basta con ser fotógrafo de eso que puedes ver. Porque cuando hago una historia, tiene que tener mucho de verdad. Y ahí eres el reportero, igual que tú no puedes sentir cómo soy yo y me llamas para decirme cómo soy (se ríe). No necesariamente las historias que cuento me han debido pasar; pero sí te puedo decir que tengo más conexión con las historias de amor, porque soy muy feliz en este matrimonio que lleva más de, bueno, 50 años.
—¿Piensa en esa noche del 24 de abril, en lo que pasará cuando se baje del escenario por última vez?
—Pues fíjate que no me da miedo. Me da alegría ver a la gente que llega, recuerda mis canciones y me despide de manera maravillosa. Eso es lo que me está llegando en toda esta gira. Llego con la responsabilidad de siempre y con la alegría de encontrar que la gente sigue recordándome y está ahí sentada, después de tanto tiempo. Y lo que me ha sorprendido a lo largo de los últimos años es la gente joven que viene a ver a este viejo. Todos me dicen: “Eres parte de mi familia, porque mi mamá o mi papá siempre iban en el coche con un casete tuyo. Y no nos cansamos nunca. Pero nos da pena que ahora que te conocemos más, ¡te vas!”. Es como una crítica, ¿no? (Se ríe) Pero eso me parece maravilloso.