Piñón Fijo: "Me sorprende el grado de agresividad cuando te exponés masivamente"

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Piñón Fijo: Foto: Francisco Flores.

ENTREVISTA

En el marco de su gira por Uruguay, que el sábado pasará por el Teatro Movie, Piñón Fijo dialogó con El País sobre su relación con el público y cómo logró enfrentar los ataques mediáticos

La imagen de Piñón Fijo detrás de los grandes ventanales del restaurante de moda del Parque Rodó asombra. Entre los grupos de jóvenes que se juntaron a almorzar y los oficinistas que se toman un café antes de volver al trabajo, la estampa del argentino que jamás se animó a dar una entrevista sin su vestuario y su maquillaje colorido, se roba todas las miradas. 

Algunos le toman fotografías con disimulo y, otros, directamente lo señalan mientras sonríen. Y no es para menos, porque encontrarse con el payaso más popular del Río de la Plata comiendo una pamplona de cerdo con puré de papas no es algo que se vea todos los días.

Es un miércoles al mediodía y Piñón Fijo dedicó toda su mañana a dar entrevistas y a cantar “Chu Chu Ua” en radios y programas televisivos. Sin embargo, mantiene el entusiasmo como si recién hubiese empezado el día. “Me enamoré de Uruguay”, es lo primero que le comenta a El País antes de empezar esta entrevista. “Es la buena culpa de músicos como Ruben Rada, Jaime Roos y El Canario Luna, que me hicieron idealizarlo antes de conocerlo. Después, cuando llegué por primera vez, lo corroboré”.

Y el cordobés, que ya actuó tantas veces en este lado del Río de la Plata, está listo para profundizar su relación con Uruguay. Está en el medio de una gira solista que ya pasó por Rosario, Paysandú, Salto. El miércoles continuará en Tacuarembó, llegará a Montevideo el sábado para un show en el Teatro Movie y concluirá el domingo en Durazno. “Sostener un show solo a los 56 años es como volver a las fuentes”, asegura. “Tomé la idea de salir en un motorhome y si un día pinta un hotel de cinco estrellas, buenísimo; sino, paro en un camping y me hago un asadito. Está todo para disfrutar”.

En el medio de una pausa de esta gira en la que repasa todos sus éxitos sirviéndose únicamente de una guitarra MIDI (“hago el sonido de un violín y de una flauta para despertar la curiosidad de los chicos”, dice) y de la participación del público, Piñón Fijo dialogó con El País.

—En mayo grabaste “Un payaso y un león” con León Gieco. Cuando escuché el estribillo, que dice: “Un payaso y un león, solo quieren la victoria, / De pintar en la memoria, la sonrisa y la emoción”, lo tomé como un manifiesto de tu obra. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, y haber logrado eso con el público es muy bello. Son cosas que si uno las planifica, quizá no le salen;eso lo logra la vida y el compromiso de ir paso a paso. Ahora tengo esta gira por Uruguay y lo único que no quiero es defraudar, y entre esa obsesión se pasan 32 años de carrera. En ese lapso, creció un niño al que le cantabas, tuvo un hijo y ahora lo trae al show. Es muy mágico, loco y desbordante, pero la vida es sabia y el que está detrás de todo esto ahora tiene 56 años y está más aplomado y menos ansioso y puede disfrutarlo. Estas cosas pueden pasar desapercibidas porque, muchas veces, los artistas son niños malcriados que nos acostumbramos tanto al aplauso y al cariño que termina siendo parte del paisaje. Después la vida te da un mazazo y hay que empezar de nuevo.

—Te mencioné el estribillo de “Un payaso y un león” como un resumen de tus intenciones, pero también apostás por la importancia de tener un sueño y luchar por cumplirlo. ¿Cómo surge?

—Es algo natural. Creo mucho en las utopías y en esas cosas que parecen irrealizables pero, como decía Galeano, sirven para caminar. Debo tener una parte romántica de la niñez que me quedó intacta, quizás porque he sido un acariciado por la vida y porque las cosas fuleras que me pasaron no han sido ni más ni menos que las de otras personas. Tal vez mi personalidad, signada por mi infancia, me llevó a tomar las cosas que podrían haber sido traumáticas como una lección antes que como una derrota. Eso me hace un tipo muy positivo.

"Un payaso y un león" - Piñón Fijo y León Gieco

—¿Tenés algún ejemplo?

—Cuando yo era chico, viví muchos años solo con mi mamá. Ella era muy psicosomática e hipocondríaca, entonces siempre estaba con dolores. Yo no podía salir a jugar porque sabía que cuando volviera me iban a decir que mi mamá se había desvanecido. Por eso, el día perfecto era cuando ella me decía que sentía bien. Yo fui medio padre de mi mamá cuando era niño, y cuando nos reunimos de nuevo con mi familia —porque mi papá y mis hermano se fueron a Córdoba—, le delegué esa protección a mi padre, y sentí como que me sacaba una mochila de arriba. No lo digo por mi mamá, sino porque yo tenía muchas responsabilidades a lo 13 años. No toqué fondo, pero soñaba cosas y las perdía, entonces me quedó eso.

—De cierta manera, le estás brindando a los niños esa libertad que no pudiste tener durante tu infancia.

—Sí, totalmente. Es que todos soñamos un mundo mejor, pero hay denominadores comunes, como la libertad y la alegría, que me hacen que siempre tenga ganas de emitir la mayor cantidad de amor, alegría y buenas intenciones para que las tomen quienes la necesiten.

Piñón Fijo: Foto: Francisco Flores.
Piñón Fijo: Foto: Francisco Flores.

—La masividad te llegó a los 37 años. ¿Eso te permitió manejar las presiones y las exigencias con otra preparación?

—Y sí, porque yo ya era papá de dos niños preadolescentes y tenía una vida armada. Antes de la masividad, yo ya había probado todo en otras proprociones e, inconscientemente, me venía preparando para esto aunque no sucediera. Yo hacía pruebas piloto cuando animaba fiestas, actuaba en las calles o cuando explotó la cosa en Córdoba. Entonces, cuando llegué a Buenos Aires ya tenía esos ensayos. Lo que no me dejó de sorprender fue el grado de agresividad que recibís cuando te exponés masivamente. El grosor del calibre con el que te empiezan a tirar es terrible.

—¿Cómo lograste sobrellevarlo?

—Tomando decisiones y poniendo en juego mi escala de valores. Me cuestioné si quería ser famoso a cualquier precio, inclusive poniendo en juego mi salud y la seguridad de la gente que quiero. Es por eso que preferí ser menos famoso, salirme del sistema de Buenos Aires y volverme a Córdoba para releer lo que pasó. A veces, la masividad te lleva puesto.

—¿Cuándo notaste que tanta exposición se te había ido de las manos?

—En 2005. El año anterior había llegado la masividad en Buenos Aires y me di cuenta de que no podía más. Hablé con mi agencia de producción y les dije que ellos me podían contener después de que pasaran las cosas pero no cuidarme en el medio. Pero no quería que me pasara algo malo por el compromiso del éxito, y la verdad es que no lo estaba disfrutando. Por eso, me bajé de Buenos Aires y con la productora nos fuimos a trabajar al interior. Hoy por hoy volvería a hacer lo mismo porque cada semana recibía un ataque más artero que tenía que ver con la seguridad de mi familia, acusaciones de evasión impositiva y hasta algunos que decían que si pasabas mis canciones al revés se escuchaban mensajes satánicos. Parece gracioso, pero se junta todo y es muy difícil.

—Ese manejo en los medios argentinos es delicado. Lo que comienza con la creación de un ídolo popular termina convirtiéndose en una especie de deporte por ver quién destruye a la persona.

—Sí, es que los argentinos tenemos muchos ejemplos de eso: nosotros mismos endiosamos tanto a una persona que cuando que se cree Dios lo bajan de hondazo enseguida. Y ahí se arma una cosa horrible. No quiero generalizar, pero cuando te llega esa masividad a los 17 años, ¿qué esperás que te pase a los 30? Es medio perverso el sistema.

—Y, ahora, ¿con qué te encontrás cuando mirás el camino recorrido?

—Veo una película hermosa. La vida me ha regalado un resaltador para terminar de entender lo que generé en muchas familias, porque la autoexigencia y la vorágine no te permite mirar atrás. La vida me regaló a Luna, mi nieta de cinco años, que hace lo mismo que otros chicos con mis canciones. Me dice: “Abuelo, ¿Qué es una mojarra? ¿Y el Paraná?" Entonces, esa curiosidad que se le despierta a mi nieta es lo mismo que le pasa a otras familias. Otra cosa no se puede pedir.

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