Quincy Jones, el pionero que trabajó con Sinatra y Michael Jackson y hoy lloran los amantes de la música

Quincy Jones fue uno de los grandes artistas de todos los tiempos: dejó huella en el pop y el jazz, produjo el disco más vendido de la historia e hizo un aporte clave a la música del siglo XX.

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Quincy Jones en 2014.
Foto: Joel Saget / AFP

Si uno se pusiera a valuar una carrera artística por la longevidad de una obra y sus reconocimientos, Quincy Jones, quien falleció hoy a los 91 años, es uno de los grandes artistas de todos los tiempos.

Alcanzaría por ejemplo con decir que a los 18 años —¡y eso fue en 1951!— ya estaba arreglando partituras para Count Basie, Cannonball Adderley, Tommy Dorsey o Dinah Washington. Y que a los 20 se integró a la sección de vientos (su instrumento original es la trompeta) de la orquesta del vibrafonista Lionel Hampton; compartía sector con Art Farmer y Clifford Brown, dos de los grandes del jazz.

O que en 1953 ya era el líder de la banda de Dizzie Gillespie y en 1956 (o sea, hace 67 años) publicó el primer disco a su nombre, This is How I Feel About Jazz, una declaración de principios que estaría en el centro de todos sus emprendimientos.

O que es la segunda trompeta de “Heartbreak Hotel” de Elvis Presley y fue el primer promotor de la carrera de Ray Charles, a quien conoció cuando ambos eran adolescentes.

O que desde entonces no paró más y después de un viaje de estudios a París, donde de paso produjo a Charles Aznavour y Jacques Brel, su carrera se diversificó entre sus propios proyectos y la producción para otros.

En ese apartado trabajó, en una lista parcial, con: Miles Davis, Frank Sinatra, Count Basie, Lesley Gore, Michael Jackson, Peggy Lee, Ray Charles, Paul Simon y Aretha Franklin. A eso habría que sumarle, por ejemplo, que fue el productor del filantrópico U.S.A. For Africa.

Sus trabajos con Sinatra, que empezaron a mediados de la década de 1960, dejaron algunos momentos clásicos del crooner, incluyendo discos como Sinatra at the Sands y L.A. Is My Lady; la versión clásica de “Fly Me To The Moon” la produjo Jones.

Por ese corpus, y por su más de medio centenar de discos propios, Jones —quien nació en Chicago y estudió en la bostoniana escuela de música Berklee cuando todavía se llamaba Schillinger House, allá por la década de 1940— consiguió 80 nominaciones a los premios Grammy ganándolo 28 veces.

Seis, incluyendo el de álbum del año, fueron por su propio disco Back on the Block de 1989, que integraba arreglos y nombres del rap a sus composiciones y en el que unía a Miles Davis, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan y Ray Charles con artistas de hip hop.

Así es como entendía el jazz. En 1981, con The Dude, había evidenciado la amplitud de su concepto del jazz incluyendo toques soul, funky y pop como demuestra el exitoso “Ai No Corrida”, el disco le dio el Grammy a mejor productor del año.

Su influencia en el pop, sin embargo, quedaría consolidada con su asociación con Michael Jackson, una de las parecerías creativas más lucrativas de la cultura popular, incluyendo el aún álbum más rentable de la historia, Thriller, que lleva vendidas más 120 millones de copias.

El trabajo de Quincy Jones con Michael Jackson

Sus proyectos con Jackson, por entonces el benjamín talentoso de un clan familiar, comenzaron en 1979 con Off the Wall, en el que Jones canalizó el poder pop del cantante con arreglos upbeat modernos emparentados con la música disco (como en la contagiosa “Don’t Stop ‘Til You Get Enough”) pero que no desconocían sus lazos con el jazz.

La fórmula se expandió al rock y otros territorios con Thriller, editado en 1982, y su imparable avalancha de éxitos, incluyendo el que da título al disco más “Beat It” (lo más rockero que produjo Jones), “The Girl is Mine” y “Billie Jean”. También trabajaron juntos en Bad y en “We Are The World” que Jackson escribió con Lionel Ritchie y Jones produjo.

Sus trabajos con el autodenominado “rey del pop” convirtieron a Jones en una megaestrella de la música y uno de los productores más ricos del mundo. Mucho de ese poder lo utilizó para expandir su territorio a la producción de películas y obras de teatro (El color púrpura, por ejemplo) y series de televisión (Fresh Prince of Bel Air, que hizo de Wil Smith una estrella). También se dedicó al negocio editorial (fundó Vibe, dedicada a la música y la cultura afroestadounidense) y principalmente, la actividad filantrópica.

Su carrera, encima, está marcada por su condición de pionero.

Fue el primer artista afroestadounidense en encargarse de la banda sonora de una película de Hollywood (El prestamista de Sidney Lumet en 1963) y el primero en tener una canción nominada al Oscar (“The Eyes of Love” de Banning en 1967). Estuvo siete veces nominado al Premio de la Academia y se hizo con dos honorarios: uno por el alcance de su carrera y el premio humanitario Jean Hersholt, la primera vez que lo recibía un artista afroestadounidense. Fue, además, el primer ejecutivo negro de una compañía discográfica.

Jones se casó tres veces y tuvo seis hijos incluyendo la actriz Rashida Jones. Algunos de ellos lo acompañaron en el momento de su muerte, repitieron los cables de las agencias de noticias. Allí estaba rodeado de su familia en su casa del barrio Bel Air, en Los Ángeles, informó su publicista Arnold Robinson en un comunicado. No se especificó la causa.

“Con el corazón lleno pero roto, compartimos la noticia del fallecimiento de nuestro padre y hermano Quincy Jones”, se dice en ese comunicado. “Y aunque es una pérdida enorme para nuestra familia, celebramos la gran vida que vivió y sabemos que nunca habrá otro como él”.

Eso parece ser verdad. En su música y con el jazz como su base de operaciones, Jones recorrió el amplio espectro de la música estadounidense. Dejó su huella en grandes obras, grandes artistas, y en la vida de millones de melómanos.

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