CRÓNICA

Ricky Martin en el Antel Arena: crónica de la cita más elegante con un maestro de la seducción

El cantante puertorriqueño se presentó este 28 de febrero en Montevideo, con un espectáculo sinfónico que incluyó sus principales éxitos y mucha euforia.

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Ricky Martin presenta "Sinfónico" en el Antel Arena, el 28 de febrero de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Por Belén Fourment
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Pasan apenas siete canciones. Hace un par de minutos que una multitud canta y deja el pecho en los versos de uno de los grandes himnos de desamor de los noventa. Entonces Ricky Martin, de vuelta en Uruguay a tres años de su última presentación, elude el falsete con el que debería cerrar el estribillo y le cede el protagonismo al público, para escuchar el canto al unísono de "Fuego de noche, nieve de día". De pie frente al micrófono, se toca el antebrazo como quien intenta aliviar la piel erizada, la emoción primal; saca la lengua para regodearse en su propio éxtasis y el Antel Arena aúlla.

Es el regreso a Montevideo del cantante puertorriqueño que dio, en el mismo escenario, uno de los últimos grandes espectáculos prepandémicos (el 2 de marzo de 2020), y que antes había llenado dos veces el Velódromo, en 2016, con un despliegue de ritmo y sensualidad. El reencuentro es siempre igual: hay una multitud que delira con su entrega y un showman que cubre todos los rubros —canto, baile, presencia, carisma— y garantiza una experiencia satisfactoria.

En la ecuación de entretenimiento pop, éxitos latinos masivos y deleite, con Ricky Martin no hay cómo perder.

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Ricky Martin presenta "Sinfónico" en el Antel Arena, el 28 de febrero de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Esta vez, sin embargo, la promesa es de una noche diferente, elegante. La propuesta es de show sinfónico y el escenario queda cubierto por un ejército musical de entre 50 y 60 personas, que combina orquesta con dirección del argentino Ezequiel Silberstein, y banda habitual comandada por David Cabrera. Visten todos de un negro pleno, uniforme, pero los que brillan son los de siempre.

Sinfónico es un gusto personal, el deseo de un artista que tiene recorrido sobrado como para permitirse, a esta altura, caprichos así de caros. Pero al show —"un experimento un poquito raro", por definición del puertorriqueño— lo sostienen sus propios músicos que cubren, con su baile y gracia y precisión, al plantel que se ubica detrás. Cada tanto el sonido de las cuerdas o los vientos pasa como una brisa de aire fresco en el encierro de un bochornoso fin de febrero. El resto son arreglos que se cantan de memoria y algún pasaje instrumental y cinematográfico, que la estrella acompaña con movimientos de adagio.

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Ricky Martin presenta "Sinfónico" en el Antel Arena, el 28 de febrero de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Pero algo en la solemnidad del concepto hace que Ricky Martin, cuando en su penúltimo cambio de vestuario nota que la camisa blanca y vaporosa se ha desprendido más de la cuenta, dé la espalda al público para poder abotonarla con prolijidad y en privado: esta es su cara más sobria y no requiere de gestos atrevidos. La última vez que estuvo en el Antel Arena protagonizó las coreografías más eróticas con cuerpos de baile de poca ropa. Este martes convirtió el pudor en picardía y dominó la seducción como un arte delicado y sutil.

En el concierto, de poco más de una hora y media de duración, pasaron hits bailables como "Pégate", "La bomba" o "Livin' la vida loca" y "La copa de la vida" (ambas en versiones en inglés), y otros melódicos y desgarradores como "Volverás", "El amor de mi vida", "Te extraño, te olvido, te amo" y en el bis, "Tal vez". No faltó ni "Vuelo", de su disco debut de 1991, ni "Asignatura pendiente", una de sus favoritas. El cierre manso con "Tu recuerdo" le permitió acentuar el verso al que antes le sumó un "Uruguay" como remitente: "No dejes de pensar en mí". Lo que vino después fue la ovación, el nuevo aullido, una última cuota de pasión traducida en la efusividad del grito colectivo. Y una sonrisa grata.

Ese es un posible resumen del show: la imagen de un hombre al que le bastaría con mirar y sonreír para disparar todo eso que provoca, y que es capaz de sintetizar la emoción en su propia piel, erizada por las seis palabras —"fuego de noche, nieve de día"— con las que lleva 30 años en la conquista de corazones. Como un huracán rabioso y febril que tiene, como fuerza, el magnetismo y la música, una tierra en la que ya no importan ni el embalaje ni los títulos.

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