ENTREVISTA
Antes de su concierto del 2 de noviembre en el Teatro Solís, donde presentará el disco "El árbol y el bosque", la artista española dialogó con El País
Del otro lado del teléfono, Rozalén se ríe de forma intermitente. A veces lo hace para completar una anécdota divertida; otras para agradecer la atención a lo que dice en sus letras. Pero, aunque la risa sea inconsciente, logra su resultado: a miles de kilómetros de distancia, contagia calidez y cercanía. Es como si estuviéramos dialogando cara a cara.
“Tengo a mi gatita aquí, maullando. Creo que quiere venirse a Uruguay conmigo”, comenta con una carcajada mientras camina hacia otra de las habitaciones de su hogar. Es un martes de finales de setiembre y la cantante española se toma un tiempo para dialogar con El País sobre su inminente regreso a Montevideo. Ya estuvo acá en 2019 y, dice, “fue uno de los conciertos que más me sorprendieron en mi vida”.
La artista había llegado a El Galpón para presentar Cuando el río suena... —que fue nominado al Grammy Latino 2019 como disco del año— y se llevó una sorpresa al subir al escenario. “Había muchísima gente para ser mi primera vez en Montevideo”, asegura. “Con los años que costó meter a 500 personas en Madrid, tener a 700 en Uruguay fue increíble. ¡Incluso me pararon cinco veces en la calle”.
Pero si de anécdotas se trata, la que más recuerda es la de un regalo de uno de sus seguidores en pleno concierto. “Me dieron Grappamiel en el escenario; fue un momento muy divertido y cercano. Tengo un recuerdo muy bonito de esa noche y por eso tengo tantas ganas de volver”.
El reencuentro con el público uruguayo se concretará el miércoles 2 de noviembre, cuando la artista presente, en el Teatro Solís, El árbol y el bosque, su nuevo disco. Pero hay más. “También estoy celebrando el décimo aniversario de mi debut, que conlleva una mezcla de nostalgia y de felicidad; y además estoy de gira por Latinoamérica. Es la primera vez que voy con todo mi equipo, y es una gran alegría porque en estos dos años han pasado muchas cosas, algunas de ellas muy duras y personales, y siento que el escenario me ha calmado un poquito algunas tristezas”, dice.
Antes de su concierto en Montevideo, para el que se venden entradas en Tickantel — precios de 1300 a 2500 pesos—, Rozalén dialogó con El País.
—¿Qué podrías adelantar de tu segunda visita a Uruguay?
—Se van a encontrar con un espectáculo donde va a haber mucha parte emotiva, sobre todo al principio, donde las canciones hablan de temas más fuertes. Una vez que vacíen el tarro, el concierto se va a llenar de alegría, color y fiesta. Van a escuchar canciones de El árbol y el bosque, y haremos un recorrido por canciones de otros discos. Ah, y ya les pido que lleven un shotcito de Grappamiel, que es muy rico y me ha cuidado la garganta (se ríe).
—Ya que mencionaste a la alegría y el color, mucho de esa búsqueda está presente en “Agarrarte a la vida”, una de tus nuevas canciones, donde buscás el lado optimista frente a situaciones difíciles. ¿Qué representa ese mensaje luego de las cosas “duras y personales” que viviste en estos dos años?
—La canción ha sido como volver a los libros de psicología y a la carrera que estudié, porque hablar del suicidio en una canción es muy complejo. Ha sido muy fuerte escribirla y hasta hoy me escribe mucha gente, sobre todo las que han perdido a seres queridos de esa manera. Eso me hace pensar sobre las cosas que estamos haciendo mal como sociedad para que tantos joven no encuentren su lugar en el mundo. Es importante analizar nuestra relación con la salud mental y poder entender que la vida no solo es alegría, éxito y todo lo que vemos en las redes sociales. No todo es perfecto, y es necesario saber abrazar la tristeza y asimilar que es natural perder a seres queridos o sufrir complicaciones. Lo importante es saber afrontarlos desde el optimismo, pero siendo realistas. Siento que hay algo que no estamos haciendo bien, y por eso esta canción está dedicada a quienes no encuentran motivos para aferrarse a la vida.
—El foco de ”Agarrarte a la vida” está en la empatía; por eso cantás: “Sé de los fantasmas que habitan en ti”. Ese enfoque también aparece en “Los márgenes”, que habla del valor de la unión frente a la adversidad. ¿Sentís que esa mirada define tu personalidad?
—Sí, porque yo vengo de la psicología social y me inspira muchísimo lo que pasa a nuestro alrededor. Siempre digo que la enfermedad del mundo es la falta de empatía, y si aún existe el racismo, el machismo y el odio es porque no hay capacidad de ponerse en la piel del otro. Si no, ¿cómo permitiríamos que la gente muriera en el mar porque no dejamos entrar a un migrante?¿Por qué alguien humilla a una mujer por el simple hecho de serlo?Si fuéramos capaces de tener más empatía, el mundo sería otro.
—¿Qué herramientas te brindó la psicología para construir el mensaje de tus letras?
—Es parte de lo que yo vivo. Y el estudio de la mente y del comportamiento humano está en todas las canciones, incluso en las que no son tan profundas. También la música es como una terapia porque supone vomitar tus pensamientos en una hoja para crear una melodía. El arte tiene la nobleza de ser el medio más amable para lanzar un mensaje.
—Desde una mirada psicológica, ¿de qué manera la composición te ha permitido generar una especie de autoanálisis?
—Más allá de que sea mi trabajo, la música es mi vía de escape. Yo estaría muerta en vida sin música; todo el rato estoy escuchando discos que me inspiran y los mejores momentos de mi vida han tenido canciones de fondo. La música es el aire que respiro.