ENTREVISTA
Luego de girar por España y Japón, el jurado del reality show de Canal 10 dialogó con El País sobre su recital del sábado en el Auditorio Nacional del Sodre y de sus próximos proyectos
Es uno de los protagonistas de La Voz Uruguay, salió de gira por España y Japón, está a punto de publicar un disco de colaboraciones y ya tiene otros tres en lista de espera. “No puedo estar quieto”, le comenta a El País y, con todos estos ejemplos, a uno no le queda más que creerle. A eso hay que agregarle que el viernes terminó un tour por Argentina y que ahora se prepara para su show del sábado en el Auditorio Nacional del Sodre.
A menos de dos meses de cumplir 79 años, su impulso creativo es admirable. Es que, como quedó claro, el responsable de unos cuantos clásicos del repertorio rioplatense no descansa. Es más, apenas terminó su diálogo con El País, se fue a su estudio, Las Manzanas, para grabar las canciones que serán parte de su próximo proyecto. “Quiero hacer un disco con canciones mías, pero cantadas por otros”, adelanta sobre el trabajo que ya tiene una cumbia interpretada por Samantha Navarro. “También le mostré una canción a Agustín Casanova, así que estoy viendo si participa”.
Pero no hay que adelantarse. Su agenda para lo que queda del año tiene unos cuantos hitos pendientes. Además de seguir en La Voz Uruguay, uno de los formatos más vistos de la televisión local, el artista publicará Candombe con una ayudita de mis amigos, que incluirá colaboraciones con figuras como Fito Páez, Pablo Milanés, Coti Sorokin, Sebastián Teysera, Adriana Varela, Fernando Cabrera y Julia Zenko.
Es una idea prometedora que, como demostró la buena recepción de “11 y 6” —que grabó con Páez y ya acumula 350 mil reproducciones en Spotify—, le permitirá acercarse a un nuevo público de la mano del candombe, el género musical que representa mejor que nadie.
Sobre todo esto, Rada dialogó con El País.
—Ahora que estás en el jurado de La Voz Uruguay, ¿sentís que hay una revalorización y redescubrimiento de tu figura?
—Ahora volví a ser Rada porque antes parecía que no era nadie (se ríe). Antes andaba por la calle todos los días y no me paraba la gente, pero ahora que estoy en la televisión la gente me dice: “Radita, ¿dónde estaba usted?”, y eso que saco un o dos discos por año (se ríe). Ahora me paran de todas las edades. Es una alegría.
—¿Qué te llamó la atención de la propuesta?
—La primera pregunta que le hice a la producción fue si yo no tenía que elegir al ganador. En estos años me han llamado para ser jurado en el Teatro de Verano y en las Llamadas, pero no me gusta: me duele mucho elegir. Pero cuando me dijeron que el ganador lo elige el público, acepté enseguida. Me divierto bastante en La Voz y no tengo ningún problema: digo disparates, me hago el lento, como que estoy dormido o que nadie me elige, y después me robo a un participante (se ríe).
—¿Hubieses participado de un programa de este estilo cuando empezabas tu carrera? El nivel de exposición repentina es indiscutible, pero también está el riesgo de la fama efímera.
—Por supuesto que sí porque es un programa fino, que está bien hecho y que eleva a cualquier persona que participe. Yo siempre le digo a los concursantes que tienen mucha suerte porque yo no pude cantar por primera vez para miles de personas. Acordate que te ve todo el mundo: el carnicero, el psicólogo y hasta el médico. Es maravilloso y hay que apoyar ese tipo de cosas.
—A finales del año pasado saliste de gira por España y Japón. ¿Tuvo un valor extra haberlo hecho después de la pausa obligada de la pandemia?
—Sí, y además en España canté con Jorge Drexler y con Caco Senante. El mejor show fue en Barcelona, que es un lugar explosivo y que tiene a muchos uruguayos. Fue muy emotivo porque la gente es muy efusiva y se acuerdan de sus épocas en Uruguay cuando cantás “Mi País”, “Biafra” o “Heloísa”. Lo de Japón fue duro en cuanto a la pandemia porque estuvimos demasiado tiempo encerrados. Cuando le agarramos la onda a los teatros, nos divertimos como locos, pero después volvíamos a encerrarnos al hotel. Estábamos como en carcelarios: caminábamos por los pasillos sin poder salir a otro lado.
—Bueno, pero ese viaje fue otra conquista en uno de los grandes objetivos de tu carrera: llevar al candombe por el mundo.
—Totalmente. Ayer estaba pensando que no hice ni el cinco por ciento de lo que se merece el candombe en el mundo, pero al menos agregué mi parte. He tocado por todos lados y a cada lugar que voy trato de presentarlo. Ahora, por ejemplo, tengo a un montón de gente que quiere que vaya a Nueva York a tocar candombe. Pero no soy el único que lo ha hecho escuchar en el mundo: Hugo Fattoruso y Beto Satragni son dos ejemplos. También están los uruguayos que tienen sus llamaditas en Estados Unidos, México y otros lados.
—Ahora que mencionaste a Japón y a Nueva York, 26 años después se cumplió todo lo que cantabas en “Mamita”...
—¡Es verdad! (se ríe y canta mientras marca el ritmo en la mesa) “Mamita, de Nueva York la gente me está llamando (... ) Según lo que me contaron, el disco sale en Japón, muy pronto tendrán al Negro bailando como un nipón”. Esa canción la grabé en el disco Montevideo cuando (el productor) Neil Weiss se había ido a buscar otra cinta porque le quedaban solo ocho minutos. Mientras el tipo se fue, me metí en el estudio con el Hugo (Fattoruso), desarmé una batería para armar un bombo y un redoblante, y en una hora grabé como 30 voces para hacer una murga completa. Cuando Neil volvió y le mostré la canción, me dijo: “Wow, me voy a buscar otra cinta” (se ríe). No lo podía creer, fue un goce.
—El sábado vas a presentarte en el Sodre después de una gira por Argentina. ¿Cómo va a ser el repertorio?
—No puedo hacer un espectáculo con las canciones del último disco porque sino la gente me empieza a acribillar (se ríe). Escuchan dos temas nuevos pero después quieren recordar cuando conocieron a su novia con “No me queda más tiempo” o cuando la época en que escuchaban a Totem, entonces tengo que tocar esa música. Pero, eso sí, el concierto pasa por todos lados: el samba, el candombe y el rock and roll, que es lo que fui a mostrar a Japón. Lo que pasa es que yo hago todo tipo de música y me gusta que la gente disfrute de todo eso. Ahora estoy con Candombe con una ayudita de mis amigos, que lo podría tocar todo porque la gente conoce las canciones y las pueden cantar. Grabé “Nada fue un error” con Coti, “Adoro” con Julia Zenko, “11 y 6” con Fito Páez, “El breve espacio en que no estás” con Pablo Milanés y “El viejo” con Sebastián Teysera. Ese va a salir próximamente, pero ya estoy pensando en hacer un disco de cumbia.
—Todavía no publicaste Candombe con una ayudita de mis amigos, pero ya estás pensando en tu siguiente trabajo. ¿De dónde nace ese insaciable impulso creativo?
—Me arrancó como hace 10 años, con la locura de que me voy a morir y de que no me da el tiempo para hacer todo lo que quiero. Me di cuenta de que tenía que hacer cosas para dejar música porque sentía que había perdido demasiado tiempo. Lo que pasa es que durante los años que trabajé para las compañías de discos internacionales me hacían esto:de un álbum me sacaban tres cortes, así tenían un año y medio para gastarlo. El tema es que yo me aburro, necesito sacar uno cada cinco meses porque, después de que lo toqué, ya quiero grabar otro. Esa es mi forma de ser y, aunque vaya en contra de la industria porque sé que un disco quema al otro, no me importa. Lo mío es así...
—Lo bueno es que los discos quedan para siempre y pueden ser redescubiertos en cualquier momento.
—Claro, capaz a alguien le agarra la locura y quiere comprar Black por más de que hayan pasado 25 años de que salió. Yo quiero dejar un montón de música y que esté siempre ahí, en la vuelta, para que la escuche el que quiera. Inclusive tengo discos que no voy a llegar a tiempo a sacarlos, como Rada’s Factory, pero los publicarán mis hijos...
—Supongo que ya lo tenés claro, pero, ¿sos consciente de que vas a sobrevivir a través de tus canciones?
—Totalmente. Mirá: yo voy a ser como los pintores, que después de muchos años de su muerte les encuentran un autorretrato que hicieron en el cuarenta. Bueno, yo quiero que después de que no esté aparezca una canción que grabó Rada con Hugo Fattoruso en Noruega y que nunca salió. Eso es lo que me gusta.
—Ya que mencionaste que la gente te para en la calle tras el estreno de La Voz, ¿todavía te sorprende el cariño que te transmite el público?
—Claro que me sorprende. Lo que yo me pregunto siempre es: ¿No se habrán enterado de alguna cagada que hice? Porque no soy perfecto (Se ríe). Siento que nos hemos portado bien, tanto el público como yo. Siempre traté a la gente con respeto y después de haberme visto en vivo los mandé a sus casas felices por haber escuchado “Mi País”, “Dedos” o “Las manzanas”. Además hice Rada para niños, unos cuantos programas de televisión...
—Eso es, justamente, lo que siempre me sorprendió de tu figura pública: tus proyectos trascienden generaciones.
—Es que siempre estuve con el pueblo uruguayo, entonces la gente me recuerda mucho. Siento que soy, como el show que hice hace un tiempo, parte de la historia de Uruguay.