Es como un regalo adelantado de Navidad. Mañana a las 21.00, Ruben Rada volverá a Barrio Sur para presentar Candombe con la ayudita de mis amigos, su nuevo disco, en la Plaza Carlos Gardel (Zelmar Michelini y Carlos Gardel). La entrada será gratuita y el concierto estará enmarcado en el proyecto “Paseo Sur-Palermo”, un encuentro entre ambos barrios que organizan la Intendencia de Montevideo y el Municipio B.
La jornada iniciará a las 16.00 con dos ferias artesanales —una en Isla de Flores y Minas, la otra en la Plaza Carlos Gardel— e incluirá recorridos turísticos gratuitos, desfiles de comparsas y más shows. Antes de Rada, actuarán los grupos La Ventolera y El Cártel.
“Es un sueño cumplido, después de tantos años remando con el candombe, poder hacer un show gratuito en el barrio”, le dice Rada a El País. “Mi idea es que la gente no solo vaya a bailar, sino que también se anime a cantar. Por eso, todas van a ser canciones conocidas: quiero mostrar que con el candombe se pueden cantar un montón de cosas”, adelanta.
Eso es lo que lo motivó a grabar Candombe con la ayudita de mis amigos, un disco de versiones que cuenta con invitados como Fito Páez, Pablo Milanés, Fernando Cabrera, Adriana Varela y Sebastián Teysera. El proyecto, que se editó por completo en vinilo y tiene algunos adelantos en plataformas digitales, lleva a éxitos como “El Viejo” (La Vela Puerca), “11 y 6” (Páez) y “El breve espacio en que no estás” (Milanés) al terreno candombero para darles una nueva vida. Es un disco imperdible.
Mañana, Rada interpretará varias de esas canciones junto a invitados. Por ejemplo, Fernando Cabrera cantará “El tiempo está después” y “Te abracé en la noche”, mientras que Julia Zenko interpretará “Adoro”, de Armando Manzanero. Habrá más sorpresas.
“Voy a cantar ocho o nueve temas del nuevo disco, y después voy a tocar los candombes típicos de siempre”, dice y enumera “Ayer te vi”, “Candombe para Gardel”, “Flecha verde”, “Candombe para Figari” y “Las manzanas”. Declara que el concierto va a ser una fiesta; con todos estos adelantos es difícil no creerle.
El show, además, contará con una formación especial. “En vez de los tres tambores típicos, me voy a acompañar de seis. Además, como siempre, voy a estar en la congas y Nelson Cedrez en batería, así que va a ser una base bien grandota de candombe”, dice.
Avisa que va a empezar con “Las Manzanas”, aquella canción de 1969 que compuso durante un paseo por la Rambla y que se convirtió en uno de sus temas insignia. Es la misma que sirvió de puntapié inicial en los conciertos de festejo por sus 80 años, en agosto en el Auditorio Nacional del Sodre.
Fueron cuatro funciones con entradas agotadas y diferentes invitados y repertorios por noche. La última coincidió con la Noche de la Nostalgia y Rada recibió a Los Auténticos Decadentes. El grupo argentino había llegado a Montevideo para actuar en el Antel Arena, y antes pasó por el Sodre para celebrar con el cumpleañero. Horas después, sobre las 2.30, Rada les devolvió el gesto y sorprendió al público del Arena al subir al escenario para cantar “La guitarra” con ellos.
Cuando se trata de música y vitalidad, parece inconcebible que Rada ya tenga 80.
“Fue un sueño cumplido”, comenta sobre la entusiasta recepción de su festejo en el Auditorio Nacional del Sodre. “Yo no soy un tipo que llena muchos teatros; a lo sumo puedo hacer uno o dos, y me vuelvo a mi casa, pero en esta ocasión fue como que la gente me obligó a seguir”, explica sobre las fechas que agregó a medida que se agotaban las primeras. La celebración continuará en mayo del año que viene en el Luna Park de Buenos Aires.
A las conquistas de Rada en 2023 les falta una, que quizás sea una de las más representativas del último tiempo: el 9 de diciembre, Fito Páez lo invitó al show con el que celebró los 30 años de El amor después del amor en la Rambla del Golf.
Frente a las 65 mil personas que agotaron las entradas en el recital más masivo del año, Rada apareció para hacer “11 y 6”, la misma que ya había versionado junto a Páez en Candombe con la ayudita de mis amigos. Se llevó una ovación y algunos "Olé, olé, olé", que no fueron nada en comparación con la fiesta candombera de “Y dale alegría a mi corazón”, que tuvo a los tambores de C1080 y coros de Rada, Hugo Fattoruso, Alfonsina y Paul Higgs, entre tantos otros.
Sobre aquella experiencia, comenta: “Eso fue maravilloso y se lo tengo que agradecer a Fito, que me dijo que no podía faltar al concierto. Tuve que haber remado bastante tiempo como para poder aparecer entre el público que lo fue a ver a él, que tiene canciones con tanto éxito, y que la gente me reciba de la misma manera que a él: con unos aplausos tremendos y un griterío. Fue muy emocionante para mí porque, además, jamás se había visto una fiesta así en Montevideo”.
Y si bien el uruguayo celebra que el candombe haya llegado a una fiesta tan grande como la de Páez, advierte que aún falta un largo camino para el género de raíz africana. “Si el candombe se hubiera cantado en inglés y nosotros fuéramos Jamaica en vez de Montevideo, te aseguro que sería uno de los ritmos más importantes del mundo”, dice. “Y yo sé que lo es, pero pienso que es el eslabón perdido de los ritmos que llegaron a América Latina. Que Mick Jagger haya cantado ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’ con tambores en Barrio Sur fue una bendición, pero aún no ganamos la batalla”.
—Al inicio de esta entrevista mencionaste que con el candombe "se pueden cantar un montón de cosas", y Candombe con una ayudita de mis amigos lo demuestra: hay rock, bolero, samba, tango, baladas y chanson française. Si vamos a la esencia del ritmo, ¿qué lo hace tan permeable a fusionarse con todos esos estilos?
—Lo que pasa es que está en cuatro. Mirá, si te ponés a tocar un tema como "Isn't She Lovely" y le metés un ritmo de candombe (canta un fragmento del tema de Stevie Wonder y luego emula el repiqueteo de una cuerda de tambores) te queda perfecto. Cualquier cosa se puede llevar al candombe porque es un ritmo; lo que pasa es cuando arrancan los muchachos con los tres tambores (piano, chico y repique), decís: "¿De dónde me agarro?" (se ríe) Hay que prestar atención, y sacarle esa cuadratura con swing. Mirá, si vos escuchás "El tiempo está después", de Cabrera, en este disco vas a ver que le puse un ritmo a mil. Le busqué un tempo que le quedara bien, y al final terminó siendo el más rápido de Candombe con la ayudita de mis amigos. Sin embargo, vas a ver que yo hago: (canta, del otro lado del teléfono, con total delicadeza) "La calle Llupes raya al medio, / Encuentra Belvedere...". Hay que saber caminar sobre el ritmo.
—Hablando de "caminar sobre el ritmo", ¿cómo podrías definir lo que te pasa cada vez que te sumergís en el candombe? En el disco hay mucha libertad al momento de encarar una melodía.
—Es algo que voy buscando. Justo te conté lo de "El tiempo está después", y me acordé de que cuando la estaba grabando de repente me salió un repique que nunca más pude repetir. Se ve que apareció el espíritu de mi viejo en el estudio, porque era justo el repique que yo escuchaba cuando iba al barrio Ansina y me colocaba de costado para escucharlo y verlo salir con la cuerda de tambores. A él le decían "Traguito" porque tomaba mucho, pero siempre lo esperaban para salir; si no estaba él, el resto no arrancaba. Volviendo a lo de la grabación, no sé de dónde salió eso, pero es lo que pasa cuando estás tocando tambores en el barrio: de la nada te van bajando ritmos y formas de repicar gracias a lo que van tocando los otros. De repente aparece un piano que te rezonga, y vos le respondés con el repique. Después está la turba en que hay que meter de todo, y eso dura una cuadra y media. Luego, la llamada va sola bajando de a poquito y encontrando su compás. Meterse con los tambores tiene muchas cosas...
—Por eso es tan importante, además, escuchar candombe en vivo...
—Claro, totalmente. Uno siempre trata de representarlo en los discos, pero es imposible. La mejor forma de escuchar candombe es en las calles.
—En el disco grabaste una versión de "La tambora", de Jorginho Gularte. Hay una frase de ese tema que siempre me emociona: "El candombero parece un dandy, por dentro sufre y por fuera va pa' lante". ¿Qué te produce a vos cantarla?
—Es muy emocionante, porque el candombe es la bandera del "rrioba", y en la canción incluí al convetillo de Gaboto, que en su momento era, junto a Cuareim y Ansina, una de las comparsas más potentes rítimicamente hablando. Y es así como dice la letra de Jorginho: la gente vive como puede en el "rrioba" y tiene una cantidad de problemas, pero cuando sale el tambor parece que todo es una fiesta y que estamos todos felices; el tambor es una bandera para salir adelante y levantar un poco la cosa. Yo lo canté en su momento en "Botija de mi país": (canta) "Si te quieren reprimir, juntate con cinco mil y juntos repiqueteen las manos". Hablaba de eso de salir a las calles y aplaudir la clave de candombe como protesta.
—Volviendo al inicio de esta entrevista, ¿qué imagen te viene a la mente si pensás en la esquina donde vas a tocar este sábado?
—(Se toma unos instantes) Esa esquina me suena a Morenada. Me suena a cuando yo iba de chiquito, con 10 años, a salir con la comparsa. Es algo que canto en "Soy de Cuareim": "Yo soy de Cuareim porque lo quiso la vida"; sino hubiera sido ahí, yo hubiera tocado en Ansina, pero como no nos dábamos bola con mis viejos, mis tíos Juan Ángel Silva, Wellington Silva y Raúl Silva —que sacaban Morenada— me llevaron a cantar ahí y estuve dos años. Hacía de solista y hasta gané el premio al mejor artista de carnaval. Me acuerdo que cantaba una canción que decía: "No tengo zapatitos, tan pobre soy". De ahí fue que me empezaron a decir "Zapatito"; me tomaban el pelo porque calzaba 43 y cantaba eso (se ríe). ¡Era un disparate!
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