CRÓNICA

Sabina en el Estadio: una noche encendida entre Peñarol y Uruguay como "ejemplo de honradez"

Joaquín Sabina llenó la Tribuna Olímpica con un show que lo mostró carismático y vigente, y que pasó por nuevas canciones y un montón de clásicos.

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Show de Joaquín Sabina en el Estadio Centenario, el 1 de abril de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Por Belén Fourment
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Con Joaquín Sabina es ver para creer. Todo su show —el de la gira Contra todo pronóstico, que este sábado cerró en Uruguay su pata latinoamericana— se sostuvo alrededor de la dicotomía de la juventud y la vejez, del dilema de lo que fue y lo que es, de cómo madura un hombre que ha hecho de su vida un culto a la bohemia, el malditismo y la mujer. Tiene 74 años y volvió a los escenarios tras una pandemia y una caída que lo llevó a cirugía y larga recuperación y, aunque todo eso le infundió a este tour una idea preconcebida de despedida, en Montevideo dejó en claro que la chispa todavía está bastante encendida.

Este sábado, el músico español se reencontró con su audiencia local en forma de una Tribuna Olímpica repleta y, para la fama que se ha ganado el público uruguayo, particularmente animada. Para cuando llegó "Princesa", ya en el tramo final, lo que había sido una ola serena que iba y venía al ritmo de clásicos se convirtió, de repente, en algo bastante parecido a un pogo. Sabina estuvo sentado el 90 por ciento de las dos horas que duró su recital, pero cuando el rock se lleva adentro, no hacen falta corridas frenéticas para transmitir la electricidad.

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Show de Joaquín Sabina en el Estadio Centenario, el 1 de abril de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Su vuelta a Uruguay lo dejó claro en un concierto que superó las moderadas expectativas. Con el beneficio de un sonido impecable que hizo lucir una voz tan característica, tan ajada y todavía poderosa, el repertorio idéntico al que hizo en cada fecha de este tour mantuvo a sus fanáticos a flor de piel. La imagen se repitió con cada canción: siempre hubo alguien listo para corear con los brazos abiertos al cielo, para sentir con todo el cuerpo el peso de unos versos en los que se identifica más de una generación.

El show se abrió a las 21.10 con "Cuando era más joven" y se cerró, casi dos horas después, con "Pastillas para no soñar". Tuvo en "Mentiras piadosas", "19 días y 500 noches" o "Contigo" sus momentos más altos, y un recibimiento cálido guardado para piezas recientes como "Sintiéndolo mucho". La cantante Mara Barros, que sirve de corista y voz líder según la ocasión se robó —como es costumbre— miradas, suspiros y aplausos con sus interpretaciones de "Yo quiero ser una chica Almodóvar" e "Y sin embargo te quiero" y sus pases de femme fatale.

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Show de Joaquín Sabina en el Estadio Centenario, el 1 de abril de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Cuando en "Llueve sobre mojado" se presentó a la banda completa —Barros, Jaime Asúa, Pedro Barceló, Laura Gómez Palma, Borja Montenegro, Josemi Sagaste—, desde la tribuna hubo quienes reclamaron por Panchito Varona, histórico guitarrista sabinesco que, tras 40 años de gira, fue desvinculado del grupo para este tour. La atención la capturó Antonio García de Diego, el otro eterno compinche de Sabina que sigue presente y fundamental, y entregó una preciosa versión de "La canción más hermosa del mundo", capaz de hacer olvidar otros asuntos.

Sabina no se hizo cargo de ningún grito. Ofreció sonrisas de infante, regaló algunas décimas —como cada uno de los temas, siempre leídas desde los monitores distribuidos en el escenario— y mimó a Uruguay con una serie de comentarios.

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Show de Joaquín Sabina en el Estadio Centenario, el 1 de abril de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

Recordó que es de Peñarol, como lo era Alfredo Zitarrosa, y arrancó, en día de clásico, una ovación bastante generalizada. Evocó a Daniel Viglietti, a los escritores Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Ida Vitale, Cristina Peri Rossi y Eduardo Galeano; y a los músicos Leo Maslíah y Jorge Drexler.

Dijo que como él, varios españoles están al pendiente de las vicisitudes políticas de América Latina, y aseguró que Uruguay es hoy "un ejemplo de honradez democrática". Al final prometió que lanzará un nuevo disco y que habrá, ahí, una canción hecha para esta tierra.

Sabina, casi siempre estático y casi siempre sonriente, prometió y complació porque así se trata a los invitados. En Montevideo demostró que juega de local y se hizo cargo de la responsabilidad de ser anfitrión: con su encanto de pirata, su poética de noche y la contención necesaria para esquivar cualquier traspié, confirmó la vigencia de su cancionero, la huella de su obra y lo que puede lograr un hombre —ni tan joven ni tan viejo, que gira contra todo pronóstico y reemplaza con agua el alcohol al que le dedicó tanta música— a fuerza de carisma, de historias y de la conquista de la memoria emocional. Ese terreno que hace que ciertos artistas, que cierta música, sea lo más parecido a volver a casa.

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Show de Joaquín Sabina en el Estadio Centenario, el 1 de abril de 2023.
Foto: Juan Manuel Ramos / El País

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