“El encuentro. Una cita musical con poetas y pensadores judíos” es el espectáculo que trae al filósofo argentino Santiago Kovadloff a la Sala Balzo, el martes a las 21.00 (Tickantel) y acompañado por Ana Victoria Chaves en piano y Federico Moujan en violín. El programa incluye Beethoven, Piazzola, Satie y John Williams con textos de la Biblia, Borges, César Tiempo y el propio Kovadloff, poeta de larga carrera aunque se lo conozca como ensayista. Antes habló con El País.
—¿Qué hace un filósofo como usted en un espectáculo como El encuentro?
—(Se ríe) Los amigos que conocen mi pasión preguntan qué hago como filósofo. Lo que ocurre es que mi actividad literaria está muy vinculada al ensayo y es la que ha tenido mayor repercusión tanto periodística como editorial. Pero hace más de 25 años integro conjuntos de música de cámara o de música popular con los que me he dado el gusto de colaborar con intérpretes en la lectura de la poesía como una forma del canto.
—Ha trabajado con grandes músicos.
—He tenido la fortuna de ser convocado a leer con gente valiosísima y como verá usted en la Balzo, el 2 de abril, leo en compañía de una gran pianista argentina, Ana Victoria Chaves, y de un violinista excepcional, Federico Moujan. El encuentro se estrena en Montevideo y después lo haremos en el Colón.
—El espectáculo está subtitulado “Una cita musical con poetas y pensadores judíos”. Cuénteme un poco de eso.
—Los poetas, narradores y pensadores que están incluidos son todos ellos judíos. Musicalmente el espectáculo es polifacético, no es un repertorio de compositores exclusivamente judíos, pero literariamente arrancamos con el libro de Job, en la Biblia, proseguimos también con un fragmento de Martín Buber, el filósofo de origen austríaco, y después poetas, tanto israelíes como judíos, de Europa y de América Latina. Y también algunos argentinos, entre los cuales para matizar la calidad del espectáculo y arruinarlo, me he incluido.
—No abundan los espectáculos de ese tipo...
—Es verdad, no era usual pero ahora empiezan a ser más frecuentes que los espectáculos de música de cámara incluyan lectura de poesía. Y esto viene de una tradición muy rica que eran las schuberteadas, reuniones en casa de amigos donde había un cuarteto de cámara y un poeta leía textos propios. Esta costumbre del siglo XIX se fue perdiendo y yo la retomé, sin ser el primero, en la segunda mitad del siglo XX. Desde siempre me ha gustado leer en voz alta, interpretar textos, porque creo que la poesía es un género que gana cuando se la dice.
—¿Cómo trabaja la lectura?
—Mis compañeros son los que tienen a su cargo, después de que les propongo un texto, elegir la melodía que podría servir de acompañamiento a la lectura. Y lo hacen con un acierto notable. Y eso es lo que explica el éxito del espectáculo anterior, La travesía, que en el Colón se atrevieron a hacer algo que no se había hecho nunca: presentar un dúo de piano y violín acompañado por un poeta en una sala tradicionalmente muy estricta en cuanto a la elección de los espectáculos que ofrece.
—La lectura de poesía es una suerte de trance.
—Un texto es también una partitura, y la voz tiene que interpretarlo con todas las modalidades y todos los ascensos y descensos tonales que le infunden a la palabra escrita expresividad oral. Cuando uno expone, cuando uno da una conferencia, cuando uno presenta una ponencia, tiene que saber enunciarla con riqueza para que los términos ganen toda su plenitud.
—¿Cómo ve la poesía?
—La poesía de modo general suele ser un género casi monástico, poco difundido. Ustedes tienen inmensos poetas que de pronto parecieran surgir a la luz como Idea Vilariño o Ida Vitale. En relación con la prosa, ahora un poco menos la prosa de ficción, se puede decir que en la segunda mitad del siglo pasado comenzó a declinar la popularidad de la poesía. No obstante, la poesía insiste. Como ha escrito un gran poeta argentino, Guillermo Boido, ya fallecido: “La poesía no se vende porque la poesía no se vende”.
—Vio que respeté su pedido de no hablar de otra cosa que no sea el espectáculo.
—Ha sido amabilísimo, porque me parece que siempre tendremos ocasión de hablar de política porque la realidad es irremediable. En cambio, sobre estas cosas, es bueno poder conversar, ya que se trata de propuestas de convergencia mientras que la política fatalmente nos va a llevar a la divergencia. No a mí y a usted, al mundo.