Serebrier: la amistad con Dustin Hoffman, el incidente que recorrió el mundo y la noche que le cambió la vida

El célebre director de orquesta uruguayo se presentará este miércoles en el Teatro Solís junto a la Orquesta Filarmónica de Montevideo. En la previa, el artista de 85 años repasó varios capítulos de su vida.

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José Serebrier.
Foto: Estefanía Leal.

José Serebrier, que llegó a Montevideo la semana pasada, recibe a El País en el lobby del hotel céntrico donde se hospeda y, mientras le toman la foto que ilustra esta nota, rompe el hielo de manera efectiva. “Dustin Hoffman es muy amigo mío”, cuenta y sonríe.

El director uruguayo más elogiado y premiado en el mundo se presentará esta noche en el Teatro Solís. Estará al frente de la Orquesta Filarmónica de Montevideo con un concierto que, entre obras de Franck y Tchaikovski, incluirá tres de sus composiciones: “Windance”, “Candombe” y “Casi un tango”. A los 85 años romperá una regla que adoptó hace décadas. “Yo nunca toco obras mías”, asegura. “No por modestia, es que hay tan poco espacio en los conciertos para hacer música contemporánea que prefiero hacer obras de otros. Pero como me lo han pedido y es mi país, esta vez haré una excepción”.

El concierto iniciará a las 19.30 y tendrá como invitada a la pianista letona Arta Arnicane (entradas en Tickantel). Será una gran oportunidad para ver en vivo al uruguayo que grabó más de 300 discos, acumula 45 nominaciones al Grammy (ganó ocho), se presentó en los escenarios más prestigiosos y dirigió a la Filarmónica Real de Londres y a la Orquesta Filarmónica de Nueva York.

Su historia con Dustin Hoffman está justo entre esas ciudades: “Nos conocimos en Nueva York y ahora somos vecinos en Londres”.

Según relata, conoció al actor en la década de los sesenta, cuando compuso la banda sonora de la película televisiva The Star Wagon (1966), que tuvo al futuro ganador de dos Oscar en el elenco. “En ese momento él era un desconocido y el presupuesto era mínimo. Escribí la música en dos días y la grabé en Montevideo con músicos de la Orquesta Sinfónica del Sodre; lo hicimos en el escenario del antiguo Estudio Auditorio”, cuenta. La película está en YouTube y para el que quiera escuchar la música del uruguayo, el artista aconseja ir directo a los créditos. “Es el mejor pasaje”, asegura.

Serebrier, hijo de un ruso y una polaca, lleva la mayor parte de su vida entre Nueva York y Londres, pero asegura que su plan siempre fue volver a Uruguay. “Luego empezaron a pasar cosas y me fui quedando”, cuenta. La más significativa ocurrió el 4 de noviembre de 1957 cuando la Orquesta Sinfónica de Houston estrenó, bajo la dirección del célebre Leopold Stokowski, su primera sinfonía.

Como si se tratara de una novela de Paul Auster, el azar fue crucial en esta historia. Serebrier, que en ese momento estudiaba en el Instituto Curtis de Filadelfia gracias a una beca del Departamento de Estado de los Estados Unidos, se tropezó con un chelista de la Orquesta de Houston que iba corriendo al aeropuerto. “A él se le cayó el cello y a mí la partitura de mi primera sinfonía. Cuando la vio, me dijo: ‘¿Me la da para que se la muestre al maestro?’”. Sin pensarlo, aceptó.

El programa que iba a dirigir Stokowski en el Houston Music Hall tenía como protagonista a la Cuarta Sinfonía de Charles Ives. “Pero era increíblemente difícil”, explica. “Después del primer compás se dio cuenta de que iba a ser imposible”. Fue en ese instante que el chelista le acercó al director la partitura del joven uruguayo. Enseguida cambió el repertorio.

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José Serebrier y Leopold Stokowski.

“Yo estaba en el Instituto y en un momento me llamó el dueño, Efrem Zimbalist. Estaba muy enojado y me dijo que hacía días que el maestro Stokowski me estaba llamando y que yo no contestaba. Pensé que era una broma”, cuenta. “Cada vez que la secretaria me decía que tenía un mensaje de Stokowski yo me reía y le respondía que también tenía una llamada de Marilyn Monroe”.

Cuando Zimbalist le confirmó que realmente se trataba de quien había dirigido la banda sonora de Fantasía —el clásico de Walt Disney estrenado—, viajó a Houston para encontrarse con Stokowski. “En el primer ensayo le dije que quería ser director de orquesta y le pedí un consejo. Me respondió que tenía que viajar por el mundo y ver a todos los directores malos, así sabría qué no debía hacer”.

La sinfonía se estrenó ante un auditorio lleno y el nacimiento de la estrella quedó inmortalizado en el disco Houston Symphony Orchestra - Live Recordings 1942 -1957. Fue el inicio de una larga relación con el británico, quien en 1962 lo invitó a ser su director asociado en la orquesta que había creado: la Sinfonía Americana. “Él dirigía sin batuta, entonces cada vez que yo terminaba una obra y le llegaba su turno, la tomaba exagerando la cara de asco”, dice mientras imita la mueca del director para hacer reír al público.

“Hablando de batutas, yo tuve un accidente en México que salió en la prensa de todo el mundo”, cuenta. No exagera; fue en marzo de 1974, y la crónica del New York Times salió en portada: “Director de orquesta se apuñala a sí mismo cuando se rompe su batuta en México”.

Esa vez el azar le jugó en contra. Serebrier, que tenía que dirigir Pregón para una Pascua pobre (de Rafael Halffter) ante 180 músicos, llegó a la capital mexicana el día del concierto. Su equipaje no. “Le dije al chofer que me llevaba que no me preocupaba tener ropa, pero sí que me faltara la batuta”, relata. “Él me dijo: ‘No se preocupe, esto es México, acá hay batutas en todos lados’, y me llevó a una tienda en la que vendían unas que eran de metal y no de madera, pero la compré igual”.

En medio del concierto le dio entrada al coro, pero no le hicieron caso. “En un momento dije: ‘¡Ahora!’ y estaba tan compenetrado que la batuta me atravesó la mano”, cuenta. “No dejé de dirigir y logré sacarme un pedazo de la batuta sin parar la música. Seguí los 20 minutos y no sentí nada porque estaba concentrado en la música. El esmoquin me quedó lleno de sangre y cuando terminé y me di vuelta, el público reaccionó como si fuera una corrida de toros”, cuenta. “La del director es una profesión peligrosa. Quizás por eso Stokowski dirigía sin batuta”.

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