IMPERDIBLE
Los cantautores ofrecieron un show de tres horas, con una treintena de canciones, en el marco de un enorme despliegue visual y tecnológico
Ante una verdadera multitud Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina llenaron anoche el Antel Arena de nostalgia y emoción, pero también de buena música y una escenificación profesional y creativa. Acá van cinco claves del éxito de No hay dos sin tres, que este noche da su segunda función montevideana (todavía hay localidades, por Tickantel, desde $ 2020 a $ 5600), y se despide el sábado, con entradas agotadas.
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Carisma, distensión, y profesionalismo
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Anoche el gran estadio de Antel lucía prácticamente lleno, con un aforo para 8200 personas. Y obviamente, es la carrera de cada uno de estos dos grandes cantantes (tantos juntos como por separado), la principal causa de esa gran convocatoria. Pero más allá de todas las canciones que el público conoce (y ama) de ellos, en escena Serrat y Sabina logran crear un clima de informalidad y distensión, en el marco de un show muy profesional. El humor está muy presente, y también un juego con la desacralización de sus propias figuras como artistas. Y si con "Mediterráneo" el espectáculo alcanza uno de sus momentos más altos, también consigue levantar al público de sus asientos con "Y nos dieron las 10". Pero más que medir fuerzas con sus respectivos repertorios, ellos los comparten, concretando una auténtica fiesta musical.
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Más allá de la fama, un show de muy buena música
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Más allá del carisma de Serrat y de Sabina, el show ofrece un largo recorrido por las mejores obras de ellos, con casi 30 canciones, desarrolladas a lo largo de tres horas. Los artistas se presentaron con una banda de una decena de integrantes, pasando por ritmos y géneros diversos, cambiando en muchos casos de instrumentos, para abarcar una paleta de sonidos enorme. Vocalmente, el dúo de cantantes españoles está apoyado por Tamara Barros y Sofía Mohamed, dos voces realmente valiosas. Y como el show es largo, está armado con muchas variantes, que le dan dinamismo. Incluso sobre el final ellos se sientan junto a una mesa, toman algo (Serrat agua solamente) y desarrollan un diálogo humorístico, que sigue la línea de varios pequeños sketches que los cantautores van haciendo a lo largo del show.
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Lo cantado, lo dicho, lo político y lo autobiográfico
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En el show está todo lo que es cantado, que es mucho, pero también lo dicho, que no es poco. Además de las canciones, con su variedad de temas, que van desde el primer amor al mayor desengaño, tanto Serrat como Sabina condimentan la velada con frases, sentencias y afirmaciones que calan hondo en ese público, el de ellos. De entrada, explican que vienen para hacer un paréntesis de la convulsionada Europa, con sus problemas que van desde los Chalecos amarillos a todo el asunto catalán. Y rematan el chiste: para llegar a América Latina, donde están sucediendo episodios como los de Bolivia y Chile. Los comentarios sociales se alternan en el show con anécdotas autobiográficas, en las que, por ejemplo, cuentan alguna historia de una canción. Más allá de todo lo que cantan, No hay dos sin tres tiene mucho también de bromas, cuentos y evocaciones.
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Un despliegue de arte también para la vista
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Si bien el espectáculo recorre muchas canciones (entre ellas varios verdaderos himnos populares) que fueron concebidas hace décadas, el formato escénico es netamente siglo XXI. Tres pantallas gigantes arman el fondo del escenario, donde se despliega todo un riquísimo panorama de gráficos, videos, fotos de época, con un fuerte acento en la creatividad visual. Realmente, para los amantes de las artes visuales, este concierto es imperdible, por todo el arte que ofrece en imágenes, de las más variadas. Proyecciones de edificios, de un bar, de una calle, junto a dibujos y formas abstractas, hacen de No hay dos sin tres una fiesta para la vista, a la que llena de colores y formas valiosas.
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Uruguay presente en el escenario de Serrat-Sabina
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La nostalgia es otro componente clave del show, pese a que ambos músicos parecen no querer caer en ella. Pero la edad de muchas de las canciones, y todo lo que significaron para tantos espectadores, hacen que el show tenga un componente evocativo importante. Eso se acentúa en algunos tramos, como cuando Serrat recuerda su relación con Daniel Viglietti, Mario Benedetti y otras grandes figuras del país. Los nombres de Onetti, Galeano, Zitarrosa, despiertan aplausos en el público. Uruguay y muchas de sus figuras son nombrados varias veces a lo largo de la noche. Hasta en la letra de alguna canción, hicieron alusión al país que están visitando, como guiño de que lo conocen bastante. Incluso Sabina anunció que está componiendo una canción para Montevideo, que es una deuda que tiene con la ciudad, de la que adelantó algunos versos. El show cerró con "Fiesta", otro de los muchos infaltables del repertorio de Serrat. u201cVamos subiendo la cuesta, que arriba mi calle, se vistió de fiestau201d, canta este dúo de grandes artistas españoles, y para los amantes del repertorio de ellos, que es mucha gente, lo que anoche se vivió en Antel Arena fue una verdadera fiesta.