En algún lugar de su futuro, Slash tiene colgado el pendiente de trabajar con el argentino Demián Rugna. Acaba de ver su última película, Cuando acecha la maldad, tan feroz que no logró que su novia pasara más de 10 minutos frente a la pantalla. Le gustó tanto que le escribió a Rugna justo el día antes de la entrevista con El País, para aprovechar su inminente visita a Argentina y coordinar un encuentro. Porque es uno icono del rock and roll, el hombre detrás de algunos de los riffs más populares de su tiempo y uno de los grandes guitar hero de los últimos años, pero con la misma intensidad con la que vive el rock, así vive Slash el cine de terror.
Por eso en marzo de 2023 fundó su propia productora, BerserkerGang, para hacer películas que aterroricen “de verdad”. Por eso, cuando se le pregunta por sus favoritos de 2023, las ideas parecen atropellarse y prefiere soltar lo primero que se le viene a la mente: la película Háblame (ahora en Prime Video), la serie La caída de la casa Usher (en Netflix) y algo con nombre de mujer. “Mierda, no me sale. Soy tan malo recordando nombres...”, escupe.
Desde su casa de Los Ángeles, la ciudad en la que ha vivido tanto tiempo como para haber perdido la objetividad a la hora de elogiarla, Slash atiende a El País para hablar de la gira que lo traerá de nuevo a Sudamérica, y luego de que su equipo prohíba en tres mensajes distintos hacer preguntas sobre Guns N’ Roses.
Fue con ellos, con la pandilla que formó con Axl Rose y que lo convirtió en una especie de superhéroe de galera para toda una generación de rockeros, que volvió a Montevideo en 2022, para tocar en el Estadio Centenario. Su debut local había sido en 2012, en el Teatro de Verano y con el proyecto que acompaña su camino como solista, Myles Kennedy & The Conspirators, el mismo con el que hará su regreso.
Con ellos, Slash —que nació en Inglaterra como Saul Hudson, que es un hombre de perfil tirando a bajo, que tiene 58 años y vive por y para el rock— se presentará el 7 de febrero en el Antel Arena. Vendrá con nuevo disco (4, que incluye una melodía hecha en la región, "Action Speaks Louder Than Words") y algunos clásicos de su historia; quedan entradas en Tickantel, y 2x1 con Club El País. Antes, este extracto de su charla en exclusiva con El País.
—Tu primer show en Uruguay fue en 2012. Decís que no sos bueno recordando, ¿pero tenés alguna memoria clara de aquella noche?
—Sí, fue genial. Era la primera vez y había un público espectacular. He vuelto algunas veces desde entonces. Antes de eso no tenía idea de qué esperar, ya sabes, pero fue genial. Era como si hubiéramos tocado allí antes. Nos sentimos tan bienvenidos y todo, la energía, era realmente genial y estábamos como: ok, entonces este es un lugar al que tenemos que venir, y cada vez que vengamos a Sudamérica, tenemos que asegurarnos de ir a Uruguay. Así que ha sido como si ese período de luna de miel se hubiera extendido.
—Todavía pienso en aquel show como uno de los mejores recitales de rock que he visto, pero no puedo explicar por qué. Es como una sensación, una cuestión de energía. Habiendo vivido esta vida de giras y shows durante tanto tiempo, ¿cómo podrías describir vos ese eterno poder del rock?
—Esa energía que sucede, esa especie de energía animal desenfrenada que se produce entre una banda que ofrece su música y una audiencia que está devorando totalmente esa música y obteniendo esa energía, eso es todo. Quiero decir, en lo que respecta al rock and roll, en términos de música y audiencias en vivo y todo eso, se trata realmente de ese tipo de interacción primaria entre la banda y la multitud. Y cuando realmente está sucediendo eso al cien por ciento, ese tipo de poder puro entre la multitud y la banda que es casi como si pudieras encender un fósforo con él, de eso se trata. Es tan orgásmico como el mejor sexo que puedas tener. Y puedes hacerlo todas las noches cuando estás de gira. Así que vivo para hacer giras porque ahí es donde realmente ocurre la música para mí. El resto, ya sabes, cuando estoy en casa y estoy grabando y se me ocurren nuevas ideas y estamos ensayando y haciendo un álbum, es genial porque musicalmente es muy gratificante y enriquecedor. Pero al final del día, se trata de llevarlo al escenario y entregárselo al público. Por eso me encanta tanto hacer giras, por eso toco la guitarra. No es tanto que me guste tocar la guitarra. Puedo tocar la guitarra en casa todos los días, y lo hago. Pero en el fondo, siempre es un medio para lograr un fin, que es salir a tocar.
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—¿Y cuál es tu primer recuerdo de una guitarra? ¿Hay algo de lo que sentiste la primera vez que viste o tocaste una que sigue en la persona que sos hoy?
—Era niño. Mi padre era un gran entusiasta del rock and roll y mi madre, mi madre y mi padre trabajaban en la industria musical y alrededores. Así que me enganché a la guitarra muy, muy joven. Todavía vivía en Inglaterra y estaban los Kinks, los Who, los Yardbirds y los Stones. Y estuve expuesto a la guitarra bastante temprano. Pero a medida que fui creciendo, iba a clubes con mis padres y veía actuar a artistas o iba a sesiones en estudios de grabación. Y solía excitarme mucho con solo ver el equipo configurado, las guitarras, la batería y esas cosas. Y hasta el día de hoy me sigue fascinando. Pero realmente me encantaba, tengo recuerdos muy claros de ver las guitarras allí paradas antes de que alguien subiera al escenario a tocarlas y era realmente emocionante para mí. Por eso siempre me ha emocionado ver una guitarra, hasta el día de hoy. Las guitarras son una gran excitación.
—¿Con cuántas girás habitualmente?
—Eso depende. Quiero decir, para los Conspirators es menos que para Guns N' Roses. Con Guns N' Roses hay como 18 o algo así. Pero para los Conspirators es un poco menos. Y en esta gira en particular estoy tratando de reducir la cantidad a solo las guitarras que realmente necesito, en lugar de traer otras solo porque quizás podría usarlas. Que lo hago, porque me encanta rodearme de guitarras y llevo un montón que ni siquiera voy a tocar, solo porque me gusta verlas. Sí, le da más trabajo a mi técnico de guitarra y ocupa un montón de espacio en el camión, así que estoy tratando de ser disciplinado (se ríe).
—Por todo esto que charlamos, hay un montón de gente que te considera como una representación misma del rock. Entonces me pregunto, ¿cuál es la cosa menos rockera que hay en tu vida?
—¿La menos? No sé (se ríe). Es difícil de responder... Creo que una de las cosas que se me ocurren es conducir hasta un concierto en tu propia ciudad. Me acuerdo que fui a ver a Tom Petty al Hollywood Bowl hace como 10 años, y cuando terminó el show, salí al estacionamiento y vi este Rolls Royce. Creo que era rosa o algo así. Y yo pensé, ¡¿de quién es ese auto?! Y era de Tom Petty, que vivía en Encino. O sea que se subió a su auto, condujo hasta el concierto, tocó frente a toda esa gente, regresó a su coche y se fue a casa. Y para mí, quiero decir, esa es probablemente la mejor manera de ir a un concierto en tu ciudad, pero al mismo tiempo, no se parece en nada al rock (se ríe). Y hay un montón de porquerías domésticas que no se sienten para nada rockeras. Pero siento que el rock es una parte inherente de esta entidad viva y respirante que eres. ¿Sabes a qué me refiero? Estás hecho de eso.
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Las claves de su dupla con Myles Kennedy
A capítulos narrados con Guns N’ Roses, Slash’s Snakepit o Velvet Revolver, entre tantos otros proyectos, Slash lleva 12 años agregando una historia con Myles Kennedy and the Conspirators, la formación con la que despunta sus vicios más personales. Es el marco en el que hace un hard rock crudo, que se permite errores y desprolijidades en pos de una energía honesta y arrolladora.
“Creo que inicialmente lo que me atrajo hacia Myles fue que tenía una voz fantástica. Y es muy honesto. Es una voz muy sincera”, dice a El País. “Ya sabes, en el rock and roll hay muchos tipos que intentan sonar duros, o intentan gritar o poner lo que creen que es una voz de rock and roll, y eso yo lo noto de inmediato. Pero cuando escuché a Myles tenía ese rango y tono realmente sincero, hermoso. Y cuando lo conocí resultó ser un tipo muy agradable, muy sencillo. Así que lo acepté de inmediato solo porque, en cierto modo, era parecido a mí: habla suave, no intenta ser un personaje ruidoso. Y además es guitarrista”.
“Es fácil trabajar con él. Si a mí se me ocurre una idea musical, nueve de cada 10 veces, a él se le viene algo genial, una idea que es realmente buena y que a mí nunca se me habría ocurrido”, elogia.
Con todo eso, Slash dice que se lo siguen pasando bien, y que esta vuelta a Montevideo con The River is Rising Tour es “realmente emocionante”, ya que, pandemia mediante, no salen a tocar así desde 2019. ¿Qué traerán? “Bueno, todo música polka”, dice entre risas. “No, vamos a tocar un montón de cosas de este disco 4 que lanzamos hace un par de años. Y luego tendremos algunas de las viejas favoritas, un par que no hemos tocado en mucho tiempo y otro par que nunca antes habíamos tocado”. Promete algo bueno.