ENTREVISTA EXCLUSIVA
El mexicano graba disco en Montevideo junto al productor español Antonio Ferrara. En charla con El País habló de su proyecto y de cómo Uruguay lo arropó
Este contenido es exclusivo para nuestros suscriptores.
Que pasea por Punta del Este. Que viene a Montevideo desde el balneario top solo para probar un afamado chivito. Que se compró una casa. Que baila en la fiesta Bresh y que llega al teatro para ver un unipersonal de la actriz Florencia Infante, quien alguna vez fue integrante de su entonces emergente club de fans. Que graba con Francis Andreu y, por último, que es el primer participante que revela su cara en ¿Quién es la máscara?, el reality show de Canal 12.
Desde que apareció en suelo uruguayo en enero de este año, de Cristian Castro se ha dicho mucho. Mucho, bastante, salvo dos cosas: que eligió este país porque hacía tiempo que un lugar físico no lo arropaba tanto, y que su nuevo disco decidió grabarlo en Montevideo.
En eso está cuando recibe la visita de El País, a las tres de la tarde del último lunes de abril, y luego de un intercambio de mensajes y llamadas que llevó unas cuantas aclaraciones, todas relacionadas al abordaje de su vida personal. De saco, corbata y con un gorro negro que le cubre el pelo platinado, el mexicano saluda, la voz tímida y moderada, y se excusa antes de salir en busca del almuerzo.
Y ahí está. Cristian Castro, una de las grandes estrellas de la música pop latinoamericana, el de “Lloviendo estrellas” y el de “Azul”, el de “Volver a amar” y “Nunca voy a olvidarte”, el de “Lloran las rosas” y el de “Por amarte así”, camina de traje por las arboladas veredas de Punta Gorda y vuelve con tres empanadas que comerá de pie, al costado de una mesa.
La última vez que estuve en el estudio Mastodonte fue para charlar con Buenos Muchachos, una de las bandas más personales del rock uruguayo, sobre un disco llamado Vendrás a verte morir. El cuadro, ahora, es totalmente inusual.
Productor español y disco montevideano
Antes de llegar a Uruguay, Castro recorrió Europa en busca de un nuevo productor artístico, musical, y se encontró con Antonio Ferrara, que lo conquistó con una familia humilde, un plato de pasta y las muchas canciones que tenía guardadas en algún cajón.
Ferrara, también músico y compositor, había hecho temas para Manuel Carrasco, Malú o Sergio Dalma, y venía de trabajar por años para la versión española de Operación Triunfo, cuando aceptó el desafío de trabajar con Cristian Castro.
Tenía pendiente un proyecto con un artista de una escala así de internacional, pero no imaginaba que la aventura iba a empezar como un álbum para desarrollar en su propio estudio, y que iba a terminar con su primer viaje transatlántico y un largo mes en Uruguay.
“Cristian me volvió un poco loco al principio con el disco que quería hacer”, confiesa Ferrara a El País, “pero cuando lo empecé a conocer me di cuenta de que estábamos en el camino correcto, porque es camaleónico al cien por ciento. Es como el Lady Gaga del pop latino”.
Esa definición es, en esencia, la columna vertebral de un álbum extenso (alrededor de 20 temas) que transitará la balada, el pop bailable, el country, el metal gótico y el glam rock, “un rollo Il Divo”, el aire sinfónico, la rumba española y así. “Creo que nunca se ha visto un Cristian tan abierto musicalmente, tan colorido”, afirma Ferrara.
Luego, Castro dirá: “Nunca he tenido ganas de tener una sola línea, no me defino así, por eso veo este eclecticismo como algo muy natural. Desde chico, ¿eh? Desde mi primer disco, Agua nueva (1992), ya hay contrastes eclécticos. Porque el contraste es muy saludable”.
Y también dirá que Ferrara, junto con el uruguayo Gastón Ackermann que se convirtió en la tercera pata de este proyecto, le han dado la oportunidad de creer. “De ordenarme, y sobre todo de creer en mí”.
Un futuro con "menos estrés y más música"
En algún momento de la visita de El País, Ackermann —músico, director de Mastodonte y productor de varios discos de Buenos Muchachos— recordará la primera vez que Cristian Castro llegó a su estudio, en compañía de la cantante Francis Andreu. Relatará que se sentó en el sillón de varios cuerpos, frente a la consola, y que dijo una y otra vez que estaba “a gustito”.
Ese sillón, ese instante, esa suerte de enamoramiento, tienen que ver con la sensación de arrope que Castro describe así: “El tiempo tiene muchas horas. Tiene las dos de la mañana, las cuatro de la tarde, las 12 de la noche, la madrugada, y digamos que en Estados Unidos, a cierta hora no me gustaba estar ahí: eran las cuatro de la mañana y me sentía muy solo, luego llegaban las 10 y estaba bien, y luego a la una otra vez mal. ¿Y qué pasa en Uruguay? Pasa que a las dos estoy bien, a las cuatro también y a las tres de la mañana, que me despierto y es una hora desolada, ni en ese momento siento desolación”.
También la explica así: “En Estados Unidos de pronto siento un desarrope del propio lugar, y así en otros lugares. Entonces llego a Uruguay en el verano y duermo bien, me siento bien, como bien, siento una armonía y digo: caray, ¿qué está pasando? Ya entró el otoño y todo el mundo me dice que me vaya, que me va a agarrar el invierno, que es terrible, ¡unos dramas me ha hecho la gente uruguaya! Pero yo digo: si supieran que realmente no es el invierno o el verano, lo que importa es que donde estés, en cada hora, se sienta que te está arropando... Y eso siento”.
Para Cristian Castro, esta historia con Uruguay es una forma de volver “a lo latino”, tras haber dejado Ciudad de México cuando era adolescente y tras haber pasado 30 años en tierra estadounidense.
Y es proyectar una nueva historia.
“Voy a vivir acá siempre”, dice sin titubeos. “La verdad es que ya no me interesa tanto ser músico internacional, lo declaro ya. Me gusta mucho viajar y todo, pero quisiera ser un músico local en Uruguay, tratar de encontrar un rincón y tocar en un restaurante, un bar, un centro de espectáculos. Me encanta presentarme en Washington y New Jersey y Nueva York... No es que me gusta, creo que me gustó mucho. Hoy ya sacié mi hambre de ir a todas partes; lo que no tengo saciado es eso de ser un músico local, y eso me pone triste, que en ningún lugar realmente me he convertido en un artista de ahí. Y lamentablemente no puedo ser local en mi país porque ha habido muchas dificultades con la seguridad, pero noto que acá me voy a poder bajar del auto y entrar al lugar a cantar, que es lo único que busco”. Entonces ríe, sonríe: “Ya con eso estoy supercontento”.
"Voy a vivir acá siempre. La verdad es que ya no me interesa tanto ser músico internacional"
Con una convicción sostenida, Castro profundiza en esa idea como si el éxito, hoy, nada tuviera que ver con aquella imagen de estar en la cima.
“Siempre he querido esto y llegó el momento de proponérmelo y de lograrlo: voy a lograr, ojalá, ser un cantante local acá en Uruguay. Creo que el éxito se puede hacer así. Voy a buscar un nicho para establecerme con un trabajo más constante, donde pueda cantar sin necesidad de cobrar lo que a veces se cobra”, dice. “Relajarme también en ese aspecto, porque creo que muchos cantantes estamos muy inflados en la monetización de nuestro trabajo, y eso también ha llevado al caos en la industria. Es un poco abominable la idea de que para todo se precise tanto dinero. Y creo que con todo más moderado se puede avanzar más, en estos momentos y en mi perspectiva. Ya avancé en el terreno fuerte, me gustó mucho, y ahora avanzar moderadamente me va a traer menos estrés, que es lo que quiero. Menos estrés, y si se puede, más música”.