Tocaba en "El show del mediodía", grabó un disco de candombe que fue premiado y 30 años después llega al vinilo

Ricardo "Tucuta" Soto es el líder de Ladyjones, el grupo que en 1995 triunfó en el "Encuentro de Música Instrumental" y lanzó un disco que ahora se reeditó en vinilo. Mañana se presenta en la sala Hugo Balzo.

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Ricardo "Tucuta" Soto.
Foto: Natalia Rovira.

El disco debut de Ladyjones es una rareza musical que estaba ahí para ser descubierta. En Aquemarropa, lanzado en 1996, las influencias del Miles Davis de los ochenta se cruzan con los tambores de Barrio Sur, y el funk rabioso se fusiona con jazz afrocubano de Dizzy Gillespie y Chano Pozo. Son 12 composiciones instrumentales con títulos sugerentes como “Pa’elante”, “Funky retemplado” y “Ta’blando”, que adquieren una nueva vida tras reeditarse en vinilo. El grupo lo presentará mañana, junto a invitados, en la sala Hugo Balzo.

El origen del proyecto está en manos del guitarrista Ricardo “Tucuta” Soto, quien fundó Ladyjones a finales de los ochenta como un escape de su rutina como músico de boliches y fiestas, donde tocaba éxitos de Roxette y Edoardo Bennato, y hasta interpretaba música judía. También era parte de la orquesta de El show del mediodía, el clásico televisivo de Cacho De la Cruz.

“Mi terapia era juntarme con amigos a tocar los domingos”, le cuenta a El País. “Hacíamos un fueguito, tomábamos un vino y tocábamos hasta exorcizarnos”. Aquel primer repertorio incluía composiciones de Hermeto Pascoal, Edu Lobo y Paquito D’ Rivera, aunque el protagonista era Miles Davis. El grupo era tan devoto a los discos You’re Under Arrest, Tutu y Amandla, que durante un tiempo se llamó Mandela Miles. “Pero no era tan nacionalista”, admite Soto. “Después pasamos a ser los Ladyjones, que también tiene una cosa de querer ser internacional, aunque sea en un inglés quechua”, suma con una carcajada.

Es que su nombre, que a primera vista se ve como la búsqueda de la sofisticación inglesa, parte de un chiste interno. Eran tan quisquillosos con los detalles de cada arreglo musical que se autopercibían unos “ladillones”. Soto se ríe al recordar que para recrear el sonido de Davis en You’re Under Arrest o de los discos de Santana, los 10 músicos de Ladyjones se juntaban en la casa de Soto para ver VHS de shows en vivo de cada artista. “Así fuimos juntando los instrumentos que tenían”, cuenta.

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El grupo Ladyjones.
Foto: Gentileza Ladyjones.

Cuando Soto empezó a componer se basó en sus influencias musicales y las fusionó teniendo al candombe como eje. “Yo toco el tambor desde los 4 años, y a las 12 empecé a construirlos”, cuenta el músico, que también salió en comparsas como Morenada, Los Esclavos de Nyanzá y Las Alas Negras. Sus primeras canciones surgieron en un lugar que más adelante se volvería canción de Aquemarropa: la Rambla y Ejido. “Me iba con mi reposera a un lugar que se llama ‘El pozo de los viejos’, donde el agua es clarita entre las rocas y no se escuchan los autos que pasan. Es como entrar a otra dimensión”, cuenta.

Ese lugar es tan importante para el músico que, además de mantener la costumbre de escribir allí, la contratapa de Aquemarropa muestra a los Ladyjones posando entre las rocas.

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Contratapa de "Aquemarropa".

El disco que ahora llegó al vinilo se grabó en vivo en los estudios IFU. El proceso implicó tomó dos años —desde noviembre de 1994 hasta mayo de 1996—, pero no porque el grupo se demorara con las 11 canciones. El contratiempo era económico. “Yo trabajé en la reforma de los estudios, y arreglé para que me descontaran las horas que me iba a llevar grabar”, cuenta.

La primera tanda fue de cinco canciones, y para evocar el clima que reinaba en aquellos primeros encuentros domingueros en la casa de Soto, al músico se le ocurrió cambiar todas las luces del estudio. “Llevé bombitas de colores porque no podíamos grabar con abajo de un foco de luz”, cuenta. “El técnico Daniel Blanco me decía que estaba loco porque esos colores no quedan en el disco, pero yo le decía que eso quedaba en el espíritu de las canciones”.

Aquemarropa quedó en pausa porque Soto debía dinero al estudio. Por un momento pareció que el disco no se iba a terminar, pero en 1995 se lanzó un concurso que cambió esta historia: era la segunda edición del Encuentro de Música Instrumental, que organizaba la Intendencia de Montevideo. Soto se había anotado a la primera, pero no quedó entre los finalistas. “Pensé que estaba arreglado, pero cuando vi que Federico García Vigil, Osvaldo Fattoruso y Alberto Magnone iban a ser jurados, no lo pensé y me presenté”.

La competencia era exigente e incluía a propuestas como el Cuarteto Zitarrosa, Paco Mañosa, Malena Morgan, Popo Romano y Pepe González, pero luego de tres instancias de recitales, los Ladyjones se quedaron con el premio. En uno de esos shows estrenaron “Místico”, su canción más reconocida, que grabaron con el célebre violinista Federico Britos.

El encuentro surgió gracias al legendario Mario “Chichito” Cabral, quien era amigo de Soto e incluso puso su voz en “Tambor tamborcito”. Llevó a Britos —que es uruguayo pero que vive en Estados Unidos hace décadas— a ver a una actuación del grupo en un boliche del centro. Incentivado por Cabral, el violinista subió al escenario y se ganó al grupo senguida. “Era como ver a Jean Luc-Ponty”, define Soto.

Antes de que se volviera a Estados Unidos, Britos le puso su sello a “Místico”, que primero salió en una recopilación de Ayuí con todos los finalistas del concurso (Música instrumental uruguaya, 1996), y luego fue parte de Aquemarropa, que se terminó de pagar gracias al dinero del premio. “Apenas cobré fui directo a llevar la plata al estudio”, cuenta.

Unos meses antes de la edición de su debut, Federico García Vigil convocó al grupo a ser parte de la Orquestombe con la que la Orquesta Filarmónica de Montevideo presentó ocho conciertos. “Fue increíble”, recuerda Soto, quien cuenta que luego Ladyjones salió de gira por Austria y Suiza. Aquemarropa se publicó a través de Ayuí en medio de ese ritmo vertiginoso de shows, pero aunque generó devoción entre colegas y melómanos, se hizo difícil que el proyecto fuera redituable.

“Quedé con un surmenage después de tanto tiempo arriba de la producción, así que me tomé un año sabático”, cuenta sobre la pausa que llegó tras el estreno de la suite “Guardián africano” en 1999. Tiempo después, el grupo se rebautizó Tucuta & Nyanza, exploró nuevos sonidos y dejó de ser exclusivamente instrumental. "Somos los mismos músicos, pero este nuevo nombre me permitía hacer algunas versiones de candombes de Jorginho Gultarte y Jaime Roos, y tocar en candombailes", comenta sobre el grupo que en 2014 grabó una impredible participación en el ciclo Autores en vivo.

Ahora que Soto reeditó Aquemarropa en vinilo a través de su sello, Tucuta Records, la banda volverá a tocar bajo su nombre original. Y lo hará mañana en la sala Hugo Balzo con un show que será un repaso y una reafirmación de su historia.

La reedición de "Aquemarropa" en vinilo

La reedición en vinilo de Aquemarropa parte de una remasterización del disco realizada por Luis Restuccia y Oscar Pessano. "Ahora suena como lo grabamos", asegura Soto. "Como estábamos en ronda, aparece el tambor chico atrás de mi oreja, el piano adelante y el repique al costado. Ese sonido envolvente fue el que teníamos al grabar todo en vivo, y con esta remasterización se genera un sonido envolvente".

La reedición en vinilo cuesta 1800 pesos y se puede pedir a través de la cuenta de Instagram del grupo (@ladyjones_project). Quienes compren su copia antes del show, recibirán una entrada de regalo para el concierto de este martes en la sala Hugo Balzo.

Para los que solamente quieran ir al show, las entradas se venden en Tickantel y cuestan 500 pesos. Hay 2x1 para socios de Club El País. Además de los 10 músicos de Ladyjones, el espectáculo tendrá como invitados al humorista Sebastián Almada y a los bailarines Bernardo Maciel y Johanna Suárez. El cierre estará a cargo de la comparsa Batea de Tacuarí, a quien Soto le dedicó la canción homónima de Aquemarropa.

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