"Traidores fue como mi escuela"

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Pablo Dana. Foto: Marcelo Bonjour
Nota a Pablo Dana, musico uruguayo, ND 20160629, foto Marcelo Bonjour
Archivo El Pais

Tocaba piano desde chico, pero cuando con Víctor Nattero decidieron hacer una banda y apareció Juan Casanova en escena, al Pato Dana no le quedó otra que tocar el bajo.

Con ellos tres y Marcelo Oliveira, Traidores se presenta hoy y mañana a las 21.00 en La Trastienda —quedan las últimas entradas para mañana en Red UTS—, excusa para hablar con Dana de una banda clave del rock posdictadura, de su paso por Níquel, de sus años en México y de la insistencia con Pólvora en Chimangos, su propia banda.

—¿Cómo te has sentido con esta vuelta de Traidores?

—Bien, estoy acostumbrado ya (se ríe). Había habido un reencuentro con el acústico, pero esto es muy natural.

—Pero esta vez parece distinta la vuelta, porque hicieron tres fechas en Bluzz en abril y ya están tocando de nuevo.

—Son consideraciones que no deben ser hechas. No puede ser repetible, somos otras personas con otras expectativas y consideración, quiero creer, de cómo nos relacionamos. Algo tiene que haber cambiado.

—Cuando se juntan a ensayar, ¿es como siempre o ahí también hay algo distinto?

—Es muy loco, algunas cosas van exactamente a donde estaban. Nosotros nos divertíamos mucho en aquella época, estábamos muy unidos. Éramos como una secta, lo que no quita que tuviéramos nuestros intercambios de opiniones. Pero en la general de la ley, todo era muy islámico (se ríe).

—Y eso sigue estando, aunque ya no funcionen como secta.

—Es más como culto. Pero lo que conecta volvió a conectar.

—¿Ves a Traidores como banda de culto, o no te gusta el uso de esa expresión?

—Es una banda de culto. Puede no gustarme el concepto, pero entiendo exactamente cómo se cultivó. Traidores aparece y desaparece, toca y se retira, nunca se va del todo y nunca regresa de todo y eso le da misterio. Todo ese tiempo de abstinencia favorece el culto, y después hay muy buenos temas que hicieron una conexión muy especial con la gente.

—En esos períodos de abstinencia, ¿tu relación con la música de Traidores cómo es?

—Cada tanto te viene una cosa de: "¿cómo era aquel tema?", o alguien postea algo y te acordás. Ahora me pasó volviendo a escuchar el material, que definitivamente no me acordaba que existía "Tus manos".

—En Bluzz contaste que Víctor Nattero fue quien te dio las primeras lecciones de bajo.

—¡Pero claro! Yo era pianista, en realidad. Con Nattero veníamos tocando de antes en unas bandas muy misteriosas e innombrables, nos había presentado un amigo en común.

—¿Cuántos años tenías?

—Demasiados (se ríe). Estamos hablando de 1981, 1982, así que tenía 17 o 18 años, por ahí. Cuando empezamos a cambiar la idea —lo nuestro era más new romantic— entra Juan y parecía natural que tocara el bajo. Pero no le quedó cómodo y se decidió que si él cantaba y yo tocaba el bajo, solo había que conseguir un baterista.

—¿Y cómo pasás de eso a ser un bajista respetado dentro del rock uruguayo?

—No soy un bajista respetado. Soy un bajista que estuvo demasiado tiempo para no ser tenido en cuenta, supongo.

—¿Cómo llegaste a Níquel?

—Traidores fue invitado a un show de ellos en Laskina y quedamos conectados. Después me empezaron a invitar, y hubo un tiempo que tocaba en Traidores y de invitado en Níquel. Me voy de Traidores y un día me dijeron que querían hacer cambios en la banda, entonces entré. Fue un duro aprendizaje, los tipos tenían una ética de trabajo intensa y una exigencia a la que me tuve que hacer de nuevo.

—¿En Traidores no era así?

—Era distinto, no es que éramos superpermisivos.

—Supongo que los públicos tampoco eran los mismos.

—No, salvo raras excepciones. Para mí fue algo nuevo porque la gente que seguía a Níquel no tenía problemas en que yo viniera de Traidores.

—¿Y los seguidores de Traidores cómo reaccionaron?

—Varios me recriminaron, tiempo después. Cuando Níquel empieza a tener relevancia yo empiezo a recibir dedos en alto, como qué bien la había jugado. En realidad, lo mío fue como si me hubiera ido de un cuadro de la A a la B, porque Traidores estaba muy bien posicionado a nivel público y discográfico. Pasa que cuando me voy a un cuadro de la B, ¿a dónde me voy? Justo a Plaza Colonia, porque ellos tenían claro que había que laburar. ¡La cantidad de veces que tocamos gratis no tiene nombre!

—¿Qué te dejó Níquel?

—Un montón, es un lugar. Yo regresé de México en 2014 y cuando hablamos con Jorge Nasser siempre recordamos mucho, sacando cuentas. Si Traidores fue como mi escuela, Níquel fue la universidad.

—¿Fantasean con volver?

—¿Con Níquel? Se ha hablado del tema y puede estar muy divertido, pero nada más.

—¿Cómo ves a Níquel hoy?

—Lo de Níquel estaba enfocado en hacer trascender al rock a estratos distintos, salir de un ghetto en el que estaba encerrado. Se trataba de: debe haber alguien ahí al que le gusta el rock, y otro que no sabe.

—¿Pólvora en Chimangos en qué momento nace?

—Siempre compuse temas para mí, en Traidores figuro como autor pero nunca compuse específicamente. Tan así es que el tercer disco del que participo, no figuro como autor porque me voy antes. Ellos editan el disco y si te vas, rompés el trato; en ese momento me calenté, pero ahora veo que no tenía razón. Al final de Níquel los temas se habían acumulado y con Roberto Rodino, el último de los bateristas con que toqué en Níquel, en 1997 nos vamos de la banda y empezamos a juntarnos, a tocar y a sacar cosas nuestras. Así fue saliendo, con esa sensación de: "tanto tiempo gastando pólvora en chimangos", en el sentido de cómo uno se posterga por una causa. Porque yo me entrego así en cada banda que estoy.

—Y siguen siendo soldados de Pólvora en Chimangos.

—Loquísimo. En 2001 nos fuimos a México y estuvimos tres años haciendo lo imposible porque una música como la nuestra se escuchara. Ahí hicimos pausa y nos dedicamos a sobrevivir. Fue muy divertido, yo arranqué tocando covers con un asco que me revolvía las tripas, y allá tuve que aprender la verdadera gracia.

—¿Y cuál era?

—Pasarla bien. Vos dirás: "pero tocando tus temas la pasás bien". ¡No! Estás preocupado de que a la gente le guste, que la ejecución sea buena. Cuando empecé a tocar covers me di cuenta que podía liberarme de eso; qué excelente lección.

—Siendo parte de dos bandas de peso, con un proyecto personal y 13 años en México: ¿cómo ves la música nacional?

—Siguió el curso que siguió. Todos los "hubiera" son incomprobables. Pero el rock logró instalarse y generar infraestructura, y eso es bueno.

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Pablo Dana. Foto: Marcelo Bonjour

PABLO DANA

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