Vicentico habló con El País: "Hay un cambio infinito en mi modo de encarar la música"

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Vicentico. Foto:  Difusión.

ENTREVISTA

Antes de su show del jueves en el Antel Arena, el músico argentino dialogó con El País sobre "El pozo brillante", la nueva faceta de su carrera y su relación con Uruguay

Gabriel Fernández, mejor conocido como Vicentico, debería haber cantado en el Antel Arena en mayo del 2020. Sin embargo, la irrupción de la pandemia del coronavirus obligó a un cambio abrupto en sus planes. El show quedó en suspenso, pero el argentino aprovechó ese tiempo para terminar El pozo brillante, el álbum que publicó en junio.

“El disco parte de mezclar la música que tengo adentro y de las influencias de los sesenta con los sonidos de la compu”, le había comentado a El País días después de su salida. “Parte de mi entretenimiento es buscar luz y jugar mucho, y en este disco quería ver qué pasaba”. Y tanto el juego como el experimento son parte de ese trabajo que lo aleja del sonido hitero que definió a los clásicos “Solo un momento”, “Los caminos de la vida” y “No te apartes de mí”. Es, junto a La salvación de Juan y Solo —el álbum que publicó en 2016 junto a Los Fabulosos Cadillacs— la búsqueda más madura y libre de su carrera.

El músico de 57 años celebra su versatilidad en “Freak”, fusiona trap, flamenco y chá chá chá en “Rima” y hasta mezcla elementos de la música hindú con ritmos bailables en "¿Quién sabe?". También es una especie de manifiesto de la nueva etapa de su vida: la búsqueda del hit dejó de ser su objetivo. Eso no le quita interés al disco; es más, se trata de uno de los mejores trabajos de su carrera. Incluso le valió dos nominaciones al Grammy Latino: mejor álbum de rock y mejor canción de rock por “Ahora 1”, inspirado en las playas uruguayas.

Y mañana, a las 21.00, lo presentará en el Antel Arena para, finalmente, reencontrarse con el público que se quedó con las ganas de verlo en 2020 (últimas entradas en Tickantel).

Sobre su regreso a Montevideo y la nueva faceta de su obra, Vicentico dialogó con El País.

—Mañana vas a presentar El pozo brillante, tu nuevo disco, en el Antel Arena. ¿Cómo es la experiencia de volver a los escenarios después de casi dos años?

—Es alucinante. Hasta que uno no está en el escenario, no se da cuenta de la falta que nos hacía ese encuentro. Primero, por volver tocar en vivo después de dos años, y luego por compartir con amigos de nuevo. Igual, aunque es muy lindo, también me agarra mucha fobia toda la situación. Es que uno se acostumbra a no hacer nada, que también es hermoso (se ríe). Me gusta mucho la vagancia y me parece una práctica resaludable, aunque siento que tocar es, además, una forma de no hacer nada porque es un disfrute. Está buenísimo y me da muchas ganas. Preparamos un concierto muy diferente a lo usual porque solo somos tres músicos, estamos montados sobre máquinas y es muy audiovisual. Este es un espectáculo recontra armado que tiene su cuento y que nos llevó seis meses de preparación. Ya lo presenté cuatro veces en Buenos Aires y la gente que entra en este viaje se re copa, aunque hay otra que no entiende mucho lo que está pasando (se ríe).

—Ese viaje audiovisual se relaciona mucho al abordaje de tu último disco, que está lleno de climas y detalles que crecen en cada escucha. Pero, ¿cómo se adaptan las canciones de tus trabajos anteriores a este formato?

—El primer concierto fue rarísimo porque tocamos sin baterista, entonces tenés que estar muy atento y concentrado. Aunque me cueste mucho porque me disperso fácil, eso me obliga a tener otra postura. Respecto a las canciones viejas, en realidad cuando las tocás en vivo dejan de ser viejas o nuevas porque el concierto tiene algo instantáneo que no tiene nada que ver con los discos. Pero es verdad que toman otra forma, en todos los sentidos. Para mí es superinteresante lo que estamos haciendo porque hay un cambio que nos hace concentrarnos todavía más en las canciones.

—La última vez que hablamos, mencionaste lo mucho que te cuesta escuchar tus primeros dos álbumes solistas porque no te gusta tu forma de cantar en ese momento. ¿Cómo cambió la relación con tu voz en estos años?

—Cambió mucho. Primero por la edad, pero también porque descubrí distintos modos de encontrarme como cantante. El oficio de cantor se aprende con los años y uno nunca deja de tomar cosas. A medida que pasan los conciertos, voy buscando un modo diferente de cantar para darle otro color a la voz. Ahora sé que si quiero hacer algo en un momento de la canción lo puedo hacer, pero antes cuando tenía una idea no me salía por estar apurado. Tiene que ver con la ansiedad, pero hay que saber anticiparse antes de tirarse a lo que querés hacer. Parece que estoy hablando de genialidades, pero son boludeces (se ríe), pero el artista que lo hace se siente mejor.

El cantante Vicentico. Foto: Difusión
El cantante Vicentico. Foto: Difusión

—Podrá parecer algo lógico, pero toma toda una vida descubrirlo. Como oyente, siento que fue en Solo un momento cuando realmente te sentiste cómodo cantando. ¿Estás de acuerdo?

—Sí, ni hablar. Eso tiene mucho que ver con trabajar con productores de los que aprendés en montón, que funcionan como un buen técnico en el fútbol. Si uno está con la cabeza abierta y no tiene problemas de egolatría, eso ayuda un montón a crecer. Y desde el primer disco (Vicentico, 2003) hasta acá, hay un cambio infinito entre estilos y en modo de encarar la música. Mis primeros dos discos me gustan pero, en algún sentido, siento que están agarrados; no los siento sueltos, es como que está todo un poco temeroso... Bah, en realidad no sentía ningún temor, pero viéndolo a la distancia, las canciones no están llevadas al máximo porque hacía lo que me decía el productor y estaba demasiado ocupado en que todo saliera bien. Eran preocupaciones más infantiles, pero igual quiero a esos discos porque son parte de mi camino.

—La propuesta de El pozo brillante, que muestra tu lado más experimental, inevitablemente te lleva a un nuevo público. En la presentación de Solo un momento las mujeres te gritaron durante todo el show; no creo que ahora haya espacio para que alguien grite: “Vicentico, te amo” mientras cantás “No tengo”. ¿Cómo analizás ese cambio?

—(Se ríe) Sí, te entiendo y a la vez trato de entender ese modo de comportarse, que no es otra cosa que un cariño que agradezco de forma infinita. Pero las cosas van mutando y las edades cambian. Igual no me fijo a quién está dirigido el espectáculo porque sería ridículo, pero sí me gusta hacer concierto para que la gente disfrute. Capaz hay algunos que les encanta este viaje y otros quedan sin entenderlo. Igual no creo que pase porque nuestro interés es comunicarnos con el público, no hacer algo cerrado.

—Lo menciono porque tus últimos discos estaban llenos de éxitos y ahora decidiste que El pozo brillante no tuviese hits evidentes; se trata de un viaje profundo.

—Sí, es igual que con La salvación de Solo y Juan, de los Cadillacs: nuestro nivel de megalomanía es tan alto que creemos que lo va a entender todo el mundo, pero después nadie entiende. Lo digo en chiste porque la apuesta siempre es ser comprendido, pero a esta altura no es algo cuantitativo; con que te entienda uno ya está cumplida la misión. Justo estamos en una época en que lo que más se busca es ver cuántas visitas tiene tu canción, y si son muchas es que sos bueno, sino no. Es una pavada porque así no funciona la música; tiene que ver con cómo nos entendemos y conectamos.

—¿Qué te motiva a escribir en este momento de tu vida?

—Tengo claro que necesito hacer discos, pero no tengo demasiado claro lo que quiero contar. Básicamente, me interesa ver que hay respeto del otro lado. Más allá de estar rodeados de gente, todos los humanos estamos solos y es por eso que surge mi interés por ver qué pasa del otro lado:si sentimos lo mismo o si la vida es igual para todos. Será un poco raro y trillado, pero para mí es honesto.

—“Ahora 1” y “Ahora 2” están inspirados en paisajes uruguayos. Incluso, la última vez que hablamos dijiste que Uruguay es tu “segunda casa”. ¿Cómo definirías esa relación?

—Cuando digo que Uruguay es mi segunda casa, es un modo decir algo. La verdad es que no me importa si es Uruguay, Argentina o lo que fuese, pero sí siento que hay lugares uruguayos que son míos. Me pasa con playas y rocas de allá: son espacios que conozco solo yo aunque sepa que hay mucha gente que pasa por ahí. Y El pozo brillante tiene atardeceres, mucho del mar, del campo y de la mezcla salvaje entre el campo y la playa de allá. Además tengo muchos amigos, así que siento que Uruguay es mi lugar. Cada vez que estoy por tocar en Montevideo, enseguida pienso: “Qué bueno, me voy a ver con tal”. Y más allá del show, sé que me voy a juntar con ellos para pensar en el partido de fútbol que vamos a jugar en el verano, vamos reservando las canchas. Ese es mi plan.

vicentico

El recuerdo de sus primeras visitas a Uruguay

Vicentico se ríe mientras da detalles de su primera visita a Uruguay. “Fue en una disco de Punta del Este, pero no me acuerdo el nombre”, dice. “Lo que sí recuerdo es el hotel donde paramos y la diversión de esa noche. Nuestros primeros shows en Uruguay se hicieron en discos de Punta del Este en los ochenta, y después hicimos giras por todo el país. Tocamos en lugares grandes y chicos, pero siempre nos recibieron con mucho cariño”.

Su último recital en Uruguay fue en octubre de 2015, cuando llegó al Teatro de Verano para presentar Último acto. Cantó bajo una llovizna insistente y, con entradas agotadas, repasó todos sus clásicos.

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