Villazul, el proyecto que hace que todos le canten a los niños por una buena causa

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Sebastián Teysera y Fabián Marquisio. Foto: Gentileza Fabián Marquisio

ENTREVISTA

Sebastián Teysera, Jorge Drexler y más se reúnen en "Música para aprender", el nuevo disco que lidera Fabián Marquisio, padre de un niño con TEA

Convocó y conquistó a Sandra Mihanovich, Claudio Taddei, Emiliano Brancciari, Patricio Giménez, Ruben Rada, Jorge Nasser, Malena Muyala y así. Logró reunir a Travesía y a Las Tres, dos de los grupos femeninos esenciales de la música uruguaya. Fue Disco de Oro, de Platino y de Doble Platino, o sea, uno de los álbumes nacionales más vendidos de los últimos años. Todo desde Maldonado y todo basado en una historia de amor: la de un padre, Fabián Marquisio, y un hijo, Antonio, con Trastorno del Espectro Autista, cuya educación había que acompañar a ritmo de canciones.

Ese vínculo y la comprensión de la música como una herramienta tan poderosa como vital, fueron el origen de Música para crecer, el disco que, bajo el nombre de Villazul y editado por el sello Bizarro Records, vio la luz en 2014. Reunía 26 canciones cortas, de poco más de un minuto, que servían de instrucciones para la primera infancia: de manera lúdica se explicaban asuntos prácticos como cruzar la calle, ir al baño o guardar los juguetes, y se abordaban aspectos más emocionales como la tranquilidad, el grito, los mimos, los besos.

Todos los temas nacieron a medida que Marquisio, cancionista uruguayo con cuatro discos propios editados, necesitaba encontrar la forma para que Antonio incorporara distintos hábitos y conductas. Lo que le funcionó con él funcionó, a partir del disco, con un montón de chicos, ya sean neurotípicos o neurodivergentes.

Pero a pesar del éxito —afectivo y comercial—, Villazul no iba a seguir con una segunda parte. Marquisio lo tenía muy claro hasta que una vez, en la Sala Zitarrosa, una señora le dijo que aunque a su hijo le había encantado Música para crecer en su momento, ya no lo disfrutaba tanto: había crecido y esos temas habían quedado como “para chiquitos”. “Es un poco preescolar”, le señaló la mujer, un comentario que ya había recibido en anteriores oportunidades.

Entonces Antonio también creció y necesitó nueva banda sonora para su día a día: música para lavarse las manos o cortarse el pelo, pero también para aprender sobre los sinónimos y antónimos, sobre las tablas, los océanos, el sistema solar.

De esa nueva etapa vital nació Música para aprender, un disco doble que acaba de lanzar su primera mitad; la segunda llegará en 2022. Mientras que una, la recién estrenada, se relaciona más con los primeros años de escolaridad, la segunda apunta a las actividades curriculares de los últimos años de educación primaria. Los chistes, cuenta Marquisio a El País, ya empezaron: no faltan los amigos que le piden que haga álbumes para la adultez, el divorcio o el geriátrico.

En términos artísticos, el proceso de Música para aprender fue “tremendamente difícil, primero por la selección musical y también por la de los artistas, porque hubo que acercarse a distintas estéticas pero sin perder la esencia”.

Es que al apuntar a un público objetivo más grande pero de edades diversas (todas las que caben entre el primer y el sexto año de escuela), había que abrir los oídos a las influencias actuales, que además varían según los contextos sociales, las ciudades, los departamentos. Así, el espectro se amplió al hip hop, plena, trap, rocanrol más los distintos matices folclóricos o populares que predominaban en Música para crecer.

“La idea era tratar de mostrarles la música que a ellos les gusta”, dice Marquisio. “Y todo ese trabajo de producción es totalmente diferente al que puede tener un disco que hago con Estela Magnone o Malena Muyala, donde te enfocás en la música, la sonoridad. Acá hay que pararse del otro lado, del lado de la escucha, cien por ciento: ¿qué le llega al niño?".

Para “Lavarse las manos”, por ejemplo, que aquí cantan Carmen Pi, Melaní Luraschi y Clarisa Prince, Marquisio entendió, siempre desde la práctica con su hijo, que su primer esbozo de canción no funcionaba. Le encontró la forma definitiva cuando empezó a percutir con las manos en el agua, bajo la canilla, y a captar la atención de Antonio. Como en el disco anterior, de su reacción depende todo lo que pasa en Villazul, un proyecto que además debe tener en cuenta ciertas necesidades concretas de los niños con TEA: hay que evitar las introducciones largas para mantenerlos enganchados, hay que prescindir de la estridencia y las frecuencias graves, hay que pensar en arreglos que sean tarareables y así.

Para temas que estarán en el volumen 2, hizo que tangueros como Nelson Pino o Ricardo Olivera se convirtieran en piratas para hablar de los océanos, y que Nicolás Román de Los Prolijos encarnara a un personaje salido directamente del espacio. En este primer tomo aparecen, entre muchos otros, Damián Lescano, Mónica Navarro, Max Capote, Ariel Ardit, Valeria Lima, Hugo Fatoruso, Spuntone & Mendaro, Anita Valiente, Josefina Damiani, Sebastián Teysera; Jorge, Diego y Daniel Drexler; Cristina Fernández, Santullo, Santi Mostaffa, Pablo Silvera, Latejapride*, Luciano Supervielle y Federico Lima.

Guzmán Mendaro y Fabián Marquisio. Foto: Gentileza Fabián Marquisio
Guzmán Mendaro y Fabián Marquisio. Foto: Gentileza Fabián Marquisio

El sentido tema de apertura, “La escuela”, está a cargo de Matías García, un sensible cantante que grabó por primera vez de la mano de Villazul y que tiene TEA. Es el elemento más emotivo para una pieza con la que Marquisio buscó específicamente eso, conmover. “Quería una canción que emocionara a la madre, a la maestra, al niño”, dice y cita “Que canten los niños” de José Luis Perales como una luz guía. En “La escuela”, como en buena parte del proyecto Villazul, el aporte de Estela Magnone fue fundamental.

“Acá somos todos músicos para adultos, tenemos el concepto de tocar para adultos, la canción seria, el mensaje”, explica el cantautor. “Pero cuando salimos de ese lugar y nos ponemos a hacer de piratas o a hablar de cortarse el pelo, es muy divertido y eso se imprime también. Y los niños no tienen ni idea quién es el que canta, y en realidad eso está buenísimo: somos todos iguales ahí adentro, ya sea un monstruo como Jorge Drexler o sea un chico como Matías”.

En ese sentido, Marquisio reflexiona: “El hecho de que todos los artistas de Villazul se pongan al servicio de un mensaje infantil, pero en realidad están tocando música para adultos, le da una seriedad y lo pone en el lugar de que es un disco. Un disco que habla de una causa, que la saca del placard, y eso es lo más importante que tiene Villazul a nivel social. A mí me lo decía el presidente de la Federación Autismo (del Uruguay): nunca se habló tanto de autismo como desde que salió Villazul. Y eso es lo más importante. Que se hable, que salga”.

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