SEMBLANZA
Waldemar "Cachila" Silva falleció el domingo a los 73 años. Ruben Rada, Hugo Fattoruso, Marcel Keoroglian y Eduardo Rigaud repasan su legado.
"Embajador, referente, cacique, creativo, audaz, respetuoso, sabio, innovador, experiente, maestro, candombero. Para mí, simplemente ‘mi papá’, el mejor y con todas las letras”. Con estas palabras publicadas en Facebook, Mathías Silva despedía a su padre, el histórico Waldemar “Cachila” Silva, quien falleció el domingo a los 73 años a causa del coronavirus.
Apenas se conoció la noticia del fallecimiento del creador de la comparsa C1080 —cinco veces ganadora del concurso de carnaval—, el ámbito cultural llenó las redes sociales de mensajes de despedida y agradecimiento a una de las máximas figuras del candombe. Desde la directora de cultura de la Intendencia, María Inés Obaldía, hasta el director de DAECPU, Enrique Espert, unos cuantos homenajes destacaron su aporte a la música uruguaya.
Incluso el expresidente Julio María Sanguinetti celebró su legado. “Nos conmueve profundamente el fallecimiento del ‘Cachila’ Silva, figura emblemática de nuestro folklore afro-uruguayo, batllista de ley y entrañable amigo. Abrazo a su querida familia”, escribió en Twitter.
Y aunque pueda tratarse de una simple coincidencia, el estado del tiempo de esa noche cargó de significado emocional la partida de Silva. Mientras los familiares, colegas y seguidores se despedían del músico, en el horizonte ya se visualizaban unos cuantos relámpagos que anunciaban una tormenta.
Para cuando llegó la mañana del lunes, la lluvia le aportó todavía más melancolía a su último adiós. Los vecinos de Barrio Sur despedían a Cachila mientras una cuerda de tambores acompañaba el cortejo fúnebre que luego lo llevaría al Cementerio del Buceo. “Era irremplazable”, le dice Ruben Rada a El País. “Fue uno de los mejores tocadores de tambor de Barrio Sur. Tocaba piano y repique como nadie. Era un tipo muy respetado e hizo mucho por el barrio y por el candombe. Le mando mis mayores respetos y condolencias para toda la familia Silva, que nos conocemos: Mathías, Wellington, Raúl, Manuel, Hugo, Gloria, Juanita, Gabriela y a todos. Que Dios lo tenga en la gloria al Cachilita, bo”, agrega.
Cachila, heredero de una tradición musical liderada por su padre Juan Ángel “Cacique” Silva, nació en 1947 en el conventillo Mediomundo del Barrio Sur, y su pasión por el candombe lo acompañó desde pequeño.
“Mi padre no me dejó plata, me dejó una herencia de sangre”, le dijo a El País en 2018. Eso estuvo claro desde sus 11 años, cuando comenzó a desfilar en las Llamadas junto a Morenada, la comparsa creada por su progenitor y su tío.
“Siempre defendiste el conventillo, el Barrio Sur, la Morenada, la Yacumenza y tu amado Cuareim”, resumió su hijo Mathías. Pero la búsqueda de Cachila no se limitaba a unir a Barrio Sur en torno al candombe, sino que también implicó la unión familiar a través del género.
El músico lo decía en Cachila, el documental de 2008 dirigido por Sebastián Bednarik: la tradición familiar es esencial para el desarrollo del candombe. “Lo que mi viejo decía es, en lo que es el conjunto, tiene que ser una cosa de ley. Yo trato de mantener eso para que ellos también lo sigan, por supuesto, porque la cultura no es una cosa que exista hoy y mañana va a dejar de existir”.
Marcel Keoroglian, letrista de C1080 —la comparsa que Cachila creó junto a su esposa, Margarita Barrios, en 1999—, lo reafirma: “Es una cuestión que viene de un compromiso. Venía de su padre y ahora está en sus hijos. Es muy fuerte”.
Una escuela musical
"No tengo palabras para describir su significado para la ciudad de Montevideo, el Barrio Sur y Uruguay”, comenta Hugo Fattoruso. “Tenía una particularidad muy notoria, que era el toque de Cuareim. Era fantástico”, agrega.
Es que ese toque, tan distinto al de Ansina y Cordón, fue uno de sus sellos. “Era un ritmo más lento y con mucho juego. Se apuraba nada más cuando se veía que los tambores se caían o cuando pasaban frente al jurado. Ahí le metían con todo y te arrancaban la cabeza”, resume Rada. “Cuareim no era solo tocar el tambor, era música. Se escuchaba cada repique y cada piano. Para mí fue una escuela”, agrega.
Pero el rescate de la tradición no fue lo único que hizo tan valioso al aporte de Cachila. De la mano de C1080, el músico siempre buscó la evolución del candombe.
“Él tenía una alquimia y una conjunción maravillosa para mezclar el legado que recibió de su viejo con la osadía y la audacia de la búsqueda de cosas nuevas”, define Eduardo Rigaud, letrista del conjunto. “Esa mezcla era un producto bárbaro para el carnaval”.
Y eso quedó confirmado en cada uno de los espectáculos que el conjunto presentaba en el Concurso Oficial de Carnaval. “El Cachila se jugaba a hacer cosas raras para esos tiempos. Uno de los cambios más llamativos fue incluir payasos tocando el tambor. Pero también presentó a varios gurises tocando que hacían cosas distintas:desde el movimiento hasta la forma de tocar. Tenía la apertura de dejar volar cabezas para buscar nuevos caminos”, sigue Rigaud.
La innovación se entrelazaba con un profundo compromiso en cada encuentro del conjunto, comenta Keoroglian. “Se ensayaba muy en serio”, dice. “No dejaba comer chicle ni tomar mate. Todo el mundo tenía un respeto tremendo hacia él; era una postura de cacique y había una unión como de tribu”.
La seriedad y la originalidad con la que emprendió cada proyecto le permitieron llevar el candombe más allá de Uruguay. De la mano de C1080 viajó a países como China, Canadá, Estados Unidos e Italia. “Supo ser embajador y representante del candombe en el mundo”, dice Rigaud. “Hay que agradecerle todo lo que ha hecho para difundir nuestra música y dejar tan alto el prestigio de la cultura uruguaya”.
A su vez, el músico fue uno de los referentes de la Casa Cultural C1080, un centro dedicado a la difusión de la cultura afrouruguaya. “Cachila le deja a Barrio Sur un legado de amor y respeto por la familia, por la tradición y por la amistad”, define el letrista.
Para Keoroglian, ese aporte trascendió el barrio y convirtió al candombe en banda sonora de Montevideo toda. “Su legado se ve en las calles”, asegura. “Antes el candombe era una subcultura que se escuchaba en Barrio Sur y Palermo, ahora está en todos los barrios y lo tenemos como algo a defender. Eso lo provocó Cachila”.