El caso de Agarrate Catalina es uno de los más llamativos de la música uruguaya. Hace años que la murga de los hermanos Cardozo trascendió el carnaval para transformarse en uno de los máximos exponentes a nivel regional de un elemento clave del sonido local. Es un trabajo que ya depende cada vez menos del Concurso Oficial de Carnaval y cada vez más del encuentro con artistas de la región. Pueden abrazar el rap con Milo J y Dostrescinco, el rock junto a No Te Va Gustar y Cruzando el Charco, el folclore con Carlos Malo y Larbanois & Carrero y hasta el metal con ReyToro. Lo importante es borrar las fronteras musicales sin perder la identidad.
En estos casi 25 años desde su formación, Agarrate Catalina tuvo un montón de conquistas que van más allá de los primeros premios en el Concurso. Salieron de gira por el mundo, llenaron lugares como el Luna Park y el Auditorio Nacional del Sodre, actuaron en festivales como el Cosquín Rock y hasta participaron de los últimos Grammy Latinos. A eso hay que sumarle lo que sucedió el año pasado en el Teatro Solís y que se repetirá mañana en el Teatro de Verano: el encuentro con la Banda Sinfónica de Montevideo.
“Que esta forma de expresión cultural, popular y barrial que durante años fue ninguneada dialogue de igual a igual con el universo sinfónico es algo muy emocionante”, le dice Yamandú Cardozo a El País, quien suma que la experiencia se reforzó en diciembre cuando el conjunto participó de la zarzuela La gran vía. “Escuchar a ‘El Zurdo’ Bessio cantando ‘La Niebla’ rodeado por la Sinfónica o sentir que una canción adquiere una épica como la de la intro de Vikingos es tremendo”.
En la previa del espectáculo, Cardozo, que este año no salió en Carnaval pero que sí escribió junto a su hermano Tabaré una despedida para el murguero Gustavo “Chato” Ambrosio que interpretó Curtidores de Hongos, dialogó con El País.
—Así como Falta y Resto en los ochenta y Contrafarsa en los noventa, Agarrate Catalina se dedica a llevar a la murga fuera del género para hacerla dialogar con propuestas tan diferentes como las de León Gieco, Dostrescinco y Reytoro. ¿Qué tan importante es para ustedes generar estos intercambios?
—Es muy importante desde un montón de puntos de vista. Primero que nada por el gusto de juntar sonoridades y demostrar que son compatibles, que esos discursos distintos pueden convivir y enriquecerse mutuamente. Lo interesante es que en estos últimos años el interés no viene solamente de la Catalina, sino que también hay una apertura del lado de otros artistas que nos llaman para trabajar. Es el caso de Bizarrap y Milo J, que tenían la idea de que la murga cantara con ellos en los Grammy Latinos. Eso está rebueno porque la mirada soslayada que había de la murga como una cosa muy menor, empezó a romperse. Durante mucho tiempo vivimos en una sociedad muy dogmática en la que si eras rockero no te podía gustar la cumbia, o incluso se discutía qué era realmente rock dentro del género. Entonces, ver que hoy la murga puede ser un puente entre un montón de expresiones, como tener a Luana cantando “La niebla”, es algo buenísimo.
—En el último tiempo quedó todavía más claro: cantaron con Milo J, Juan Carlos Baglietto y Los Auténticos Decadentes...
—Bueno, eso es increíble. Mirá, hace unos días fuimos invitados a cantar “Clara”, de No Te Va Gustar, con Milo J en su Movistar Arena (en Buenos Aires), y a la noche siguiente hicimos un espectáculo murguero en el Konex que justo tuvo a Baglietto. Al otro día cantamos en el Luna Park de Don Osvaldo. O sea que en un fin de semana pasamos por sonoridades y públicos totalmente distintos, pero la murga se amalgamó perfectamente y se bancó la parada. Una de las cosas que más nos gusta de lo que sucede ahora con la cultura del feat es que demuestra que la música es música.
—¿Qué tiene de especial la sonoridad de la murga para que dialogue tan bien con otros estilos? Porque con encuentros así no alcanza solo con las buenas intenciones.
—(Se toma unos instantes) Vos sabés que no sé (Se ríe). Intuyo que hay algo que funciona mucho cuando canta la murga, y creo que viene desde el lado emocional. Lo hemos notado cantando en China, Japón, Corea y hasta en La Sorbona con la murga subtitulada: el público se emociona sin distinción aunque no entienda del todo lo que dice la murga. Habrá que ver qué es lo que pasa realmente, pero sí siento que el sonido coral de la murga siempre impacta... No sé si viene de la emisión, de la forma de pararse, de los gestos o de esfuerzo evidente que hacen nuestros miembros por cantar. En la inmensa mayoría de los casos son personas que se inventan como artistas cada vez que suben al escenario porque después vuelven a ser profesores, profesionales o empleados. En esa intención, tal vez, pueda haber un anzuelo efectivo.
—¿Y en cuanto a su versatilidad?
—La murga, desde su nacimiento, usa música preexistente para reinterpretarla y usarla en sus espectáculos. Es un insumo que parte de la necesidad desesperada de comunicar que tienen los espectáculos callejeros: en la época en que no había amplificación se necesitaba hacer algo que enganchara rápido y que compitiera con los sonidos de la ciudad, y la canción de moda era la forma. En su momento eran pasodobles, marchitas, tangos, candombes y milongas. Después vino el rock y la música tropical, y ese entrenamiento brutal en el eclectisismo que tiene cualquier persona que haya salido en murga hace que haya metido un montón de estilos en su base de datos musical. Eso permite, lógicamente, que pueda acomodar su cuerpo a otras entidades sonoras.
—Ya sea por el espectáculo sinfónico en el Teatro de Verano, la participación en los Grammy Latinos o las colaboraciones de las que hablamos, ¿sentís que han aportado a que la murga sea mucho más que lo que se vive en Carnaval?
—Ojalá que sí. Sería una gran alegría que el día que tengamos que colgar los botines y no preguntemos qué hizo la Catalina, podamos decir que ayudamos a compartir la murga a un montón de gente que no la curtía o que no la tenía guardada en su cajoncito de cosas valoradas. Eso me pondría muy feliz y orgulloso, pero no por solo por el conjunto sino también por el género de la murga, que que me emociona muchísimo. Ojalá que algunos de los experimentos que hicimos con la Catalina hayan contribuido a que también para cambiar la valoración que hay respecto a la murga, y si algún día compruebo que es así, mi corazón de murguista me convertiría en un tipo muy feliz.
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