REPASO
El movimiento que revolucionó Hollywood cumple cinco años en medio de una nueva ola de juicios por denuncias de acoso y abuso sexual.
Hace cinco años, centenares de mujeres comenzaron a hacer público lo que por décadas fue un secreto a voces en la industria del entretenimiento: la cultura del acoso. Ahora, el movimiento #MeToo recobra fuerza ahora con una nueva ola de juicios que incluye a Harvey Weinstein.
El productor de cine, condenado en 2020 por un juzgado de Nueva York a 23 años de cárcel en el caso más sonado del movimiento, enfrenta desde ayer un nuevo proceso en Los Ángeles, acusado de 11 cargos por violación y otros abusos sexuales cometidos a cinco víctimas.
Su regreso a los tribunales, justo cuando se cumple un lustro de las denuncias que propiciaron su caída como uno de los hombres más importantes de Hollywood, demuestra que la etiqueta #MeToo (Yo también) es mucho más que un eslogan momentáneo, opina Aya Gruber, profesora de Derecho de la Universidad de Colorado.
“El logro más importante de #MeToo ha sido concientizar sobre cómo los poderosos utilizan sus herramientas para abusar sexualmente de las mujeres y haber creado un concepto público que en lugar de avergonzar a las víctimas, avergüenza a los abusadores”, explica a Efe la también autora del libro The Feminist War on Crime.
A lo largo de las próximas semanas también pasarán por los juzgados de Estados Unidos los actores Danny Masterson, Kevin Spacey y el director Paul Haggis, todos señalados por delitos de acoso y abuso sexual que siguen el mismo patrón de intimidación y dinámica de abuso de poder.
Un día después de que comience el juicio contra Weinstein arrancará en el mismo edificio, el Centro Criminal Clara Shortridge Foltz de Los Ángeles, la vista oral del caso de Masterson, actor de la serie That ‘70s’ Show arrestado en 2020 por tres delitos de violación en su casa de Hollywood Hills.
El intérprete, que perdió un contrato millonario con Netflix en el momento en el que salieron a la luz las acusaciones —estaba en The Ranch—, siempre ha negado su culpabilidad y alega que todo se debe a una campaña organizada por la iglesia de la Cienciología tras su abrupta salida.
Pero si algo ha conseguido el #MeToo es acelerar los tiempos de caída de todo aquel que queda señalado. Kevin Spacey, por ejemplo, salió del reparto de la serie que protagonizaba, la entonces aclamada House of Cards, en cuanto surgieron las primeras denuncias contra él y, además, deberá pagar 31 millones de dólares a la productora por incumplimiento de contrato. La ficción de Netflix hizo cambios y luego aceleró su desenlace.
“Se creó un entorno en el que muchas mujeres rompieron sus propias barreras y hablaron de los abusos que sufrieron. La consecuencia fue que mucha gente empezó a concienciarse de que había una realidad que estaba ahí y a la que no estaban queriendo enfrentarse”, detalla a Efe Jennifer Becker, abogada sénior y directora jurídica de Legal Momentum, el grupo de defensa legal para mujeres más antiguo que existe en Estados Unidos.
Eso también afectó las dinámicas de trabajo en Hollywood, donde desde hace cinco años aumentó la demanda de “coordinadores de intimidad” en los rodajes.
Los “coordinadores de intimidad” son profesionales que coreografían escenas sexuales, proveen herramientas para proteger el pudor de los actores y discuten sobre consentimiento con el elenco, el equipo y los productores.
Antes de 2017, los directores de intimidad existían principalmente en el teatro y no se les veía en el cine o la televisión, donde los actores a menudo estaban solos y dependían de los departamentos de vestuario para improvisar “ropas de pudor” para cubrir sus genitales en escenas de desnudos. Pero luego de las revelaciones del caso Weinstein, HBO trajo un experto de intimidad al set de The Deuce, una serie sobre la industria pornográfica en los años 1970 en Nueva York. Hoy el rol gana popularidad.
Spacey, ganador de dos premios Óscar, declarará este mes en un juzgado de Nueva York por una denuncia presentada por un actor en Estados Unidos, una causa diferente del proceso que también tiene abierto en Reino Unido. Su caso evidencia que el #MeToo salpicó además al colectivo LGTBQ, y fue más allá del mundo del espectáculo.
Debido a la viralidad de internet y a que las historias involucraban a personas que eran famosas no solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo, el #MeToo fue un movimiento “verdaderamente internacional”, opina Aya. “En todos los países, vimos a las mujeres hablar sobre los abusos y el acoso que sufrían y que tenían que mantener en secreto por miedo a que las culparan a ellas”, añade al respecto.
En Uruguay también se replicó este movimiento, a través de un sinfin de cuentas de redes sociales llamadas “Varones de”, que involucraron a figuras del carnaval, de la música, el teatro, la publicidad, la educación y la salud, entre otros ámbitos. En la mayoría de los casos las acusaciones no llegaron a traducirse en causas judiciales, a excepción del ámbito carnavalero.
Allí, un director de parodistas de Carnaval de las Promesas fue condenado en agosto de este año a cuatro años y medio de prisión, por delitos de atentado violento al pudor, un delito de abuso sexual específicamente agravado, y por la promesa de remuneración a una menor para que ejecute actos sexuales o eróticos. Además, varios conjuntos del Concurso Oficial sufrieron el impacto de los escraches y atravesaron procesos de revisión y cambios, así como el alejamiento de integrantes.
A nivel internacional, la caída de políticos como Andrew Cuomo, gobernador de Nueva York, y Frank Jensen, alcalde de Copenhague; y de empresarios como Laurent Potdevin, director de Lululemon, y Brian Krzanich, máximo responsable de Intel, e incluso de estrellas del deporte como el entrenador del equipo de gimnasia estadounidense Larry Nassar, son solo algunos ejemplos de las fichas que han caído en este dominó.
Mientras siguen acumulándose las denuncias en los juzgados, la expertas en género coinciden en que el próximo paso para el #MeToo es adentrarse en las cámaras legislativas.
“Si las mujeres siguen estando infrarrepresentadas y sin llegar a posiciones de poder, se seguirán fomentando dinámicas de vulnerabilidad donde es más común que ocurran situaciones de abuso o acoso y no se podrá avanzar hacia la igualdad”, zanja Becker.