Anita Álvarez de Toledo: Fito, Cerati y más historias de una mujer de rock argentino

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Anita Alvarez de Toledo

ENTREVISTA

La cantante y DJ argentina está radicada en Punta del Este, y habla de su historia en la música, su presente y sus shows en Montevideo

Anita Álvarez de Toledo siempre se sintió en casa en Uruguay. Aquí se crió su madre (en Trinidad, Flores), aquí pasó semanas de la infancia y luego veranos eternos con su amigo Gustavo Cerati, aquí tuvo una banda y aquí decidió asentarse. Está radicada en Punta del Este junto a su pareja, Alejandro “Aleto” Álvarez, y la hija de ambos, Ella. Y es un momento pleno.

Cantante y DJ, sus años junto a artistas como Fito Páez, Charly García y Gustavo Cerati le valieron el mote de “princesa del rock argentino”. Vivió desde adentro un período tan estelar como vertiginoso y puso su voz al servicio de discos como Abre, Influencia o Fuerza natural. Dice que lo hizo todo a pura inconsciencia y siempre desde el lugar de “compañera y aprendiz”: hizo tres álbumes propios y están guardados en el cajón. Ahora, anuncia, hay maquetas listas para preparar tres temas nuevos, pero tampoco tiene muy claro cuándo lo hará.

La maternidad, las clases de canto que imparte y algún que otro plan —estará con No Te Va Gustar en los shows que la banda dará en el Estadio Centenario en diciembre— la tienen bastante ocupada.

Entre esos planes está el show que dará hoy en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (25 de Mayo 279, reservas al contacto@mapi.uy), en el marco de latercera edición de la Semana Argentina en Uruguay. Hará un “popurrí” de rock argentino junto al guitarrista uruguayo Juan Pablo Chapital. En el mismo contexto, el domingo estará en el Pabellón de la Música del Parque Rodó, con un DJ Set que cerrará una serie de actividades. Será de 15.30 a 17.30, gratis.

Álvarez de Toledo, que además de cantar y pasar música es a menudo presentada como celebrity o socialité, y que el año pasado incursionó en radio en un grupo que incluyó, entre otros, a Maxi de la Cruz, disfruta estar “en un estado de aprendizaje continuo”. “Estar en movimiento es lo que te mantiene en contacto con algo muy vital, dice”. De esa historia de inquietudes y de estar en el momento justo en el lugar indicado, la argentina recordó momentos con El País.

Los bares

“Siempre supe que el canto iba a ser parte de mi vida”, afirma. La veta artística afloró en la infancia, le ganó a una carrera de Psicología y la puso a tocar en Tequila, que entonces estaba lejos de ser el reconocido boliche porteño en el que se convirtió. “Ahí empecé a circular, la banda estaba buenísima y Buenos Aires no era tan grande todavía”.

En esa movida conoció a Emmanuel Horvilleur, por ejemplo, y eso devino en que su primer gran show fuera la presentación del disco Chaco, de Illya Kuryaki and the Valderramas, en Obras en 1995. Y en ese contexto conoció a Fito Páez, y todo cambió.

La apertura

En “uno de estos bares” donde Álvarez cantaba, su amigo Javier Olmedo (hijo de Alberto Olmedo) le presentó a Fito Páez. El rosarino estaba preparando su disco Abre (1999), y la voz de Anita lo sedujo. La convocó a grabar, la incluyó en el álbum —“Cuando llegué al estudio estaba Phil Ramone, uno de los productores más grosos de la historia, y casi me muero”, recuerda—, la citó para la presentación en vivo en el Teatro Maipo y después, para cerrar el ciclo, la subió a la gira. “Y ahí empezó todo con el rock argentino”, resume la cantante que en la última presentación de Fito en el Antel Arena, lo acompañó en una seguidilla de temas.

“De la mano de Fito fue que conocí todo: empezar a cantar con él me puso en el foco. Y me veían”.

Anita Alvarez Toledo
Anita Alvarez Toledo con FIto Páez en el Antel Arena. Foto: Marcos Mezzottoni

Los años locos

Aunque nunca giró con Charly García, Álvarez supo ser parte de su mundo en el momento “más heavy”, dice, del artista que celebra ahora 70 años. Su presencia y potencia están en el último disco de Sui Generis, el Sinfonías para adolescentes de 2000, y en el Influencia que Charly lanzó en 2002.

“Y ver a un genio como Charly en el estudio fue increíble. Charly en los años Charly, ¿no? En la época en que se tiró del noveno piso, que yo lo vi cuando volvió y me explicó cómo había hecho todo, que había tirado un muñeco antes para ver de dónde venía el viento”, dice. Luego agrega: “La gran diferencia fue no haberme metido con drogas pesadas. Lo mío siempre fue porro y un par de tragos, nada más, y eso me ayudó muchísimo a poder estar donde estuve sin haber quebrado, porque fueron momentos pesados”.

Anita Alvarez Toledo
Anita Álvarez de Toledo con Charly García. Foto: Instagram @anita_alvarezdetoledo

Como Roxette

Aunque Fito y Charly fueron relevantes en su recorrido musical, la presencia de Gustavo Cerati es más honda, porque antes de treparse a los escenarios a cantar y girar con él, fue su amiga. “Me pasaba a buscar por mi casa después de Navidad y nos veníamos para la chacra de Punta del Este hasta los primeros días de marzo”, cuenta. “Desde ese lugar me sumé a sus giras, pensaba que nos íbamos a agarrar de los pelos y fue todo lo contrario. ¡Nos cagamos de risa fuerte!”.

Recuerda un solo roce, previo a un show en Los Ángeles, pero lo demás es todo alegría: “Compartir con él fue lo máximo del planeta. Gustavo siempre jodía que éramos como Roxette, nos divertíamos mucho arriba del escenario”. Tras su muerte en 2014 hubo tristeza y dolor, pero hoy eso se reconvirtió en una tranquilidad especial. “Por momentos siento que Gus es parte de todo”, admite. “Es una conexión directa con la eternidad”.

El flaco Toledo

Álvarez estuvo ahí, desde el lugar de aprendiz, sin reclamar el rol protagónico, y fue una de las pocas mujeres que atravesó el último gran momento del rock argentino. Hoy, después de que la cuarta ola feminista la pusiera a repensar cómo ocupó ese lugar, reflexiona: “Me di cuenta de que siempre viví en modo supervivencia, que siempre tuve una actitud varonera cuando estoy con los hombres. Soy uno más, de hecho todos mis compañeros de trabajo, de gira, siempre me dicen el Flaco Toledo. Inconscientemente me camuflo con ellos y es una manera de defenderse, de no convertirse en una presa. Es un ambiente netamente de hombres; en las giras, quizás hay una mujer en producción pero el resto son todos hombres. Siempre. Y es muy fuerte estar bancando la parada. Le encontré la vuelta para que me divierta y es el chip que me salvó, pero ahora que estoy más grande y fui madre ya no: dejé de ser el Flaco Toledo y me reafirmé en mi femineidad”.

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