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El actor que batalla con una enfermedad, sintió el rechazo de Hollywood y llega a Netflix con gran proyecto

Bradley Cooper tiene una de las carreras más particulares de su generación y, tras estrenarse como director en "Nace una estrella", ahora lanza "Maestro", la biopic de Leonard Bernstein.

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Maestro
Bradley Cooper en el set de "Maestro", junto al productor Steven Spielberg.
Foto: Jason McDonald/Netflix

La Nación/GDA
Si fuera por la voluntad de sus padres, su destino hubiera estado en el área de las finanzas. Pero Bradley Cooper tenía otro plan para sí mismo desde el día en que se encontró, en su casa de Abington, Filadelfia, con una copia en VHS de la película El hombre elefante, de David Lynch. Quedó tan conmovido por la actuación de John Hurt que supo que él también quería ser, algún día, algo así como John Merrick.

Su persistencia lo condujo a cumplir ese sueño cuando fue elegido para protagonizar la puesta teatral de Bernard Pomerance. Cuando sus padres lo vieron arriba de un escenario cambiaron de opinión, y Cooper continuó trabajando para convertirse en actor consumado.

Después de graduarse en la universidad de Georgetown, el inquieto Bradley fue por más. Su próximo paso era ingresar al Actors Studio, como eventualmente sucedió. Su paso por Nueva York fue un momento bisagra. “Gracias a mi coach actoral, Elizabeth Kemp, empecé a relajarme, algo que no me estaba sucediendo antes”, declaró. Mientras audicionaba para roles menores, trabajaba como portero. Su vida estaba escindida, pero no él no lo padecía. Todo implicaba un sacrificio para alcanzar el Santo Grial, y todo cambiaba de cariz cuando veía, en primera fila, como James Lipton entrevistaba a Robert De Niro, uno de sus máximos ídolos, con quien actuaría en 2012 en El lado luminoso de la vida.

En 2001, Bradley debutó en cine en la comedia Wet Hot American Summer, y la estabilidad le llegó con la serie Alias, en la que interpretó a Will Tippin con un carisma que hizo que varios directores empezaran a convocarlo. Su conquista de Hollywood estaba en marcha, pero cuando la cámara se apagaba y no tenía que mostrar su amplia sonrisa, Cooper batallaba un infierno personal: una adicción que había empezado en su juventud, cuando el consumo de alcohol de manera recreativa devino en una enfermedad a la que le sigue dando pelea.

Su situación personal se agravó cuando su padre Charles falleció de un cáncer de pulmón y él se vio sumido en la depresión y sus adicciones. “Desarrollé una actitud nihilista hacia la vida después de eso, como si pensara ‘¿Qué importa? De todos modos me voy a morir’”, contó en el programa Running Wild Bear Grylls: The Challenge, en el que además se sinceró sobre sus pensamientos más lúgubres. “No estuve nada bien por un largo tiempo hasta que pensé que tenía que aceptar quién era en realidad, y tratar de encontrar la paz, y de a poco eso fue apareciendo, pero fue un trabajo enorme hasta llegar ahí”.

Durante ese período, Cooper ya estaba trabajando en varios conceptos para largometrajes que desarrollaría tiempo después. En la lista, por ejemplo, está su Jackson Maine de Nace una estrella (2018).

Nace una estrella

Si bien se trataba de la cuarta remake de una historia muy contada, el actor, quien allí debutó como cineasta, quería arrojar luz sobre tópicos que los largometrajes previos no habían abordado. Así nació Jackson, ese cantante country que da pelea a la depresión y a las adicciones mientras intenta que su vínculo con Ally (Lady Gaga) no se evapore en el proceso. La personificación de Cooper, que le valió una nominación al Oscar (ya lleva nueve candidaturas), irradiaba una naturalidad sobre la que él mismo se hizo eco. “Mi propia historia de vida hizo que fuera más fácil comprender a Jackson y ponerme en su piel”, aseguró.

“Cuando filmamos la película yo ya estaba en un momento de mi vida en el que me sentía cómodo, en el que sabía que podía enfrentarme a eso, así que pude soltarme, fui muy afortunado en ese sentido”, dijo.

Jackson es solo uno de los nombres de una larga y ecléctica lista que incluye los de Phil Wenneck en ¿Qué pasó ayer?, Richie DiMaso en Escándalo americano, Chris Kyle en Francotirador, Jon Peters en Licorice Pizza, Stan Carslile en El callejón de las almas perdidas y el gran Rocket al que le puso la voz en la saga de Guardianes de la Galaxia.

En sintonía con el concepto de tomar lo roto y construir a partir de ello, Bradley Cooper brindó la que probablemente sea la mejor actuación de su carrera en El lado luminoso de la vida, la adaptación de David O. Russell de la novela de Matthew Quick, una comedia contemporánea que, como Nace una estrella, también mostraba problemáticas de salud mental. Cooper personificó a Pat Solitano, un profesor de Historia que subestima su diagnóstico de bipolaridad.

Muchos factores hicieron que ese film y ese rodaje se erigiese como otro gran paso en su carrera que ahora incluye créditos como guionista, productor e incluso como compositor ganador del Grammy por Nace una estrella.

Hacer arte. De eso se trató siempre. Maestro, su segundo film que acaba de llegar a Netflix como una de las apuestas para la temporada de premios, no es excepción.

Cuando Cooper fue papá de Lea de Seine en 2017, se permitió ser menos duro consigo mismo y hablar de sus adicciones con franqueza. “Por mucho tiempo estuve perdido, consumía alcohol y también cocaína, me despedían de los trabajos y sufría por una baja autoestima; pero mi vida empezó a cambiar con la paternidad, porque me permitió disfrutar de cosas maravillosas”, declaró. Sus problemas de autoestima se agravaron, paradójicamente, en uno de los mejores momentos de su carrera, cuando Nace una estrella fue nominada a ocho premios Oscar, pero solo obtuvo una estatuilla, a la mejor canción del año (“Shallow”). Entonces, Cooper se sentía “descartado” por algunos de sus colegas.

“Lo que pensaba de mí mismo era siempre feo; no me quería, entonces jamás contemplaba que podía también estar lastimando a los demás”, dijo en el podcast SmartLess. En esa charla, Bradley aludió a cómo en la industria le hablaron con desdén cuando su ópera prima se estrenó, y contó que un director y una actriz se le acercaron en la entrega del Oscar para decirle que no merecía las nominaciones que había recibido. “Ya me había pasado antes cuando me nominaron por El lado luminoso de la vida, me hacían sentir que no valía lo suficiente, y recuerdo pensar: ‘¿Qué carajo es Hollywood?’ ¿Qué les pasa a todos en este lugar?’”.

Para no sufrir una recaída, Cooper se concentró en ser padre presente y en confiar en sí mismo como realizador. Así Maestro, su ambiciosa biopic sobre el compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, siguió cobrando forma. Empezó a trabajarla hace seis años, y hoy estrenó con una campaña de prensa intensa, pero satisfactoria.

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Bradley Cooper en Maestro

“Yo siempre quise ser director de orquesta. Me pasaba horas imitando los movimientos”, confesó y aclaró que el film, coescrito con Josh Singer, no apunta a ser un retrato de Bernstein como figura de la música, sino el registro de su complejo y fascinante vínculo con su esposa, Felicia Montealegre (Carey Mulligan).

“Me siento muy agradecido de haber podido indagar en la vida de ambos, de haber conocido a su familia, a sus hijos que tan bien se expresan, porque de eso se trata la película: de un matrimonio, de una familia”, explicó, con sus 48 años, el cineasta y protagonista de un film en el que la música es “el arma nuclear secreta” que enaltece las secuencias. “Lo mismo me sucedió con Nace una estrella, la música es poderosa, la música conmueve”.

Maestro podría ser el proyecto que finalmente le dé a Bradley Cooper su primer Oscar. Por lo pronto, ya es el film con el que le rinde tributo a su padre, la misma persona que le regaló una batuta cuando tenía ocho años. El ciclo se cierra, pero el camino no. A fin de cuentas, es difícil escapar de los años formativos, sobre todo cuando convergen en un rapto de productividad.

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