ENTREVISTA
La productora argentina será entrevistada hoy en la primera edición digital de Campus Party, el evento sobre innovación y creatividad
El 5 de septiembre de 2018 Cris Morena logró lo imposible: volver en el tiempo. Esa noche, el mismo día en que Romina Yan, su hija, cumpliría 44 años, Cris, actriz, productora, compositora, empresaria, reunió a los artistas de casi todas sus producciones —Chiquititas, Rincón de Luz, Rebelde Way, Floricienta, Alma Pirata, Casi Ángeles, Aliados— los juntó con músicos argentinos de todas las épocas y con su familia para cantar y bailar las canciones que ella escribió para sus historias, las que una vez había cantado Romina. Porque ese espectáculo, Vive Ro, se trataba de homenajearla, de celebrarla.
Dos años después, Cris Morena atiende el teléfono desde su casa en Buenos Aires. La excusa de la entrevista es su participación en una nueva edición de Campus Party, un “evento multidisciplinario sobre innovación y creatividad” que por primera vez se está realizando de manera virtual en 31 países en simultáneo.
Hoy, último día del evento, a las 18.30 Cris será entrevistada por Lalo Zanoni, periodista argentino, y hablará de lo que siempre ha hablado —porque, dice, la coherencia, la dignidad y la continuidad en su discurso y en lo que hace son valores fundamentales—. Hablará de coraje, de animarse, de creer: “Cuando uno tiene un para qué y una creencia en que lo que está haciendo es lo que hay que hacer y es lo que siente profundamente se consigue, siempre se consigue —dijo a El País— A veces es más complicado, se llora mucho, te caes mucho y te levantas, se fracasa mucho también. O uno cree que fracasa y después te das cuenta de que no fue ningún fracaso, de que justamente eso que te hizo caer fue lo que te permitió seguir adelante después”. A ellos les dirá, quizás, que cuando alguien les diga que algo es imposible de lograr se opongan y den pelea. Eso es lo que ella ha hecho siempre.
Cris Morena tiene una capacidad vehemente para hablar de muchas cosas a la vez, para hilar ideas, para explicar conceptos y engancharlos con otros haciendo imperceptible el cambio. Desde el otro lado del teléfono, un miércoles por la mañana, dice que siente alucinación por Uruguay, que le encanta venir a ver a sus amigos y a su hermano, Jorge De Giacomi, pero que lo suyo no es Punta del Este: le gustan Carmelo y Colonia. También dice que no le tiene miedo al coronavirus pero que es muy responsable, que está pasando la cuarentena (Argentina lleva más de 100 días en eso) en su casa, que es muy cuidadosa.
“No me gusta lo que está pasando, no estoy de acuerdo para nada con tener esta cuarentena tan prolongada, pero no por mí, porque yo tengo posibilidades inclusive de salir si quisiera para ver a mis nietos, pero la verdad, no me parece bien para nuestro país, que está en un estado económico desastroso. Me da mucha pena ver comerciantes de años o restaurants, o gente que cierra con lágrimas en los ojos de todo tipo de áreas. En este momento mi cuerpo está encerrado, entonces hay una parte de la libertad que no la tengo. Y no por decisión propia, sino por decisión de 10 personas que no tienen ni idea de quién soy y que están decidiendo por millones”.
Pero para ella, estar en su casa tuvo también un costado bueno, una posibilidad en el medio de un mundo suspendido. En marzo, Cris y su equipo habían lanzado la campaña de Otro Mundo, “un centro de aprendizaje creativo, una usina de proyectos artísticos, un semillero de talento” y el gran proyecto de la productora argentina.
Cuando todo estaba listo la pandemia postergó la apertura, pero ha tenido la posibilidad de mirar personal y detenidamente los más de 2.500 videos de niños y adolescentes que quieren ser parte y transitar el camino de este gran proyecto que, dice Cris, “es único en el mundo”. De esos jóvenes solo entrarán algunos, los que tengan las ganas, el deseo, el talento y la pasión encendida. Para que entren los jóvenes que realmente merecen entrar el proyecto tiene una fundación que financia becas para aquellos que no puedan acceder.
Cris habla de Otro Mundo con entusiasmo desbordante, con una convicción penetrante, con la ilusión de un comienzo. “Otro mundo es el sueño de mi vida. Venimos trabajando hace más de cuatro años en esto con equipos diferentes; más allá de tener nuestro propio equipo, hemos trabajado con gente de neurociencias, con filósofos, con gente de la docencia, con gente de la educación”.
Esto, sin embargo, no se trata de educación. Cris cree en el poder de las palabras y por eso las cambia. No habla de educación sino de aprendizaje, no habla de carrera sino de camino, cree que un artista es aquel que es artífice de su propia vida y entiende que un artista del mundo que está por venir debe ser integral; por eso el centro reúne a las artes escénicas, a la música, a la producción, al audiovisual y a lo tecnológico.
“Para nosotros la palabra es ‘aprendizaje’, es decir, la capacidad de aprender lo que uno ama, lo que uno desea, lo que a uno le gusta, porque no se aprende lo que no se ama”.
—¿Por qué crees en el arte como una herramienta potente para generar cambios?
—Yo creo que el arte proporciona libertad. Esa es la base de mi creencia. Creo en el arte porque a mí salvó. Porque yo tuve muchas muertes y renaceres a lo largo de mi camino. Desde cómo empecé como asistente social hasta cómo seguí: como actriz, conductora, productora, como productora internacional, como compositora. En fin, fueron cambios muy importantes en mi vida; por ejemplo, pasar de estar frente a cámara en un programa como fue Jugate conmigo a alejarme para fortalecerme y producir y crear algo como yo realmente deseaba hacer. A mí el arte me salvó porque cuando pasó lo de mi hija yo creí que moría. También me salvaron los chicos, las miradas de los niños, el amor que me tuvieron toda la vida.
Después de la muerte de Romina en 2010 Cris, que venía de cuatro temporadas de Casi Ángeles con discos, teatros, giras internacionales, merchandising, libros, volvió a hacer una sola novela, Aliados, que significó, para ella, una manera de atravesar el duelo, una “apertura hacia la vida”.
Ahora, dice, está pensando una nueva producción que seguramente se haga en el exterior. “Nosotros perdimos la posibilidad de producción nacional, cosa que es gravísima. La televisión argentina no puede barajar los costos que se manejan, entonces muchas veces me llaman y me dicen 'podríamos hacer esta novela pero tendríamos que bajar los costos'. A esta altura de mi vida... no he bajado nunca ningún costo, nuestras novelas han tenido sus costos y por eso son lo que son”..
Ahora que Telefé emitió el primer capítulo de Casi Ángeles, que volverá a pasar Floricienta 15 años después y que esa producción se está emitiendo en Brasil y en Portugal, ahora que hay nuevas generaciones mirando Rebelde Way en Netflix, ahora que a través de las redes sociales la han cuestionado y debatido, dice que siente un gran agradecimiento hacia todas las personas que la han acompañado y apoyado durante tantos años. También hacia ella misma: “Por haber podido seguir firme en mis convicciones, que fueron a veces muy difíciles de poder mantener a lo largo del tiempo”. Y sus convicciones tienen que ver con lo que tantas veces dijo, con lo que tantas veces profesó: si hay ganas, si hay motivación y hay voluntad, “todo, todo, todo es tuyo si querés”.