ENTREVISTA
El periodista habla de sus comienzos en la radio junto a Ignacio Álvarez, su trabajo como movilero en "Telenoche" y su nuevo rol en "Reenviado verano"
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"Laburaba de mozo, también estuve en la construcción y me anoté en la ORT para tener otra carrera y dejar de trabajar todas las noches, porque es un garrón”, cuenta a El País Daro Kneubuhler, el periodista que formó equipo en Vespertinas y Las cosas en su sitio, y hoy es parte del programa radial La Pecera (lunes a viernes por Azul FM), hace móviles para Telenoche y narra los videos de Reenviado Verano, de viernes a domingo en Canal 4.
La historia de una de las nuevas caras de los medios uruguayos dice que mientras estudiaba en la universidad, el formato radial comenzó a interesarle. En un taller tuvo como profesor a Joel Rosenberg, y en otro a Ignacio Álvarez. “Conocí los dos polos y me volví loco con la radio”, explica Kneubuhler, quien decidió comenzar a autogestionar una radio online, hasta que un día lo llamó Álvarez para sumarlo a su programa, entonces en Radio Sarandí.
Desde ahí, el público comenzó a distinguir su voz y sobre todo su risa, esa que se cuela cada pocas palabras. “Andaba mucho en taxi y cuando empezaba a hablar con algún escucha de Las cosas en su sitio me decía: ‘Te imaginaba un gordo veterano, de cuarenta y pico’”, recuerda entre risas.
—¿Cómo ha sido trabajar con Ignacio Álvarez en radio durante todos estos años?
—Es un tipo intenso. Yo estuve en Las cosas en su sitio y ahora en La pecera. Al principio lo sufrí y él me sufrió, porque yo era muy chico y estaba laburando, pero salía de noche, llegaba tarde, y él estaba en un momento donde hacía televisión, arrancaba Santo y Seña. El 2011 estuvo bravo porque Nacho es muy exigente. Era como dar un examen en facultad todas las semanas, porque lee y corrige todo lo que sale al aire, los guiones periodísticos y los de humor también. Es un tipo que está muy arriba y te exige estar igual. Eso está bueno porque después te autoexigís más, no hacés la plancha porque sabés que va a saltar.
—Seguro que no ha de ser divertido tenerlo enojado.
—Él tiene una manera bastante pedagógica de tratarte, y en esta nueva etapa lo lleva más light. Está más tranquilo, cumplió 50 años y se toma las cosas de otra manera. Eso hace que La Pecera funcione tan bien.
—¿Te generó nervios el pasar de la radio a la televisión?
—Sí, me daba mucho miedo, porque la cabeza de la gente en la radio vuela para cualquier lado, pero en televisión ya está todo digerido: lo que ves es lo que hay. Me llamaron del canal cuando arrancaba Vespertinas, y me probaron para que fuera movilero. Lo que hice fue juntarme con Adela Dubra y Juan Sader y ellos me dijeron: “Tenés que peinarte al costado como un niño bueno, porque cuando hablás se complica”. Y me costó, porque era bastante desaliñado, el pelo era cualquier cosa, tenía barba, y la televisión te obliga a llevar un control sobre tu imagen. Tenés que estar presentable y prolijo porque la imagen es el 50 por ciento del trabajo.
—¿Cómo fueron esos primeros tiempos en la pantalla?
—Terribles nervios. Es un mundo nuevo y tenés que dedicarle el mismo tiempo al trabajo periodístico que a la preparación estética, es una locura. Me parecía una demencia eso, pero después entendés que todo es parte de ese informe o nota que hacés. Para el que recién llega, lo que más te choca es eso.
—Y empezaste con el trabajo que te da más fogueo, como movilero.
—Tenés que estar listo a que te griten de atrás “Vamo’ Peñarol” o “Arriba Nacional”, eso es una locura, pero me parece mejor que estar en el estudio, porque en la calle tenés el control. En un estudio pasan muchas cosas alrededor y en la calle somos el cámara y yo, y lo que pasa alrededor es lo que podés generar o lo que está pasando, no hay mucha más historia. Cualquiera que haya sido movilero se enamora de su profesión porque es increíble. Conocés gente y entras a lugares que te vuelan la cabeza.
—¿Recordás alguna anécdota?
—Toqué el piano con las hijas de la embajadora del Reino Unido en su residencia. Ella había llegado hacía una semana, le hice una nota con las nenas y me terminó diciendo que vuelva con mis hijas. También entrevisté a Danny Glover, el de Arma Mortal, y fue de pesado porque había llegado al Mides y no daba notas. Estábamos en vivo y nos mandamos para adentro de la oficina. El móvil en vivo tiene una adrenalina que no te la da el estudio.
—Y ahora, tras la salida de Christian Font, estás en la conducción de Reenviado Verano.
—Sí, cuento chistes los fines de semana. Me mandan los videos, les mando el audio y en el canal compaginan todo. Pienso chistes y le pongo amor, porque está bueno dedicarle tiempo y ponerle algo mío. Igual no es algo que salga de una.
—Tenés dos hijas, ¿cómo hacés para grabar los audios?
—Espero a que se duerman, a la noche me hago un mate, me descargo los videos, arranco y sigo hasta la madrugada. Es como todo, tenés que buscarle la vuelta porque el multirubro te obliga a surfear la ola.
—¿Cuesta llegar a un lugar de relevancia en televisión?
—Totalmente. Salen formatos nuevos y en todos los canales conducen los mismos. Por eso es difícil que aparezca una figura nueva de la nada. Por eso está bueno que el canal le dé lugar a gente joven que tiene otra cabeza y piensa de otra manera.