Hacía 13 años que Noelia Campo no hacía una tira. Lo último había sido Porque te quiero así (Canal 10) junto a Coco Echagüe, Jorge Esmoris, Florencia Peña y un gran elenco. Aquella vez le tocó un rol destacado y atesora el recuerdo de esa cantidad de horas de rodaje con un grupo que, a lo largo de las dos temporadas, se transformó en familia. Campo, como otros tantos compatriotas, volvió a actuar en la pantalla chica gracias a Margarita, la serie de Cris Morena filmada 100% en Uruguay, que se emite por Max y el lunes estrenó sus cinco episodios finales.
Estuvo en ocho de los 40 capítulos e interpretó a Mónica, la madre de Mei (Pamela Baigún), una joven de 17 años que espera por un trasplante de riñón para salvar su vida. Disfrutó el reto de encarar un rol dramático y se dio el lujo de volver a trabajar con Eduardo Ripari y Mariano Ardanaz, también directores de Porque te quiero así.
Hizo el casting del spin off de Floricienta porque la convocaron de la productora Cimarrón, y apenas supo que había quedado se puso en campaña para ver las series adolescentes de la época dorada de Cris Morena: "Solo curtí Jugate conmigo, para las otras ya era grande. Las vi ahora para sacar el código actoral", comenta a El País.
El rol de Mónica la desafió ya que entra en escena cuando la salud de Mei empeora: "Como filmabas una escena un día, otra escena otro, para seguir el camino emocional de este dramático personaje lo tenés que tener bastante claro: de dónde viene, qué le pasó, cuán mal está la hija", explica.
Margarita no es su único proyecto. A la conducción de Mirá Montevideo (TV Ciudad) se le suma Las mariposas solo viven un día, obra escrita y dirigida por Fabiana Charlo, que va los viernes a las 21.00 en el Teatro Alianza. Y adelanta que en 2025 se la verá en la pantalla grande con un rol en la película Perros, escrita y dirigida por Gerardo Minutti que está en posproducción.
De su presente actoral, su vocación, alguna anécdota en los sets y hasta de su pasado religioso va a esta charla con El País.
—Uno de los primeros diálogos con Mei en Margarita es sobre los sueños, ¿actuar era algo con lo que soñabas de niña?
—Siempre, desde que tengo memoria. En casa teníamos obras de García Lorca y leía y actuaba con mi hermana y amigas. Mi madre nos llevaba al teatro y al cine, veíamos musicales. No lo veía como un trabajo, empecé Comunicación en 1995, pero en 1997 dije: a mí lo que me gusta es actuar. Arranqué en la escuela de teatro Alambique y egresé a la par.
—¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza si te digo Aventujuegos?
—Que quedó marcadísimo en la gente, a pesar de que fueron solo dos años (98 y 99). Hasta hoy me paran para decirme que lo veían o que participaron. En ese momento no había programas infantiles así: los escolares iban con su grupo de quinto o sexto y participaban por un fin de semana en el Parque de la Costa, y los que ganaban el año se iban a Mundo Marino. Se vio mucho y de distintas generaciones. Tengo un relindo recuerdo. Fue el programa que me posicionó en la tele.
—¿El escenario es tu lugar en el mundo?
—Mi lugar en el mundo es mi familia, pero en el teatro me siento muy cómoda, no solo por actuar, me encanta todo lo que va más allá de lo que el público ve: el camarín, los ensayos, lo que pasa detrás del telón.
—¿Tenés cábalas?
—Trato de no tenerlas para no condicionarme, pero caliento el cuerpo, la voz y me pongo mis objetos en escena yo. Soy muy obsesiva con eso, porque si me olvido de poner un vaso, por ejemplo, antes de ir hacia ahí me voy a dar cuenta y lo voy a poder resolver más fácil que si lo coloca otro.
—Si pudieras vivir solo de actuar, ¿dejarías el trabajo en los medios?
—Sí, pero igual extrañaría la televisión porque me dediqué al periodismo cultural que me gusta e interesa. Conocí a mucha gente y he descubierto cosas alucinantes que me enriquecen muchísimo.
—Antes de Margarita, ¿te habías probado para otros papeles en ficciones?
—Sí, hago bastantes castings. Desde la pandemia es más fácil porque vienen a filmar más acá. Lo que sucede es que los protagónicos van para actores y actrices de otros países. Te da lástima estar en un país con poco mercado, donde no tenemos tanta experiencia de organización para poder generar leyes que nos protejan y tener más trabajo.
—¿Pensaste alguna vez en probar suerte en Argentina?
—No, nunca pensé en irme. De hecho, mi primera película (La Peli) la hice con el director argentino Gustavo Postiglione en 2007. Pero armé mi vida acá, me gusta, y cada vez que voy a Buenos Aires me apabulla.
—También estuviste en Plata Quemada, con Leonardo Sbaraglia, Pablo Echarri y Eduardo Noriega. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Hice de extra calificada. Salgo en una escena, en un chiringuito en la playa: estoy con mi novio poniendo música, miro al personaje de Sbaraglia y el de Noriega se pone celoso. Sbaraglia se colocaba en el personaje desde antes, entonces me apuntaba con un arma cuando aún no había empezado la escena, y yo callada. Después de que terminamos de grabar, me abrazó. El trato que tuve fue solo ese, pero buena onda los tres. Hablé con Eduardo Noriega porque en un momento de mi vida fui muy fanática de Tesis, la ópera prima de Alejandro Amenábar, y él hace un personaje tremendo, y cuando me lo crucé le hablé de ese papel. El lado cholulo.
—¿Qué fue lo que más disfrutaste del rodaje de Margarita?
—Disfruto todo cuando estoy ahí, pero sobre todo los momentos de mayor conexión con Pamela, la que hace de mi hija. Por suerte conecté con ella. Te podés pensar la escena de determinada manera pero después, cuando la ensayás con el otro, tenés que acomodarte a lo que está pasando con tu partenaire. Escuchar y estar presente es esencial en la actuación.
—¿Cómo fue verte en pantalla? ¿Te gustó el resultado?
—Soy muy exigente y me doy palo. Hay escenas que me gustan mucho: cuando me veo por fuera, no siento que soy Noelia y el personaje me conmueve. Pero también conozco mis partes frágiles y digo: esto lo podría haber hecho así o asa.
—Estás haciendo Las mariposas solo viven un día, que es la continuación de Crisálida, ambas escritas y dirigidas por Fabiana Charlo, ¿con qué conectaste?
—Conecté con la forma de escribir de Fabiana Charlo, que es muy profunda, tiene mucho humor pero te clava una daga con las temáticas. La obra cuenta la historia de una mujer que decide aislarse, piensa que se va a morir y aparecen todas sus personalidades que somos las otras actrices. Mi personaje representa los miedos y aparece cuando esta mujer siente que se va a morir, y se aferra a la fe.
—¿Hacia dónde te llevó el personaje?
—De adolescente tuve un fervor religioso vinculado a la frustración: tengo que hacer las cosas bien para que no me pase esto o lo otro. Después se me fue. Mis padres son ateos, yo iba a escuela pública, vi misa de niños en Fátima y empecé a ir. Era gracioso porque cuanto más pedía, más Padres Nuestros rezaba. Hice el liceo en el Seminario, tomé la comunión en segundo, me sentí santificada por el resto de mi vida y nunca más fui a misa, dejé de creer en Dios. Pero conocía ese temor a lo que fuera a suceder y recurrí a ese estado con el personaje. Quise recuperar esa parte de mí que había influido en mi personalidad y seguro dejó huellas.
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