LUTO
El pianista que se dedicó a la música durante más de siete décadas falleció a los 92 años; en mayo presentó su último concierto en el Auditorio Nelly Goitiño
Insistía con la idea de que siempre vivió “de y para la música”. Y no exageraba. Francisco “Panchito” Nolé, que murió en la madrugada del jueves a los 92 años, le dedicó más de siete décadas al piano. “El hecho de estar vivo y de hacer lo que me gusta, es una bendición”, celebró en abril en el programa Puglia Invita.
En ese momento, Nolé se preparaba para presentar Tangos contados, cantados y bailados, un espectáculo compartido con Fernando Rossi. “Todos esto son horas extra que estoy haciendo con la vida”, dijo sobre el concierto que presentaría el 7 de mayo y que sería su última actuación.
Eso sí, se mantenía tan vital como siempre. “Pancho estaba haciendo música, con agenda de toques y haciendo prensa en los medios uruguayos; viendo posibilidades y armando proyectos”, escribió la cantante Valeria Lima para despedirlo. Uno de sus próximos recitales, por ejemplo, se iba a realizar en diciembre en La Mondiola para celebrar el 110° aniversario de su barrio.
“Tuviste una buena, buena vida, le diste todo a la música y ella te respondió permanentemente. Buen viaje papá, siempre estarás en mi corazón y en mi mente”, escribió su hijo, el también pianista Ricardo Nolé.
Y alcanza con repasar su carrera para confirmarlo. Panchito, que nació en Mercedes el 25 de diciembre de 1929, fue director musical en Radio Carve y de los canales 4, 10 y 12; vivió más de 20 años en Argentina, donde supo acompañar a leyendas como Sandro, Leonardo Favio, Sammy Davis y Frankie Laine. En el país vecino también trabajó en programas como Badía & compañía y Grandes valores del Tango, y hasta fue director musical de Canal 9.
“Hay dos o tres capítulos que me marcaron”, me comentó en 2016. “La primera fue cuando acompañé a Nat King Cole; la segunda cuando formé la orquesta en Radio Carve; y la tercera pasó en Argentina, con El show de Mancera. Yo miraba el programa y admiraba a la orquesta de Buby Lavecchia. La vida me dio la oportunidad de tenerlos a todos conmigo en mi orquesta y esa experiencia marcó mi carrera porque al trabajar en televisión y escribir arreglos todas las semanas agarré una práctica que me sirvió para toda la vida”.
Nolé recordaba con claridad el momento en que decidió que iba a dedicarse al arte. Tenía ocho años y su padre —que era saxofonista de jazz— se presentaba con su orquesta en un bar céntrico. “El pianista Washington Oreiro me subió al palco y toqué con ellos. Ahí me di cuenta de que realmente quería dedicarme a esto; y así fue: la música me dio todo”.
Su primer instrumento llegó un tiempo después. Sin embargo, la calidad distaba bastante del piano de cola que durante décadas tenía en el living de su apartamento. “En realidad, más que un piano parecía una máquina de escribir”, recordaba con una carcajada. A los 13 años formó a Los Estudiantes del Swing, su primer grupo. “Tocábamos en el Café Palace mientras la orquesta de señoritas descansaban, pero éramos tan malos que cuando llegábamos al lugar nos decían: ‘Ahí vienen Los Atorrantes del Swing’”.
Recién con el quinteto jazzero Swing Star fue donde pudo demostrar su talento como intérprete y arreglador. A finales de los 50 formó su primera orquesta —con la que grabó, en 1959, el disco Bailando con Panchito Nolé— y luego Radio Carve lo invitó a dirigir otra orquesta de 18 músicos. Con ese grupo supo girar sin descanso por Argentina, Brasil y todo el interior uruguayo.
A mediados de los 60, su repertorio de jazz, tango y música latina empezó a quedar relegado por el naciente movimiento del rock local. Fue así que, en 1969, decidió radicarse en Argentina. “La música que hacíamos estaba perdiendo presencia y la gente agarró para el rock de grupos como Los Deflines. Además aparecieron los disc jockeys y la máquina de videotape, y los canales empezaron a despedir a todas las big-bands. Decidí irme a Buenos Aires”.
Pero el cambio de vida no fue tan simple. “Tuve suerte, pero primero tuve que jugar en quinta división y en el banco de suplentes. Hasta acompañé a tres perros que cantaban en un show de variedades”, recordaba. Fue difícil, pero su ingreso a Canal 7 le dio un nuevo impulso a su carrera. Trabajó en varios programas, dirigió a las orquestas que aparecen en las películas Los chicos crecen (1976) y Pobre mariposa (1986) y fue director musical del Hotel Hyatt.
Cuando regresó Montevideo en 1995, no dejó de presentarse en escenarios de la capital. Es verdad que su discografía no es extensa —tiene apenas ocho discos; y solo uno, La estrella radial, está en Spotify—, pero su actividad jamás cesó. Escribió la autobiografía Levanten el piano a 4.40 y durante tres décadas presentó, al menos una vez al año, un concierto junto a su colega Julio Frade.
“Mi lenguaje es la música y a mí no me importa la edad”, aseguraba. “Mi principal preocupación es que mi música guste y se siga escuchando. Me siento a tocar el piano todos los días aunque a veces me duelan los dedos, al final la música es así: 80% de sudor y 20% de talento”.