La conmovedora historia de vida de "la hermana mayor" de Valeria Mazza, con esclerosis múltiple desde los 30

Analía Pierini nació en Rosario, pero conoció a la supermodelo argentina en Milán. Su inspiradora historia resalta en un nuevo documental de Valeria Mazza para Paramount+.

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Analía Pierini y Valeria Mazza de vacaciones.
Foto: Gentileza Analía Pierini

Con base en La Nación/GDA
Radicada en Milán desde 1989, pero con raíces argentinas —nació en Rosario hace 57 años—, Analía Pierini es una de las grandes amigas de Valeria Mazza. Conoció a la top model en aquella ciudad italiana, casi por casualidad, y generó una relación tan estrechas que hoy se consideran hermanas. Su historia de vida, además, es uno de los momentos más conmovedores de Valeria Mazza, el sueño dorado, el documental que acaba de estrenarse en Paramount+: Pierini tiene esclerosis múltiple, pero nada parece frenarla.

Pierini dejó Rosario a los 19 años. Se instaló en Buenos Aires mientras buscaba su vocación y se inclinó por la actuación. Luego emigró a Europa con 100 dólares en el bolsillo y una oferta de trabajo en la empresa de unos amigos de su madre.

Sin embargo, el camino tuvo sus tropiezos desde el inicio. A poco de instalarse en Italia, la empresa que la había contratado cerró y ella quedó desempleada y sin posibilidades de volver a Buenos Aires. Todavía no tenía ciudadanía italiana, lo que le dificultaba aún más su situación. Finalmente, otra vez por contacto familiares, consiguió un empleo que requería dominar el español. Era en las oficinas de Socma, la empresa de la familia Macri.

Fue en ese marco que conoció a Valeria Mazza, y desde el primer momento generaron una relación muy fluida. "Ella venía a Milán varias veces por año para hacer desfiles y campañas, así que jamás dejamos de vernos", contó Pierini a La Nación. "Para mí, siempre fue una hermana menor".

"Al principio, ella ya era conocida en Argentina, pero aún no en Italia, donde luego se convirtió en un fenómeno. Recuerdo que era muy difícil sacarla de noche, porque los hombres querían estar cerca; en esa época era un poquito pesada la situación con las modelos", contó. Tras la explosión de su fama, "me llevaba para todos lados, era muy emocionante. Cuando ella llegaba a Italia, yo no me agendaba ninguna cita, dejaba la agenda libre y a disposición para cuando pudiera verme".

En Valeria Mazza, un sueño dorado, Pierini brinda su testimonio cálido y, en algunas escenas, se la ve caminar elegantemente apoyada por un bastón, el único elemento que delata alguna dolencia (y que usa para largas distancias). Ningún espectador podría imaginarse todo lo que atravesó esta mujer de notable fortaleza espiritual: “Me enfermé de esclerosis múltiple en 1997″.

Cuando la esclerosis múltiple golpeó su puerta, tenía 30 años y toda una vida por delante. “Por suerte, no me tocó la esclerosis progresiva, para la cual, en aquella época, no había muchas opciones. Lo que yo tenía sí contaba con medicina, aunque, por protocolo, me la dieron dos años después”, relató.

"Primero fue una sospecha, que finalmente se confirmó. Recuerdo a la doctora, entrando al consultorio y diciéndome, de manera muy dura, 'esto es esclerosis múltiple'. Cuando pregunté qué me iba a suceder, me respondieron: 'no sabemos, hay que ver qué puede pasarte', porque hay distintas formas de enfermarse, no son todos los casos iguales. Hay gente que está inmovilizada por esta enfermedad".

Sobre el shock que le provocó el diagnóstico, Pierini reconoció: "En cierta forma me morí, pero yo no quería terminar".

Durante 12 años se inyectó día por medio con las consecuencias de la fiebre acechándola luego de cada aplicación. Si bien era su lucha contra la enfermedad, el tratamiento se hacía sentir: “No me daba cuenta de los efectos colaterales. Tengo un carácter que me hace vivir la vida lo mejor que puedo, es que me olvido que estoy enferma, a pesar de tener mil problemas, pero la vida, para mí, es esta, entonces adelante con todo lo que conlleva”.

Tras varios tratamientos, se logró que las piernas de Pierini dejaran de inmovilizarse, entonces consiguió auspiciantes para realizar un viaje por el mundo, recorriendo durante 50 días asociaciones vinculadas a la esclerosis: lo bautizó El viaje de la sanación. El impacto de aquella travesía la volvió a inmovilizar.

Pero nada la frenó. En 2017 fue a visitar a un curandero al medio de la Amazonia. "Fui para hacer ayahuasca. Viví bajo un techo, sin paredes, e hice una dieta amazónica. Me acuerdo que Valeria me preguntó si me había hecho algún efecto y cuando le dije que no, me reprochó la decisión. '¿Para qué carajo hacés esas cosas?', me dijo, pensando que era una droga, pero, en realidad, se trata de una planta madre. En realidad, nunca busqué una sanación del cuerpo, sino en la cabeza, esa es la verdadera sanación. Para mí, lo importante es que no me traten como enferma. Cuando dicen 'pobre', me pregunto: ¿por qué, pobre?, si cada uno tiene algo". Dijo que no escribe su biografía por un motivo claro: “Todo lo que hago es tan normal, me parece una boludez escribir mi vida”.

Actualmente, Pierini se somete a un tratamiento mensual y explora la posibilidad de cambiarlo por uno con base en pastillas.

En sus redes sociales se define como “Compulsive traveller - Photographer - Animal Lover - Sclerotic - History researcher – Dreamer”, y hay que creerle. Mucho de su vida está graficado en cientos de fotografías, resabios de sus estudios de cine, una vocación que mantiene firme. "Quien padezca algo similar que no dude en conversar conmigo, porque, cuando a mí me diagnosticaron, hablé con gente que era un bajón, me quería pegar un tiro", dijo a La Nación. "Agradezco lo que soy, lo que puedo hacer y lo que tengo".

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