La valentía, la generosidad, la osadía. La convicción, la decencia, lo profesional. El encanto y la forma en la que allanó un camino: la que rompió el molde para todas las que iban a venir después, la mujer más importante en la historia de los medios uruguayos. Ayer, ante la muerte de Cristina Morán, se destacaron las mismas cosas: todo ese material del que están hechas las grandes figuras.
Morán, que el 17 de agosto había cumplido 93 años, murió este viernes y murió en paz, dijeron sus allegados. Arrastraba hace algunos meses una afección respiratoria y un deterioro de salud propio de la edad que no logró opacar ni su energía ni su inherente lucidez.
“Yo me jacto de haber marcado un camino en mi vida que nunca supo de atajos ni recovecos, y eso me da, con casi 93 años, una tranquilidad, una paz de alma, intelectual y de honestidad... Como tiene que ser”, dijo en junio al programa Basta de cháchara, de Canal 5. Fue su última entrevista.
“Era una profesional de verdad, de esas que ya no hay”, dijo ayer Cacho De la Cruz a El País. Cacho, que compartió su clásico El show del mediodía con Morán en la década de 1960, hizo énfasis en su capacidad de liderazgo, su riesgo, su disposición y su solidaridad.
“Fue la mejor embajadora del Uruguay. Entrevistó a todos los presidentes, estaba en medio de las balaceras cuando fue la revolución en Argentina, era de las primeras en ir al frente... Una apasionada de manera innata. No preparaba nada: se prendía la cámara y empezaba a hablar. Tenía un dominio tremendo”, dijo el conductor que encontró en ella a una amiga, una compañera pero también a una maestra que, en sus comienzos, lo respaldó.
“Yo le estoy agradecido infinitamente porque me aceptó con mis disparates”, dijo. “Creo que en el Río de la Plata no hubo una persona así”.
Pionera de la televisión, Morán fue la primera mujer en participar en las emisiones en vivo de la televisión uruguaya, en Canal 10 en 1956. Su pasión por los medios había comenzado antes: todavía atendía como Iris Fariña Romano, su nombre de pila, y era una adolescente que trabajaba en la tienda La Ópera cuando vio, en el diario El Día, una convocatoria de Radio Carve. Aquel llamado que buscaba a una señorita con buena voz, presencia, simpatía, parecía hecho para ella.
Fue el argumento que le dio a su madre antes de postularse para el puesto que le cambiaría el nombre, el futuro, la vida.
En 1948, Fariña se probó por primera vez ante un micrófono y supo que había encontrado su vocación. Ni titubeó cuando le aseguraron que Iris no era un nombre radial y menos cuando le impusieron Cristina. Cuando dos años más tarde le pidieron que se encontrara un apellido, tampoco: se lo copió a Ruben Morán, delantero de la selección campeona de 1950. El combo, decía, tenía música.
Seis años después, a pesar de sus negativas y del pánico que le provocaba semejante salto, el presentador Raúl Fontaina la convenció de sumarse a Canal 10 y así se convirtió en la primera mujer en salir en la televisión uruguaya, un hito que le valdría el mote de “Señora Televisión”.
A lo largo de 70 años de carrera, Morán trabajaría en los cuatro canales de aire: sus Domingos continuados en el 10 dejaron huella, en el 12 integró El show del mediodía, en Canal 5 hizo En compañía y en el 4 condujo por última vez. Fue en 2020, cuando con 90 años se puso al frente del ciclo de entrevistas Los especiales de Cristina Morán, y entonces dijo a El País: “En nuestro país, si hay algo a lo que se le da muy poquita importancia, es a los viejos. Y yo tengo todo muy claro, ¿sabés? Clarísimo. Que me vengan a buscar para ser protagonista fue un masajito para el ego y un mimito para el alma”.
“Fue mi maestra y mi consejera de toda la vida. En los mejores y peores momentos profesionales, en los más desafiantes y desoladores, ella siempre estaba ahí con una palabra de aliento y un consejo para mí. Yo a Cristina le debo lo que soy como profesional”, dijo a El País Claudia García, periodista y exinformativista de Canal 12, formada en el instituto de locución y televisión que Morán supo tener en la calle Ciudadela, y que debutó en los medios gracias a la propia Cristina.
“Ella nos trazó el camino para todas las que vinimos atrás”, dijo García. “Destaco eso, una mujer a la que le sobraba talento, una mujer valiente, una mujer jugada, que tuvo la posibilidad de tocar lo más alto".
Con Cristina se rompe un molde: ahora queda como inspiración para todos nosotros
La carrera de Morán estuvo llena de hitos. Fue la encargada de presentar a la leyenda del jazz Louis Armstrong en sus actuaciones en el Cine Plaza en 1957, el papa Juan Pablo II la bendijo en Río de Janeiro en medio de una cobertura periodística, y entrevistó a figuras de la talla de Fidel Castro. Gozaba de un cariño general y tenía un único recuerdo profesional agridulce, el abucheo que sufrió en acto del Obelisco de 1983, en el final de la dictadura. Subió a leer una proclama, pero fue resistida por quienes criticaban que, durante el gobierno de facto, hubiera seguido trabajando, y tuvo que retirarse.
“Tengo carácter, puedo enojarme y soy bravísima, pero soy muy sincera, muy íntegra y frontal. No tengo artimaña, no tengo artilugio y no soy capaz de una mala jugada. Yo soy yo, así: esta que ves acá y habla contigo, soy yo”, le dijo hace tres años a El País. Era así, audaz y auténtica.
Reservada en su vida privada, orgullosamente uruguaya, feminista y madre soltera —de la también comunicadora y artista Carmen Morán—, Cristina alternó entre las noticias, la actualidad y el amor por la actuación. Fue reconocida como Ciudadana Ilustre de Montevideo, ganadora en los Premios Florencio y Premio Iris a la trayectoria de Sábado Show.
Hizo ficción en tele (Hogar, dulce hogar; Porque te quiero así), hizo cine (Alelí; Julio, felices por siempre), publicidades y hasta videoclips. Pero sobre todo hizo teatro, una pasión que nunca abandonó: hasta junio, junto a Hugo Giacchino, estuvo en cartel con funciones de la obra La pipa de la paz.
“La primera vez que vi a Cristina yo tenía 17 años. Ella entró a Telecataplum para un sketch, y mira vos, ella hacía de mi madre y se va haciendo de mi madre en La pipa de la paz. Para mí era de la familia”, dijo Giacchino ayer, muy afectado, a El País. “Hablar de Cristina es hablar de una persona íntegra, honorable, honrada, con tanta cantidad de valores, tantas enseñanzas que nos ha dado... La quiero recordar en el camarín con alegría, siempre con una sonrisa, esa boca grande con esa cantidad de dientes y hablando de todo”.
De todo eso estaba hecha “La Morán”: de esa cercanía, de esa enseñanza permanente, de esa lucidez, esa exigencia, esa sonrisa, esa inteligencia, esa ternura y toda esa vocación.
Producción: Nicolás Lauber, Rodrigo Guerra
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