Las historias y la bondad de China Zorrilla recordadas por gente que la quiso mucho

Compartir esta noticia
China Zorrilla

Semblanza

Susana Giménez, Carlos Perciavalle, Andrea Tenuta, Mario Morgan y Lalia Amorim recuerdan anécdotas y gestos de la actriz de quien se cumplen 100 años de su nacimiento

China Zorrilla
China Zorrilla

Hay gente así con esa estrella: la de ser querida por los suyos, respetada profesionalmente y adorada por un público que la siente cerca, una amiga. Pocas de las que hoy conocemos como estrellas podrían alardear de un legado tan cercano a esa triple corona de la popularidad como China Zorrilla.

Mañana, 14 de marzo, se cumplen 100 años de su nacimiento, un acontecimiento de número redondísimo que ha disparado la memoria y el recuerdo de aquellos que la tuvieron cerca, de quienes la quisieron bien, quienes trabajaron con ella o, aquellos que como dice su sobrina, Lalia Amorim, “se sacaron la lotería de tenerla como tía”.

Y también estamos aquellos que nos sacamos la lotería de verla en el teatro, en las películas y en cientos de entrevistas en las que mostraba su cultura, su don de gente y compartía sus historias siempre al borde de lo increíble y a las que, como alguna vez dijo, “las adornaba un poco”, como le recordó a El País, Susana Giménez.

Para celebrar estos 100 y a sabiendas que alguien está vivo cuando lo recuerdan sus amigos, El País charló con cinco personas que la conocieron, la quisieron, se rieron con ella y la extrañan tanto o más que todos nosotros.

Aquí cuentan, en primera persona, sus historias con China: Susana Gimenez; su gran compinche, Carlos Perciavalle; su compañera de elenco en Esperando la carroza, Andrea Tenuta; el director, amigo, compañero de mesa de canasta, Mario Morgan; y su sobrina Lalia Amorim Zorrilla, hija de su hermana Inés.

Susana Gimenez: "China te hacía creer en la bondad"

China Zorrilla
China y Susana

“Todas las anécdotas con China son divertidas. Estábamos en verano viviendo en lo de Perciavalle en Punta del Este y comí algo que me cayó mal, así que me acosté gritando que me moría del dolor. ‘Dejame a mí’, me dijo China y agarró el teléfono. (Imita su voz) ‘Hola, ¿la ambulancia? Necesito que venga un doctor a lo de Perciavalle. Soy la China Zorrilla y Susana Giménez se está muriendo así que vengan rápido’. No sabés la cantidad de médicos que aparecieron. Y la China les decía: ‘Vinieron para ponerle una inyección a Susana y verle el culo’. Nos reíamos tanto.

“Fue una monologuista como no hubo otra. Decía: ‘Yo cuento siempre la verdad y por ahí la adorno un poco’, Era, además, de una cultura increíble: hablaba perfecto tres idiomas y vivió en todos lados: en Paris, Nueva York, Argentina. Era muy graciosa y muy generosa con su familia y con extraños. Por ahí conocía a alguien que necesitaba algo e inmediatamente se lo daba. Yo un poco la retaba: ‘No podés tirar toda la guita así’. Una vez le prestó plata a un taxista porque le empezó a contar que tenía problemas con la casa, una cosa espantosa. Le dijo: ‘yo te voy a dar todo y vos después me lo devolvés’. Casi la matamos por supuesto. Y a los años, el hombre se la devolvió. Increíble: China te hacía creer en la bondad”.

“Era como una hippie genial. Ibas a la casa y había 20 personas y cuando le preguntabas quiénes eran, te decía: ‘Es el plomero que como no había visto mi película se la puse para que la mire’. Jugaba backgammon con Tita Tamames y por ahí había gente leyendo que nadie conocía. Adoraba estar con gente. Cuando jugábamos a la canasta no paraba de hablar y fumar. Le pedía que se callara porque no me podía concentrar: todo lo que decía te hacía morir de risa”.

Mario Morgan: "Disfrutaba mucho el hacer reír"

“Se enojaba muchísimo y muy seguido jugando a la canasta: era una gran jugadora a la que no le gustaba perder. Tenía una memoria como no le vi a nadie para saber las cartas que habían salido. Era capaz de hacer escalera o canasta en la mano ella sola sin ayudar a su compañero. A veces estabas apretado porque no podías bajar las cartas y ella no te ayudaba porque le encantaba, tenía la vanidad que podía hacer ella sola la canasta en su mano. Y ganaba casi siempre. Eso sí, no jugábamos por plata, sino por placer”.

“Los papeles de comedia más queridos por ella eran Fin de semana, El honor no es cosa de mujeres y Una farsa en el castillo. Y aparte de Emily, sus grandes papeles dramáticos fueron Madre coraje, El camino a La Meca y la primera versión de El tobogán de Langsner. Estaba muy orgullosa de saber el tiempo de la comedia, y lo tenía. Sabía el tiempo exacto de dejar caer una frase y el tiempo de una pausa. Eso es innato, no se aprende nunca, lo llevaba adentro. Disfrutaba mucho el hacer reír”.

Carlos Perciavalle: "Ella era como mi hija"

“La primera vez que me la crucé yo iba al liceo Suárez y en literatura nos mandaban al teatro. Fuimos al Solís, a ver Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina, y China entraba por la platea caminando con Walter Vidarte. Yo estaba en un palco bajo, y cuando la vi pasar, me deslumbró. Así que después de la función me fui al camarín de la China, la felicité y la abracé. Ella era tan adorable que me preguntó si no quería ir a la mañana a su casa y así conocer a sus padres. Y así hice. Conocerla fue un momento único en mi vida”.

“No exagero si digo que fue la mujer más buena que he conocido. Nunca la vi albergar un mal sentimiento, ni cosas negativas sobre alguien, a todo le encontraba el lado positivo y era hasta demasiado generosa. Al principio la gente pensaba que yo tenía una relación con China como si fuera mi madre, pero era al revés: ella era como mi hija.

“Vivimos mil historias. Una vez hicimos Canciones para mirar en Washington. La función era en lo de un capo de la CIA, cerca de la embajada argentina y cuando volvíamos en ómnibus a Nueva York -le tenía terror del avión y no se subía por nada del mundo- nos dimos cuenta que no nos habían pagado. ‘No importa, lo pasamos regio’, me dijo. Llegamos a Nueva York y un hombre muy pobre nos pidió limosna para pasar la Navidad, porque era Nochebuena. Ella abrió la cartera y le dio lo que tenía, me preguntó qué tenía, apenas unos centavos, y también se los dio. Le digo: ‘China, ¿cómo vamos a comer esta noche en Navidad?’. ‘No importa, no te preocupes, pero no puedo dejar a ese pobre hombre sin festejar la Nochebuena”. Llegamos a su casa y la llama una amiga muy rica para invitarnos a su casa en Park Avenue a pasar la Navidad. Fuimos y era un palacio en un edificio divino, lleno de gente y todos nos deseamos Feliz Navidad. Al otro día suena el teléfono. ‘¿Cómo que no fuimos?’, la escucho decir. ‘Pero claro, fuimos con Carlitos, lo tengo acá. No me discutas, fuimos a Park Avenue piso 10’, dijo. De repente cambia el tono y dice: ‘ah, piso 11’. Nos habíamos equivocado y pasamos con gente que no conocíamos de la que nos sentimos amigos íntimos.”

Lalia Amorim: "Era irrepetible"

“Tener a China como tía, era como ganarse la lotería, era lo más, una felicidad total. Íbamos a Buenos Aires y era diversión asegurada. Imaginate ir al teatro del brazo de China, después ir a comer, que todo el mundo la parara y con cada uno tenía una charla. Hasta caminar por la calle era divertido con ella”.

“En Navidad, China llegó a vestirse, arreglarse y salir a levantar a la gente en las paradas para llevarlos a sus casas cuando ya no pasaban los ómnibus. Te lo juro. China era de un grado de bondad que hacía esas cosas. Era una mujer extraordinaria y buena, como su padre. Muchas veces le habrán hecho el cuento del tío, porque era mandada a hacer. Era irrepetible”.

Andrea Tenuta: "Es un privilegio uruguayo"

“Conozco a China desde que nací. Es parte de mi familia desde siempre. Mi papá había hecho un espectáculo en Uruguay que se llamaba Androcles y el león de George Bernard Shaw, cuando yo todavía no había nacido. Y ella siempre me decía: la leona, porque era la hija del león de Androcles. Mi papá trabajó muchísimo con China y por eso viví tanto con ella. Hasta veraneábamos juntas con Carlitos Perciavalle”.

“Tenía una visión de la vida y del humor, únicos, y una cultura y alegría de vivir impresionantes. Y era un placer verla actuar con su peluca cuando se transformaba en Elvira en Esperando la carroza. Y en los descansos era fantástico escucharla y comentar, y reírnos a carcajadas. El rodaje quedaba muy lejos, en el barrio de Versalles y como vivíamos cerca, China me pasaba a buscar en su famoso Ford Falcon. Todos los días iba al rodaje con ella desde el Centro, casi una hora, así que imaginate lo que eran esas travesías. La primera vez que quedamos que me pasaba a buscar le dije ‘Pueyrredón y Marcelo T. de Alvear’. Estoy en la esquina y la veo pasar. Al rato vuelve a pasar, se detiene abre la ventanilla y me dice: ‘no existe Pueyrredón y Marcelo T.’. Esa era su excusa. Por suerte logramos encontrarnos y yo me pasaba esos viajes maravillosos con ella, charlando mucho del Uruguay”

“Hablo en presente, porque sigue siendo. Todos tenemos una parte de ella y decimos cosas que ella decía. Siempre aparecen sus historias. Es un monumento, un privilegio uruguayo”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

China Zorrilla

Te puede interesar