Tiene problemas para decir que no, un poco por la necesidad de ser agradecida en un medio de oportunidades escasas, y otro poco porque los límites le cuestan. Lucía Rodríguez lo admite sin disimular el pudor y la resignación. La partida más difícil, dice, se la juega con Mateo, su hijo menor, fruto de su relación con Germán Medina. Para todo lo fácil que se la hizo su primer hijo Felipe (15), tranquilo y bueno, Mateo la desafía, la interpela: con siete años, parece destinado a ser artista. Le gusta tanto la murga que, ahora que su madre no saldrá en la categoría, está enojado y ni siquiera lo oculta.
Tras una temporada extenuante con Asaltantes con Patente, Rodríguez volverá a Los Muchachos, a hacer trinchera en parodismo con sus amigas Leti Cohen y Denise Casaux, con quienes compartió un primer premio en 2023 interpretando a Gilda (el personaje que le valió ser Figura Máxima), y con su pareja Diego Iraola. “Queda todo en familia”, dice sentada en el hall de Canal 12, a minutos de haber cerrado una emisión de Desayunos informales, donde se la ve por estos días.
Rodríguez es así. Madre, figura televisiva sin planteárselo, artista, una mujer tímida cuando el escenario y la cámara no están ahí. Este año condujo el big show Veo cómo cantas, en octubre volverá al teatro con “las colonas” y, mientras con el resto de ese equipo esperan que Cata Ferrand organice el viaje que compartirán en marzo ("nunca me reí tanto como cuando me fui de viaje con ellas, fue como volver a ser mucho más joven de nuevo"), este jueves estrenará Harta, su nuevo unipersonal, que irá todos los jueves de setiembre en Undermovie. De eso, parte de su charla con El País.
—Ya te probaste en todas las categorías del carnaval. Falta comparsa...
—Y completo el álbum.
—¿Te ves?
—Obvio, re. Soy muy aventurera en ese sentido. No sé si tiene que ver con mi personalidad, con mi signo (Aries) o qué, pero me encanta eso que me pasó con la murga, volver a enamorarme de lo desconocido.
—¿Qué te llevaste de la murga, tras este Concurso en Asaltantes con Patente?
—¡Un cansancio! (Se ríe) Amigos, me llevé amigos porque fue un grupo hermoso que me ayudó, casi que me guiaron del brazo porque yo no tenía ni idea de nada, pero sí, cansa mucho, muchísimo. Terminé con acidez, reflujo, cansancio extremo. Es una exigencia muy grande, pero como te digo eso te digo que tienen un público muy efusivo, y la verdad es que la última rueda de Asaltantes con Patente en el Teatro de Verano, lo que viví ahí, con la gente, no lo había visto nunca, es increíble cómo se emocionan. Yo pasé por el Velódromo con todas las categorías, y nunca me recibieron como con la murga.
—¿Te sentís carnavalera o visitante?
—Me siento artista en todo lo que hago. No soy muy fan de esas etiquetas. El carnaval me parece un lugar divino desde el lado del arte y como servicio. Me encanta hacer la recorrida por los barrios. Yo sé que capaz no son las mejores condiciones para actuar, pero el folclore de la lucecita en la calle, la silla playera, la señora, el señor que va con el mate, las tortas fritas, el tupper, me parece divino y necesario, porque es un pedacito de arte que vos llevás a la puerta de la casa de gente que capaz que durante el año no puede pagar una entrada para ir a ver un espectáculo.
—Llevás 15 años de comediante. ¿Por qué el humor fue un camino de ida?
—Porque me da mucha felicidad ver reír a la gente. Eso me pasó. Encontré una sensación en el cuerpo que no la había sentido antes: cuando escuché las primeras risas me dio felicidad a mí. Entonces eso me parece que es lo que busco. Cuando hicimos la gira por el interior me encontraba con gente que me decía: no sabés cuánto hace que no me reía. ¿Cómo, si reír es como lo más lindo que puede haber? Sentir que generás algo en el otro es de lo más bonito que me ha sucedido en el arte.
Sentir que generás algo en el otro es de lo más bonito que me ha sucedido en el arte
—¿Cuál fue tu primer show?
—El humor me llegó de grande, a los 28 o 29, con la maternidad. Hice un curso de stand up con Club de Comedia y ahí hice la muestra en Undermovie, ¡con un miedo! Estuve hasta el último momento diciendo: no, esto no es para mí. Porque yo estaba acostumbrada a que otro me escriba el texto y a actuar con un elenco, nunca sola. Esto es lo más parecido a tirarse en paracaídas, es un reto. Porque incluso hoy me sigue pasando, sobre todo cuando voy a algún evento privado, que la mayoría de la gente no eligió que yo estuviera ahí y yo pienso: ¿por qué no soy peluquera, docente, otra cosa que no tenga tanto riesgo? Porque el stand up no es más que contar cosas de la vida según tu visión, y esperar que la gente se ría. La gente se tiene que reír necesariamente, y si eso no sucede, que me ha pasado muchas veces, la soledad que sentís es absoluta. Me he bajado un montón de veces diciendo: esto no lo hago nunca más.
—¿Cómo se siente hacer reír?
—Nunca me había pasado hasta que salí en revista House, que hacíamos humor, y la primera vez que se rieron fue como, ¡wow!, ¿qué hago con esto? Es muy emocionante, sobre todo en el Teatro Verano que es un lugar donde hay mucha gente. Que se rían con algo que escribiste vos o te pasó es como adrenalínico. Me ha pasado muchas veces de subirme al escenario triste, peleada, enojada, sintiéndome mal, y que la risa me cure.
—¿Qué recordás de las veces en que la risa no estuvo?
—Me acuerdo de una vez que en un teatro del interior, dije, por ejemplo, “¡Buenas noches, Fray Bentos!”, y no me respondió una sola persona, no voló ni una mosca en el teatro. Un silencio brutal, y yo me quedé como... Bueno, esto no va a ser sencillo. Y los eventos empresariales son los más duros. Hemos ido evolucionando, porque yo arranqué a hacer esto hace un montón, y a las mujeres se nos permite decir menos cosas que a los varones, y no es que a mí me parece, porque durante mucho tiempo estos eventos los hacía con Germán (Medina, su ex), entonces primero iba yo y veía las reacciones, “¡qué horrible lo que está diciendo!”, y después venía él, impune para decir lo que se le ocurriera. Lo que resolví es que si las condiciones no están dadas como para que todos pasemos bien, ahí no voy. Yo ya sé que si son 98 hombres y 2 mujeres, lo mejor es que contrates otra cosa.
—Cuando hacés tu propio show, ¿tu público es 90 % mujeres?
—La mayoría, sí. Van varones y me encanta que vayan, obviamente, que se rían, se divierten un montón. Ahora me acordé de un evento: 50 hombres, compañeros de trabajo pero jubilados, que jugaban al fútbol, no sé, yo creí que iban con las parejas y no. Fui a hacer el evento de fin de año y estaban comiendo un asado. Creo que a los 15 minutos le dije: yo los quiero mucho pero me voy a ir, no les voy a cobrar, tomaron una mala decisión al contratarme Porque te das cuenta que, por más que le intenten poner onda, no les interesa lo que tengo para decir. Yo hablo de lo que me pasa a mí con 43 años, no sé: el paso del tiempo, cómo nos ve la sociedad, el trabajo. Por supuesto que no todo el mundo tiene que reírse conmigo, obvio, y no le tiene que gustar a todo el mundo, eso te lo acepto. Después está el machismo con el que crecimos, y eso de que no te permitas reír conmigo porque soy mujer, y ahí es donde tengo el conflicto.
—Estuviste en una suerte de crisis creativa y de ahí salió Harta, el nombre de este espectáculo que estrenás el jueves en Undermovie.
—No sé si salí de la crisis. Me voy a enterar cuando estrene. Pero sí. Estar harta es como una sensación. Ya estoy grande y hay un montón de cosas de las que estoy harta y necesito decirlas porque ya está, ya pasé la mitad de mi vida y ya tengo el currículum de vida como para poder decirlo. El unipersonal va por ese lado. Tengo tres músicos, me doy el gusto de cantar porque voy a hacer lo que se me canta un poco. Y ese es el espíritu de la gente que quiero que venga: busco romper un poco los esquemas, lo políticamente correcto y esa cosa de Instagram de familia feliz.
—Este año condujiste Veo cómo cantas y decidiste salir a contestar las críticas que recibiste por tu ropa o tu aspecto físico, e imagino que Harta también toma de eso.
—Sí, también. Porque no esperé que algo así causara tanta polémica. Y me pareció muy injusto por la gente que trabaja acá, en el canal, que estaba esa cosa despectiva de, “pah, te odian ahí”. No, no me odian, me hicieron la ropa con mucho cariño y capaz que no es lo que te gusta a vos. Si no les gusta ver una panza, es algo de ustedes; a mí no me molesta. Vivimos en una era donde la honestidad está muy bien, ¿pero a qué costo? Tampoco es excusa eso de “porque vos te exponés”. Hay un límite, tiene que haber un límite. No te digo que no lo pienses, pero comentáselo a la persona que tenés al lado. Y si te estoy diciendo que me lastimás, no sigas reforzando, “bueno, aguantate porque vos trabajás de esto”. Además esto es muy democrático, no tienen la obligación de mirar donde estoy yo, es cambiar de canal. Yo soy la primera en reírme de mí, pero a veces siento que en las redes están esperando que aparezca para matarme. ¿Qué necesidad?
—Cuando enfrentás algo así, ¿pensás: “me bajo de la tele, se terminó para mí”?
—Sí, y de las redes también. Hoy en día que hay un montón de cosas que ya no comparto porque no tengo ganas de que opinen de eso. Pero sí, lo he pensado, eso de decir: hago otra cosa. Pero es que esto me gusta mucho. Yo trabajé mucho tiempo en muchas cosas que no me gustaban y fui muy infeliz, entonces cuando encontré algo que me gusta y encontré la vocación, ta. Las que fuimos criadas con Disney creemos que todo es lindo, todo bueno, los sueños, la gente buena, y hay cosas que no van a estar buenas.
—En esto de Disney y los sueños, ¿tenés un pendiente artístico?
—Sí. Capaz que no sirvo, pero me encantaría hacer alguna serie o película. Me gustaría vivir esa experiencia, pero no sé dónde suceden los castings, no me entero. Capaz que también es un círculo más cerrado de gente que ya lo sabe hacer, ¿no? Yo soy una atrevida, no tengo idea de cómo se actúa en una película.
—Eso te trajo hasta acá, ¿no?
—Bueno, sí. Soy una gran atrevida.