ENTREVISTA
La bailarina y actriz estuvo en Montevideo para promocionar la película "La forma del bosque", y sobre su carrera y anhelos, habló con El País
Acaba de estrenarse en cines, La forma de bosque, su nueva película de terror y en la que Uruguay figura como país coproductor. Allí, Magui Bravi interpreta a una entidad oscura que sin descanso perseguirá a la pareja protagonista.
Bravi irrumpió en los medios hace poco más de una década cuando ganó el reality Soñando por bailar que condujo Santiago del Moro. Desde entonces no ha parado de trabajar; estuvo en el Bailando por un sueño, integró el elenco de varias obras de teatro en compañía de figuras como Nazarena Vélez, Carmen Barbieri o Florencia de la V; y desde hace pocos años, está dedicada a su carrera como actriz de cine. En una charla con El País, Bravi habla de su carrera, el proceso para transformarse en esta entidad malvada y la fama.
—Saltaste a la fama en 2011 cuando ganaste el reality Soñando por bailar. ¿Cómo era tu vida en 2010?
-Estaba volando en una aerolínea. Había estudiado baile toda mi vida pero ya no trabajaba como bailarina sino como azafata, igual seguía tomando clases de baile, cualquier ritmo, por hobbie, porque ya me dedicaba a volar. Un día me llama un amigo y me dice: “hay un casting para un reality y si ganás vas al Bailando, tenés que ir”. Fui al casting pensando que estaba todo arreglado, pero quedé y ahora solo podía ganar. Tenía que ganar, porque en la empresa donde trabajaba me dijeron que si pasaba por la televisión no podía volver con ellos. También dejé la Facultad, estaba estudiando filosofía. Dejé todo para meterme en ese mundo loco.
—Ganaste y llegaste al Bailando, donde saliste vicecampeona. ¿Cómo se vive ese circo televisivo?
—Fue increíble. Para alguien que baila desde los cinco años, cuando se abría la pantalla, era la persona más feliz del mundo porque sabés que vas a hacer lo que querés desde toda tu vida. Y yo que vengo del mundo del clásico que es chiquitito y solo te mira la gente que le gusta el ballet, de repente estaba en un programa medía 40 puntos de rating, y si bailaba bachata, todo el mundo que te cruzabas en la calle te decía algo: “me gustó el truco”, o “no te pelees”; era algo increíble. Fue pasar de cero a cien en catapulta.
—¿Cómo se aprende a vivir con esa fama inmediata?
—Me hubiese encantado que alguien me hubiera dicho: “disfrutalo, no te lo tomes personal, reíte de todo, parate con una sonrisa aunque te digan la barbaridad más extrema”. Creo que así lo hubiese vivido de otra manera. En ese momento era muy chica, no tenía a nadie que me diga esto, me recontra enojaba, así que el archivo no me perdona. Sí sabia que cuando Marcelo decía: “a bailar”, me bajaba un ángel y era el mejor momento de mi vida; pero todo lo demás era un mundo donde hacía papelones. Hice lo que pude y lo viví como pude. Nosotros lo dimos todo, pero en la final ya sabíamos que era imposible ganarle a Hernán Piquín y Noelia Pompa. Era como sacarle el título a Messi.
—Después del Bailando hiciste teatro con gente conocida: Florencia de la V, Carlín Calvo, Carmen Barbieri. ¿Cómo es trabajar con esas celebridades?
—Fue aprender de ellos, como una esponja. Así estuve hasta el 2017 que llega el primer papel en cine. Ese fue el quiebre y me dije: “es por acá.” Porque era difícil encontrar dónde quedarme. Me gustaba hacer teatro, pero tenía ganas de hacer cine, pero sin saber cómo pasar a ese mundo chico y cerrado. Mi primer papel fue en una comedia con Darío Lopilatto, después me llamó otro director, y otro y surgieron castings. Todo se dio muy rápido.
—En una década hiciste de todo. ¿Has tomado la dimensión que trabajaste con todos los personajes en teatro y televisión?
—Agradezco mucho y te puedo decir que no paré un segundo, me gusta mucho trabajar. Me tomo pocas vacaciones por año, si me tomo, porque vivo para eso y lo disfruto. Me gusta la adrenalina de trabajar, por eso todavía no he sido mamá.
—¿Ya hay planes de llamar a la cigüeña?
—Tengo ganas, pero me da pánico estar sin trabajar. Aparte, trabajo con mi cuerpo y si bien todo el mundo me dice que puedo trabajar estando embarazada, es pensar si me van a tomar igual. Tiene que aparecer el papel de una embarazada y ver cómo lo hago. Nunca estuve parada, mucho, menos un año entero, pero las ganas están y esa es la contradicción del momento.
—La forma del bosque no es tu primera película de terror, y además tener cara de mala, ¿qué te interesa del género?
—Creo que lo dijiste mejor que nadie, porque siempre me toca hacer de mala. En La forma del bosque me van a ver en un personaje diferente a lo que fue El juego de las cien velas. Lo que me llamó la atención de esta película era la caracterización del personaje, soy la entidad. Me gustó porque era algo que no había explorado antes. No tengo muchas apariciones pero son clave, entonces tienen que estar bien hechas, o no funciona. Fueron días de rodaje súper intensos porque cada una de estas escenas tenían una carga emotiva muy grande. A mí me gusta hacer cine, desde que llega el guion hasta que se termina el rodaje, eso es lo más interesante.
—En una de tus apariciones en la película estas completamente maquillada. ¿Cuánto llevó la transformación?
—Fueron ocho horas de maquillaje. Había que poner un aplique en cada vértebra, mucho maquillaje y llega un momento que decís: “ya está”, pero en ese momento te dicen: “acción”, y te das cuenta que tu trabajo recién arranca. Igual está buenísimo porque ves la magia de la gente que sabe, y acá hay un gran trabajo de efectos visuales y maquillaje.
—Sos una persona que trabaja con su físico, ¿cómo es verse convertida en ese monstruo?
—Ayuda mucho para encontrar el personaje, además, el verte horrible está muy bueno para trabajar el ego. Al estar caracterizada te metés en el personaje y lo das todo.
—¿Costó salir del encasillamiento de ser bailarina?
—Sí, claro. Pasar de ser bailarina a actriz costó; no tanto el hacer teatro porque siempre hay una comedia para el verano en la que está bueno que estés, pero sí costaba que dentro del teatro primero me dieran un papel dramático, y después que me dieran papeles donde no tuviera que bailar. Siempre era la chica llamativa y en algún momento empezaban las luces y el baile. Que empezara a pasar que me dieran otros papeles costó mucho, y después costó que me aceptaran en castings donde no hubiese baile. Empecé a quedar y se fue dando de a poquito. Así hay papeles como este de La forma del bosque que compromete mucho el cuerpo y hay otros que son de texto, como El juego de las cien velas.