Falta una semana para que el Ballet Nacional del Sodre (BNS) estrene el último título del año, La fille mal gardée -una historia de amor entre dos jóvenes a la que se oponen los intereses de sus familiares-, que se hizo por única vez en Uruguay en 1972. Se trata de una producción íntegramente nacional: el diseño de vestuario, la escenografía, la iluminación, todo fue un proceso que sucedió en los talleres del Auditorio Nacional del Sodre.
Hace pocos días los técnicos llevaron la escenografía y las luces al escenario, los bailarines ensayaron por primera vez con el vestuario de la obra. Mientras veía todo eso -cómo un teatro vacío se iba transformando, de a poco, en un cuento, en una fantasía; cómo todas las piezas se iban ajustando y empezaban a funcionar- María Noel Riccetto, directora del BNS, sintió que todo estaba bien. Que las cosas estaban saliendo, que lo que se veía desde el escenario era belleza. Y que, al final, de eso se ha tratado siempre: de regalarle toda esa belleza a las personas que vayan a ver la función.
Después de unos meses duros -tras el comunicado que sacaron los bailarines del BNS pidiendo la renuncia de la dirección artística y ejecutiva de la compañía-, María Noel Riccetto dice que está bien. Que ya dijo lo que tenía que decir y que no va a hablar del tema, que la compañía está ensayando y que lo que ve en escena la pone contenta. Dice: “Quiero siempre la mejor compañía. Y todo lo que hago es en función de eso. En un momento muy difícil me enfoqué en el trabajo y logré cerrar dos años, 2024 y 2025. Logramos, porque yo no trabajo sola. Se sigue para adelante, hay que mirar para adelante”.
Un balance del año, un repaso por sus tres años al frente de la compañía, lo que se viene y su mirada como directora. Sobre eso, esta charla.
—¿Por qué elegiste La fille mal gardée para cerrar este año?
—Porque es un título liviano en el sentido de que no hay drama, es un título que la última y la primera vez que se hizo acá fue en el 72, para mí era algo que teníamos que tener en el repertorio y quería cerrar el año con un título feliz, que también es para niños, es un cuento. Y me parecía lindo terminar el año con un cuento.
—¿Cómo evaluás el año de la compañía y tu trabajo como directora?
—Para mí en lo personal fue un año de mucho crecimiento. Creo que para los bailarines fue un muy buen año, se hicieron muchos títulos interesantes, se trabajó con maestros de afuera muy buenos, coreógrafos, creo que fue un lindo año en lo profesional para ellos. En lo personal fue un año de crecimiento. Yo cierro el año habiendo aprendido muchas cosas. Y me dio mucho poder de observación y de introspección. Pero fue un muy buen año.
—¿Qué cosas aprendiste?
—Creo que aprendí a observar más, a delegar quizás un poco más, aprendí a separar, a escucharme más yo, a tomar decisiones estando más plantada, a darme cuenta de que el rol que tengo viene con cosas muy positivas y otras que no son tanto. Aprendí también a disfrutar más del trabajo.
—Este es tu tercer año al frente de la compañía. ¿Te parece que fue un punto de quiebre para lo que venga a partir de ahora?
—Sí. Creo que siempre he hablado de lo mismo, que tratar todo el tiempo de caerle bien a todo el mundo no siempre se puede. Este ha sido el año en el que realmente me he dado cuenta de que no puedo caerle bien a todo el mundo. Y finalmente estoy como ok con esa idea, tranquila. De alguna manera este año sentí que estaba haciendo el duelo por dejar de bailar, por salir del escenario, de darme cuenta que ya estoy en otro lugar.
—¿Qué querés para los años que siguen en el ballet?
—Quiero hacer de este lugar un lugar bonito para trabajar, o quiero seguir trabajando para eso. Quiero llegar a diferentes objetivos. Tengo objetivos de ballets para los que necesito más nivel y para eso estoy trabajando. Quiero traer títulos que implican conseguir ciertas autorizaciones muy difíciles de obtener y para eso estoy trabajando. Quiero tener una mejor compañía, siempre. La gente que dirigió este lugar antes puso la vara bien alta, yo quiero seguir subiéndola. Tengo mucha claridad en eso. Yo sé lo que es bailar y lo que es bailar bien, porque lo he visto. Quiero eso: seguir subiendo el nivel de la compañía.
—¿Ese siempre ha sido tu objetivo?
—Sí, claro que sí. Pasa que entré en un momento difícil, con una pandemia donde el bailarín en el mundo no la pasó bien, la gente en general no la pasó bien, pero a los bailarines se les vino la noche de un día para el otro, y después hubo que volver, ponerse en forma, empezar de nuevo.
—¿Tuviste que volver a un punto de inicio en el que todos estuviesen bien para empezar a trabajar?
—Sí. Se fue dando naturalmente. Volver de una pandemia no fue de un día para el otro. Pasar de estar meses y meses parados a volver a bailar y estar al cien por ciento costó. Yo sigo insistiendo: para mí la compañía se ve muy bien, hay muy buenos bailarines, hay mucho talento, mucha gente joven con muchísimas ganas de bailar, y yo me enfoco mucho en eso. Y salen cosas divinas. Estoy feliz con el trabajo. ¿Quiero más? Por supuesto.
—¿Cuál ha sido tu impronta como directora, tu mirada?
—Creo que en estos años le he dado mucha preponderancia al cuerpo de baile, mucho más que a los primeros bailarines de repente. Siento que he querido hacer sólida a la compañía desde el cuerpo de baile.
—Se anunció la nueva temporada del ballet, con títulos clásicos como Don Quijote, pero con dos propuestas contemporáneas fuertes, Minus 16, que vuelve, y el coreógrafo brasileño Juliano Nunes con una nueva versión del segundo acto de El Lago de los Cisnes. ¿Te parece importante que una compañía clásica se anime a cosas nuevas?
—El mundo va para ese lado, va hacia un trabajo más neoclásico, contemporáneo. Esta es una compañía clásica y yo a los clásicos por supuesto que los quiero mantener. Pero para un bailarín es muy enriquecedor tener la posibilidad de trabajar con coreógrafos que vengan a trabajar en ti, en tu cuerpo. Hay una gran tendencia de compañías grandes, clásicas, que cada vez están incursionando más porque la gente también quiere ver otras cosas. Yo no sé si el público uruguayo está preparado para ver otra cosa que rompa con el tutú y las zapatillas de puntas, pero es un trabajo que hay que hacer. Es un riesgo, sé que los bailarines lo disfrutan, yo lo disfrutaba cuando me tocaban esas posibilidades, requiere de mucha madurez también, entonces es también como una educación en la compañía, que además enriquece el repertorio.
—¿El ballet también se tiene que revisar un poco?
-Yo creo que los títulos que trascendieron y sobrevivieron tantos años, es porque realmente son obras de arte. Ahora, hay otros que no funcionan tanto. Y cuando eso sucede, se le tiene que dar lugar a cosas nuevas, a coreógrafos nuevos, a creaciones nuevas. Yo no le quiero cambiar la identidad a la compañía, porque yo nací en una compañía clásica y terminé en una compañía clásica, y el ballet es una sumatoria de tantas cosas y es tan completo en tantos sentidos, que hay que mantenerlo. Pero también quiero encontrar ese equilibrio.