Martina Graf: "Nunca me gustó ser modelo, pero era el único rubro en el que podía trabajar siendo menor"

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Martina Graf. Foto: Mathías Álvez

NOTA DE TAPA

Después de dos años en México, donde se formó como actriz en la escuela de TV Azteca, Martina Graf ha regresado a Uruguay más madura y segura. Regresó a la pantalla con Todos contra mí (Teledoce) y debutó en teatro con la comedia Salven al cómico. 

-Formás parte del elenco de la obra Salven al cómico que implica tu debut teatral, ¿cómo lo estás viviendo?

-Feliz. Es una comedia dramática, a la que me invitó a sumarme la directora Virginia Ramos unos días antes de volverme de México. Lo que más me interesa es la actuación y Salven al cómico es una obra muy linda, que se hizo originalmente en Argentina con grandes elencos. Linda y profunda. No solo representa una historia para divertirse sino que toca la fibra emocional. Cuando sos artista, lo que más importa, más allá del trabajo en sí, es que haya alguien del otro lado con una devolución y si es desde la emoción, mejor aún.

-Volviste de México hace pocos meses y ya estás en varios proyectos, ¿esperabas tanta intensidad en el regreso?

-No. Mi idea inicial era llegar a Uruguay a descansar. Venía muy desgastada con horarios infrahumanos entre los estudios y el trabajo en México. De lunes a viernes iba a la escuela y de miércoles a domingo trabajaba en el club de equitación. No tenía día libre. Pero al volver recibí propuestas tan lindas, como la del teatro o Todos contra mí (Teledoce) que no podía dejar de aprovechar. Lo mismo sucede con la invitación para encargarme de la escuela de modelos de Bethel; es un proyecto que me entusiasma mucho.

-¿Qué balance hacés de tus dos años en México?

-Si bien por momentos la pasé muy mal, el balance siempre es positivo. Porque uno lo hace con su forma de ser. Soy una persona positiva y nunca me arrepentí de nada.

-¿Qué fue lo peor de la experiencia?

-Lo peor fue mi salud. Tuve muchos síntomas físicos, desde migrañas, problemas renales, de ovarios, alergias... La adaptación le costó mucho a mi cuerpo. Jamás había ido al médico por nada y todo lo que no fui en Uruguay, fui en México. El hecho de estar sola también me afectaba. Pensé que era más fuerte. Hay que aclarar que no fui a México a la playa, sino al DF, que es una jungla de hormigón, donde empieza la guerra desde que te levantas, con los vecinos, por el tráfico, la polución... con todo.

-Fuiste a formarte en actuación en la escuela de TV Azteca y también trabajaste en ese canal. ¿Qué significó esa oportunidad?

-Fue genial. Llegué y a los pocos meses empecé a trabajar en el noticiero de Azteca en el canal más visto de México. Fue impagable la experiencia porque todo te hace crecer pero llegué a un momento en que me puse firme porque siempre tuve claro a qué fui: a estudiar actuación. Y llegó un momento en que ese trabajo en particular me empezó a exigir mucho. Quería explorar la Martina actriz, no trabajar en el noticiero.

-¿Cuál fue el detonante para tomar la decisión de volver?

-Fue de la mano con terminar mis estudios. La escuela de Azteca es superestricta e intensiva, con horarios de 8:00 a 18:00. Me llevó los mejores recuerdos, pero también esa contrariedad. Voy a cumplir 30 años, era la más grande de la escuela y de pronto querías ir al baño y no te autorizaban. Cuando te ves como adulta en esa situación, es raro.

-¿Nunca manejaste la posibilidad de quedarte en México?

-No. Desde el primer momento supe que no era mi lugar en el mundo. Que mi lugar iba a estar en Uruguay. Al año de estar allá me reencontré con mi actual novio y también eso incidió. Empezamos a proyectar una vida juntos y era más viable que yo me viniera, a que él se fuera para allá. Así que también me encanta decir, más allá de que siempre prioricé mi carrera, esta vez me volví por amor.

-Sebastián Bertralmio, tu novio, es piloto mercante. ¿Cómo manejan la distancia?

-Depende del régimen en el que trabaje, pero es cierto que está mucho tiempo embarcado. Lo extraño. Ahora está en un régimen de 35 días en alta mar y 5 en tierra. De cualquier manera, también yo tengo un trabajo atípico y hacemos un buen match. Soy una mujer superactiva e independiente y tengo un montón de vida. Cuando estamos juntos aprovechamos mucho el tiempo de calidad.

-Fue tu primer novio, ¿cómo se dio el reencuentro?

-Fuimos novios desde los 15 a los 17 años. Después nos separamos por cosas de la vida y 4 días antes de irme a México, yo hice un trabajo para su hermano y él, en broma, me comentó: u201cTengo un hermano para presentarteu201d. De algún modo ahí retomamos el vínculo pero yo tenía muy claro que me iba. Había dejado todo por el proyecto de viajar a formarme como actriz y no lo podía desarmar. Al principio, él viajó. Pero las cosas no se dieron. Más adelante, una vez que tuve las cosas más claras, pude enamorarme y amar.

-¿Te cuesta amar?

-Sí. Siempre he sido muy desapegada por miedo a la pérdida y enamorarse es ponerte en bandeja para que, entre otras cosas, puedan lastimarte. Pero hay que hacerlo y confiar en que el otro no lo va a hacer. Hasta este momento, yo no me había permitido necesitar alguien en mi vida. Quizás Seba estuvo siempre ahí. Yo tuve que trabajar conmigo para permitírmelo. No desacredito las otras relaciones que tuve, pero hoy es el vínculo más puro que he sostenido. El primer año estuvimos separados y fue una virtud. Nos marcó la relación para bien porque era poco el tiempo que podíamos estar juntos, así que no hacíamos peleas por cosas pequeñas.

-¿Cuánto te cambió la personalidad en este tiempo fuera del país?

-Cuando viajás siempre se abren otras perspectivas. Ahora soy más intolerante que antes a eso que tenemos los uruguayos de quejarnos. Agota. Tampoco está bien dejar de hacerlo para no naturalizar cosas negativas. Pero quejarse todo el tiempo... de mañana, de tarde, de noche, en el asado del domingo. Si diéramos algo a la sociedad, sería mucho mejor. Capaz que pudiste poner una botella para juntar tapitas. Si todos hiciéramos un pequeño gesto y fuéramos constantes con él, viviríamos en un Uruguay más amable. No digo que no pasen cosas malas, pero en otros países atraviesan realidades mucho peores y culturalmente viven más livianos sin el deporte del queja.

-A poco de llegar te convocaron para Todos contra mí (Teledoce) ¿Cómo te sentís en la gimnasia de un programa de entretenimientos?

-Todos contra mí es un programa divino, muy diferente a lo que había hecho hasta el momento. El equipo es muy bueno y nos divertimos mucho haciéndolo. Me encantó volver a la pantalla uruguaya en Canal 12. Haberme ido de ahí y volver al mismo canal me llena de orgullo. Es como que se renueva la confianza y me siento en mi casa. Estoy muy contenta.

-¿Luego de la experiencia en México te sentís más segura ante cámaras?

-Sí. En algún punto me sirvió para encontrarme. Tengo 29 años y puedo dar ciertas cosas. Desde los 15 años que trabajo y he ido creciendo. En este momento estoy muy a gusto conmigo y con poder tener versatilidad y acompañar los años con cambios, haciendo diferentes cosas. Siento que soy artista desde muchos punto de vista. Para formarte como actriz hay que revolver mucho en tu interior, matar automatismos y no te queda más remedio que llegar a tu propia hondura.

-También este año asumiste la coordinación de la escuela de modelos de Bethel Spa, ¿qué significa ese desafío?

-El proyecto de la escuela de modelos es supergratificante. Me siento feliz y tranquila y con ganas de dar muchas cosas. Me encanta la docencia, sea en equitación como en modelaje. La escuela de modelaje es una forma de devolver y dar a la sociedad un granito de arena. Porque más allá del componente frívolo de la profesión, que lo tiene, implica contribuir a formar niñas y adolescentes con una mejor autoestima. La brecha generacional con las alumnas no es tan grande. No tengo ni 40 ni 50 años, por lo que se puede dar una relación mucho más cercana.

-¿Cuál es la clave para formar modelos para este tiempo?

-Quizás lo más importante es no encasillar. Las etiquetas ordenan pero limitan. Nadie puede decir en el Uruguay de hoy que es "solo" modelo alta costura o comercial, porque lo que hacés es limitar tu mercado, que de por sí es chico. Hay que unir y no fragmentar. La idea es formar modelos integrales, por un lado y por otro, entender mucho el trampolín de las redes. ¿Cuáles son los puntos fuertes o débiles de esa faceta? Porque todos tenemos malos perfiles, malas voces... Con las redes, hoy la modelo es un producto en su vida diaria. Si lo sabés aprovechar a tu favor, buenísimo. Pero tiene sus riesgos. El pilar fundamental de todo es la aceptación. Siempre pongo de ejemplo mi caso: yo nunca quise ser modelo, no me gusta, ni me va a gustar. Pero aun así, logré muchas cosas.

-¿Tu ingreso al mundo del modelaje fue como plataforma hacia otras cosas?

-Sí. Soy modelo porque era el único trabajo que podía tener siendo menor. Abrí el diario y al lado de los avisos de trabajo de prostitución estaba el de una agencia de modelos. Necesitaba trabajar y fue la salida que encontré a los 15 años. No tuve la suerte de quedar en el primer casting, ni en el segundo. Fueron meses y meses de recibir "no" y "no". Me costaba pararme en cámara, hablar o salir en fotos, Al principio todas las cosas me cuestan, pero soy buena para identificar mis falencias y perseverante para trabajarlas y mejorar.

-¿Cuáles son tus planes a futuro?

-Mi plan es estar acá, en este hemisferio por lo menos. Tengo ganas de moverme en Argentina. Lo otro tiene que ver con la escritura. Desde siempre me gustó y he estado haciendo cosas en Instagram. Siento que tengo que darle otra forma para que llegue a otras personas y para sentirme que estoy creando. Pero me gusta mucho y es muy sanador.

-A pesar de eso, no estás muy activa en redes últimamente....

-Es verdad. Las tengo un poco abandonadas. No soy adicta del celular y soy un poco anti, te diría. Pero al darme cuenta de que soy así, cuando posteo me esmero y le pongo cariño. Las redes son una forma de trabajo y de comunicarse fabulosa. Usadas inteligentemente podés afectar positivamente a la gente. Pero desde que llegué, entre que no he tenido tiempo y que me robaron dos veces... y en una de ellas el celular, donde tenía muchas cosas.

-¿Material prohibido?

-No, no. (risas) Eso no. Pero sí cantidad de información y fotos. Además, me cambiaron las contraseñas y me costó recuperar las cuentas. Pero bueno, son cosas que le pasan a todos. Fue raro porque vengo de dos años en México, donde no me pasó nada. Y aquí llegué y en dos meses me robaron dos veces.

-Twitter lo dejaste de usar...

-Me agotó la agresividad del Twitter y el estar pendiente de lo que dicen. Lo sigo usando como para compartir cosas, pero casi no entro. Hay gente que es muy agresiva porque no tiene mucha cosas para hacer. Yo no tengo tiempo, mucho menos para hacer un comentario negativo. No se me ocurriría. Estoy mucho más tranquila sin Twitter. Que las cosas que haya sean para sumar. Haters vamos a tener todos siempre pero yo estoy muy bien conmigo en este momento y me siento consolidada.

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