Redacción El País
El periodismo y la literatura uruguaya nacional despiden hoy a César di Candia, uno de los más grandes entrevistadores que dio Uruguay. Di Candia falleció a los 95 años y deja una veintena de libros y un sinfín de entrevistas imborrables que lo convirtieron en una referencia absoluta del oficio.
Nacido en Florida y socio vitalicio de Defensor Sporting, dedicó su vida a la escritura. Ingresó al diario El País en 1954 y luego de su paso por otros medios, regresó en 1999 para publicar investigaciones semanales. Se quedó hasta su retiro, una decisión que nunca implicó dejar de escribir.
Amigo de Zelmar Michelini, a quien definía como "la piedra angular" de su vida, dejó El País para seguirlo a él y asumir el rol de secretario de redacción en el semanario y luego diario Hechos. Trabajó en La Mañana y Ya, colaboró con El Dedo y Guambia y luego ingresó a Búsqueda, donde publicó entrevistas célebres durante 11 años. Fue luego de esa experiencia que regresó a El País.
A lo largo de una trayectoria brillante y de un camino que lo llevó a ser socio de un barco pesquero, a tener una librería y a integrar la Lista 99 con Michelini y luego con Hugo Batalla, también dirigió la revista de humor Lunes y aportó a medios como Repórter y Marcha. En 2019 recibió el premio Bartolomé Hidalgo a la Trayectoria.

Di Candia firmó decenas libros, varios de ellos de periodismo. Autor de la editorial Fin de Siglo, en su obra están Ni muerte ni derrota (1987, reeditado en 2006), El viento nuestro de cada día (1989), Los años del odio (1993), La generación encorsetada (1994), el recopilatorio Grandes entrevistas uruguayas (2000), Sólo cuando sucumba (2003) y Tiempos de tolerancia, tiempos de ira (2005). En 2012, Oficio de periodista, un libro que reveló el otro lado de algunas de sus historias, le valió un Bartolomé Hidalgo.
En ficción destacan El país del deja, deja (1996), Resucitar no es gran cosa (1997) y Concierto para doble discurso y orquesta (2003), así como los cuentos Olor a mar (2011). Su último libro es de 2022: Los pobres no van al paraíso, una novela sobre la búsqueda de un hermano en La Paloma, su lugar en el mundo y el balneario que convirtió en refugio personal.
"¿Cómo me hice periodista? Muy fácil. Como todos en aquella época. Había que tener ganas, vocación o inquietud por escribir. En la escuela hacía diaritos o revistitas. Mandaba colaboraciones a todas las revistas que había. Un día, cuando decidí dejar de estudiar Derecho, Daniel Scheck, que era compañero de clase, me arrimó a El País", contó en 2012 a Revista Domingo del diario El País. Entonces tenía 20 años.
Sus restos serán velados hoy de 15.00 a 20.00 en Martinelli. La editorial Fin de Siglo lo despidió hoy como un amigo y un "maestro de periodistas".
Di Candia y el oficio del periodista
"Hay que describir y no opinar porque el lector debe sacar sus conclusiones”, dijo Di Candia en 2016 en una charla para estudiantes de periodismo en la universidad ORT. “Creo que un periodista debe saber limitarse, porque lo que se escribe es muy peligroso: es muy peligroso para el país y para las autoridades".
Nunca llevaba escritas las preguntas de sus entrevistas, y creía en la conversación como la clave para llegar a lo que estaba buscando. "Diez, 15 minutos de charla de pavadas, estupideces, cosa de romper el hielo, porque el entrevistado siempre está desconfiando. Luego, hablar de bueyes perdidos, ir llevando la cosa hasta preguntarle lo que querés preguntar. Tampoco se puede preguntar de golpe, porque el entrevistado te saca a patadas", le dijo a Revista Domingo en 2016.

Ese fue el camino lo llevó a conseguir por primera vez la confesión de un general —Hugo Medina, el último comandante en jefe de la dictadura— de que se habían cometido torturas. Le llevó tres horas llegar a este final de la entrevista:
—¿Apremiar fue un error?
—No.
—¿Usted alguna vez dio orden de apremiar a un prisionero?
—Di.
En 2019, tras recibir el Bartolomé Hidalgo a la Trayectoria, le dijo a Búsqueda que tenía problemas de movilidad y reuma en las manos, pero que estaba "perfecto" de la cabeza. También declaró que del periodismo "hay que escaparse a tiempo", y habló de la muerte: "En La Paloma tengo el lugar donde quiero que tiren mis cenizas. Ya se lo dije a mis hijos y lo marqué con un palo. Es en el terreno de mi casa, al fondo, donde hay unas hortensias. A veces pienso que no puedo transformar mi casa en un cementerio, que mejor hacerlo en la playa. Pero se lo digo a mis hijos para que no vendan nunca la casa. Cómo van a vender las cenizas de papá. Me quedo mil veces con el silencio casi total, lejos de Montevideo, el ruido de las olas, el zumbar de los mangangás amarillos, el olor salobre del mar y el volar de la golondrinas. He sido capturado por la simpleza. En buena hora".