Murió la cantante irlandesa Sinead O'Connor, intérprete de "Nothing Compares 2 U" y "Troy"; tenía 56 años

La intérprete de clásicos como "Nothing Compares 2 U", "Drink Before the War" y "The Emperor's New Clothes" falleció este miércoles a los 56 años.

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Sinéad O'Connor. Foto: AFP
Sinéad O'Connor.
Foto: AFP.

Sinéad O’Connor, una de las artistas más distintivas y controvertidas de las últimas décadas, falleció este miércoles a los 56 años. El deceso de la cantante de clásicos como “Nothing Compares 2 U” y “Drink Before the War” ocurrió meses después del suicidio de su hijo de 17 años, Shane O’Connor, que fue encontrado sin vida en enero de 2022.

“Con gran tristeza anunciamos el fallecimiento de nuestra querida Sinead”, anunció su familia en un comunicado emitido en la televisión pública de Irlanda, su país natal. “Su familia y amigos están devastados y piden privacidad en este momento tan difícil”.

Hace apenas dos semanas, la cantante había publicado en su cuenta de Twitter que había vuelto a vivir en Londres luego de 23 años, y reveló que tenía numerosos planes para el futuro. Estaba terminando el disco que sucedería a I’m Not Bossy, I’m the Boss, de 2014, y pensaba editarlo a inicios del año que viene. A su vez, reveló que planeaba girar por Australia y Nueva Zelanda a finales de 2024 y que llegaría a Europa, Estados Unidos y otros países a partir de 2025. Días después, publicó un video desde su hogar en el que se la veía entusiasmada mientras mostraba su nueva guitarra, con la que esperaba escribir varias canciones.

Esas imágenes transmitían calma a sus seguidores, quienes estaban preocupados por su salud tras el dolor por el reciente suicidio de su hijo. En enero y a través de su cuenta de Instagram, había revelado que su hijo se había ahorcado y culpó al Estado irlandés de su muerte, ya que el adolescente estaba internado en un hospital, para asegurarse de que permaneciera vigilado y cuidado, pero logró escaparse. “Identifiqué formalmente los restos de mi hijo, Shane. Que Dios perdone al Estado irlandés porque yo nunca lo haré”, escribió.

Y, lamentablemente, el dolor fue una constante en su vida. Lo confesó en numerosas entrevistas y lo reflejó en Remembranzas: escenas de una vida complicada, sus memorias de 2021. Allí desgranó los pormenores de su tempestuosa infancia en la que sufrió numerosos abusos “sexuales, físicos, psicológicos, espirituales, emocionales y verbales”.

En su adolescencia padeció cleptomanía y, luego de haber sido detenida en varias ocasiones, terminó internada en un reformatorio gestionado por la Iglesia católica, donde una monja la animó a cultivar su pasión por la música y le compró una guitarra. “La música me salvó la vida”, reconoció en 2013. “Era o la prisión o la música. Tuve suerte”.

Así empezó a cantar en las calles y en pubs de Dublin, y a los 15 años tuvo su primera gran oportunidad. Mientras interpretaba “Evergreen”, de Barbra Streisand, en una boda, el baterista Paul Byrne, de la banda In Tua Nua, y la invitó a componer y grabar en “Take My Hand”, de 1984. En ese momento, además, se ganaba la vida repartiendo telegramas cantados, pero cuando conoció a The Edge —el guitarrista de U2— la música pasó a ser su oficio definitivo. Con él grabó “Heroine”, el tema principal de la película Captive (1986) y empezó a trabajar en el que sería su álbum debut.

Sin embargo, el proyecto quedó en suspenso luego de que su productor le reclamara que las canciones eran “demasiado celtas”. Así que, junto a Kevin Moloney, tomó las riendas de su disco y se sumergió en lo que sería Lion and the Cobra (1987), el álbum que incluía clásicos como “Mandinka”, “Drink Before the War” y “Troy”. En ese proceso también nació su característico look. Todo inició cuando los ejecutivos de Chrysalis Records le pidieron que “feminizara” su aspecto. “Me invitaron a almorzar y me dijeron que les gustaría verme con faldas cortas y botas, y que me dejara crecer el pelo”, narró en 2014. Ella prefirió raparse. “Él no quería hacerlo, estaba casi llorando. Pero yo estaba encantada”, aseguró.

Lion and the Cobra fue un éxito: vendió 2,5 millones de copias en el mundo, fue disco de oro en Estados Unidos y le valió una nominación al Grammy como mejor interpretación vocal femenina de rock. La fama mundial llegaría después, en 1990, con I Do Not Want What I Haven’t Got. el álbum más popular de su carrera, que incluyó el hit “Nothing Compares 2 U”, compuesto por Prince. Vendió siete millones de copias en todo el mundo, recibió el elogio de la crítica especializada y fue nominado a cuatro Grammys. Sin embargo, el éxito fue asfixiante. “Los medios me hacían pasar por loca porque no actuaba como se suponía que debía actuar una estrella del pop”, comentó. “Me parece que ser una estrella del pop es estar en una especie de prisión. Siempre tenés que ser una buena chica”.

En 1992 su carrera recibió un golpe letal luego de que rompiera una fotografía del Papa Juan Pablo II mientras cantaba, a capella, una versión de “War”, de Bob Marley. Ocurrió en Saturady Night Live y era una protesta por los abusos sexuales de sacerdotes de la Iglesia católica; cambió la palabra “racismo” de la letra original por “abuso de menores”. Mientras rompía la foto del Papa, la cantante miraba fijo a cámara y repetía la palabra maldad. Cuando terminó, dijo “lucha contra el verdadero enemigo” y lanzó los pedazos de foto hacia la cámara.

“No lamento haberlo hecho. Fue brillante. Pero muy traumático”, le dijo años después a The New York Times. “Abrió a la puerta a que me trataran como una loca”. Poco después de esa presentación, O’Connor apareció en un concierto tributo a Bob Dylan, y la multitud la abucheó con tanta furia que apenas pudo cantar. Fue condenada por la Liga Antidifamación y hasta la Coalición Nacional de Organizaciones Étnicas alquiló a una aplanadora para aplastar cientos de sus álbumes.

Años después, en 2003, a O’Connor se le diagnosticó trastorno bipolar. En 2016, publicó una serie de mensajes en su página de Facebook que causaron alarma a la Policía de Dublín, ya que amenazaba con quitarse la vida. Cuando llegó a la Policía a su casa la encontró en buen estado físico, aunque la dejaron en manos de médicos. Ese año hubo publicó otro mensaje relacionado con un posible suicidio, y a él se sumó su desaparición durante días, con lo cual aumentó la alarma.

En 2018 se convirtió al islam y se cambió el nombre a Shuhada’ Sadaqat. Volvió a los escenarios en 2019 luego de cinco años de ausencia y cantó “Rainy Night in Soho” en la televisión irlandesa. Vestida con un hijab, reveló su nueva identidad y salió de gira por Europa y Estados Unidos. Planeaba repetir la hazaña en 2022 pero el suicidio de su hijo la obligó, “por su propia salud y bienestar”, a cancelar los planes.

Su última publicación en Twitter fue la canción “Chenrezi” que acompañó del siguiente mensaje: “Para todas las madres de niños suicidas. Gran mantra tibetano de compasión”. Ayer, apenas se conoció la noticia de la muerte de Sinéad O’Connor, las redes se llenaron de dolorosas despedidas a la artista. Entre las miles de dedicatorias, la del músico Tim Burgess resume lo que muchos sintieron tras enterarse de su fallecimiento: “Espero que haya encontrado la paz”.

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