Níquel en La Trastienda: su primer disco en 23 años, el recuerdo de Wilson Negreyra y el rock como emblema

En la previa de su show del 25 de mayo en La Trastienda, la banda encabezada por Jorge Nasser dialogó con El País para repasar su vuelta y su nuevo disco.

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Níquel.
Foto: Leonardo Mainé.

Por Rodrigo Guerra
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Para entender lo que representa la vuelta de Níquel alcanza con repasar un fragmento del concierto en el Teatro Solís. El video, filmado el año pasado y publicado en el canal de YouTube de la banda, captura a la perfección la sincronía del grupo.

En una pausa entre canciones, Jorge Nasser está cambiando de guitarra cuando irrumpe un pedido del público. “¡Misa!”, exclama una mujer que quiere escuchar aquella joya blusera del disco Prueba viviente (1999). Se escuchan varias risas, pero Nasser se lo toma en serio. Rastrea lo acordes en su instrumento y se lanza: “Los domingos voy a misa, y le pregunto a Dios por qué...”.

La escena podría haber terminado ahí, pero sus compañeros toman la posta. Se ríen, se miran con atención y se complementan para lograr —con un solo de guitarra de Gonzalo De Lizarza incluido— el mejor momento de esa noche. “No estaba, pero bueno... apareció, como tantas cosas”, dice, casi al pasar, Nasser.

A casi un año de aquel momento, cinco de los seis músicos —el baterista Roberto Rodino faltó con aviso— vuelven a reírse mientras lo recuerdan. “Ensayamos 60 canciones y esa nunca la habíamos tocado”, asegura el tecladista Pablo Gómez. “Pero ahí te encomendás al Wil y ponés piloto automático”, completa el guitarrista Daniel González.

Se refiere aWilson Negreyra, el histórico el percusionista y corista de la banda, que falleció en febrero del año pasado. “Él era mi guardaespaldas musical, y a veces miro para atrás cuando estoy tocando y siento que me está cuidado”, comenta De Lizarza, que creció escuchando a Níquel y ahora se encarga de los solos de la banda.

Además de la improvisación de “Misa”, el show del Teatro Solís fue sumamente especial para los miembros de Níquel. Fue el inicio de un nuevo camino en su historia. “Ese fue el primer show donde sabíamos que no iba a estar y donde cambiamos un poco la formación”, relata Nasser. “La banda tiene una vida interna que es fuertísima y apasionante”.

Pero, como dice el bajista Enrique Sosa, “las canciones son el hilo conductor y lo que te hace sobrellevar todo lo demás”. En diciembre publicaron Paz y Swing, su primer disco de estudio en 23 años, cuyo título homenajea a uno de los principales lemas de Negreyra. “No había otra lectura ni una palabra que agregar”, dice De Lizarza sobre la decisión.

Mientras dialogan con El País en la Sociedad Urbana Villa Dolores, explican que hay una continuidad entre Paz y Swing y Prueba Viviente. “No es que pasaron 20 años y ta”, aclara Nasser. “Conecta perfectamente con los tópicos sonoros de la banda”.

El ejemplo más claro es “Súcubo”, una canción con tintes de soul-rock rabioso que cuenta con la participación de Christian Cary. “Cuando grabamos Prueba viviente dejamos a un par de temas afuera, como ‘Súcubo’. Hace tiempo encontré unas cintas con ese tema y fue todo un periplo lograr que arreglaran la máquina para reproducirlo”, relata Sosa. “Finalmente las recuperamos y una parte del tema tiene los bajos y baterías de esas cintas”.

El otro rescate de aquella época fue “Sprint”, un rock sucio, rebelde y de impulso amenazante y casi festivo que suena como la unión entre “Mr. Jones”, de Sui Generis, y la versión de “Bad Boy” con la que Los Beatles inmortalizaron la letra de Larry Williams. “El disco está lleno de homenajes al rock clásico”, define Nasser.

Níquel, que inició su carrera a mediados de los ochenta con un sonido cercano al new-wave, desarrolló su interés por el rock clásico en Gusano loco (1989) y luego grabó grandes discos como Gargoland (1990), Buena Caballo! (1993) y Amo este lugar (1994). Uno de sus sellos distintivos, además de los riffs llenos de energía y los estribillos pegadizos de Nasser, es su interés por hacer arreglos a tres voces. “Eso es algo que siempre distinguió a Níquel en el medio musical”, dice González. Y Paz y Swing tiene unos cuantos ejemplos: “Miss Betty”, “Sueños” y “Lenguas”.

Esta última marcó la vuelta definitiva de la banda a la escena. Se reencontraron en 2019 con un breve y sorpresivo set en la presentación de Llegar, armar, tocar, el último disco solista de Nasser; ofrecieron dos fechas en el Auditorio Nacional del Sodre, donde grabaron un disco en vivo; y se prepararon para reactivar la máquina de composición. Y “Lenguas” era una de sus pruebas más importantes.

“Ese tema fue una bendición”, dice el cantante. “Ya teníamos ‘Sueño’, que es un estilo más stone, pero no podíamos salir con esa canción porque hubiera sido una respuesta muy rápida; queríamos aparecer por otro lado. Tenés que estar medio iniciado en el rock para entender los guiños de la canción”, asegura sobre el tema de pulso beatle y guitarras saturadas.

Ahora que Níquel volvió a las canchas, el grupo se sorprende por el interés de nuevas generaciones. De Lizarza, por ejemplo, da clases de guitarra y comenta que en los últimos días dos de sus alumnos l pidieron que les enseñara a tocar “Sueños”, el segundo adelanto de Paz y Swing. “Eso te motiva porque se nota que hay un recambio generacional. En los shows hay más gente joven y barritas que se empiezan a armar para venir a vernos”.

“Y vienen por otro lado”, completa Nasser. “En su momento, había gente que venía a vernos porque estábamos de moda y no entendías bien qué hacían ahí, pero el público de ahora viene por la música. Tienen mucha data”, señala.

Ahora que el interés va mucho más allá de la moda, la banda se permite mayores libertades al momento de idear sus recitales. “Níquel es mucho más que ‘Candombe de la Aduana’, ‘Amo este lugar’ y ‘No tengo timón’”, asegura Nasser. Enseguida, Gómez toma la posta: “Hay un montón de lados B que son temazos también”. Es por eso que en su show del Teatro Solís se dieron espacio para desempolvar joyas como “Milonga Hey”, “Mirá” y “Otro juego”.

El jueves 25 llegarán a La Trastienda para presentar Paz y Swing y celebrar este nuevo impulso (entradas en Abitab, de 800 a 1000 pesos). “Vamos a tocar sin ningún tipo de tensión”, adelanta Sosa. “Lo que mejor nos sale es tocar con soltura, y eso es lo que queremos lograr”. Nasser, por su parte, dice: “Estamos más cómodos en un ambiente de club y se entiende más lo que hacemos porque le damos más bola al contenido que a la misa de lo que representa un show”.

Además de este recital, el grupo tiene unos cuantos planes prometedores para el futuro. Quieren editar Paz y Swing en vinilo —es más, idearon el álbum pensando en una cara A y B—, fueron parte de la versión uruguaya de Encuentro en el estudio y viajaron a Buenos Aires para grabar canciones.

Níquel atraviesa uno de sus mejores momentos.

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