Perfil
La actriz de "Gambito de dama" está en algunos de los grandes proyectos que el cine tiene en la vuelta incluyendo una de vikingos con Nicole Kidman
Anya Taylor-Joy publicó hace unas semanas un video en Instagram durante un viaje en auto, con el pelo húmedo, la cara manchada de tierra y una sonrisa radiante mientras reía y anunciaba, con una pizca de asombro: “Vaya... hoy fue un día muy bueno”.
Sobre el video, Taylor-Joy dice: “Ese es genuinamente mi lugar más feliz”, y por “lugar más feliz” no se refiere a Islandia, donde se grabó el video en el que regresaba a casa después de un día de trabajo en la película de Robert Eggers, la epopeya vikinga The Northman, ni tampoco se refiere necesariamente a un set, aunque proclamará una y otra vez que se siente más en casa trabajando que en su hogar o en cualquier otro lugar.
En concreto, lo que Taylor-Joy quiere comunicar es que el lugar que más feliz la hace en el mundo es un plató de cine en el que está cubierta de suciedad y, con un poco de suerte, de sangre falsa, y en el que alguien la desafía a hacer algo que es físicamente difícil para que pueda despertar su espíritu competitivo y ver cuánto puede aguantar. Y ese día en particular en Islandia cumplió todos esos requisitos, con el añadido de poder nadar en el gélido Atlántico Norte.
Si esto va en contra de la imagen que tienes de Taylor-Joy por haberla visto con todos esos elegantes abrigos, poleras y faldas plisadas en Gambito de dama o los perfectos trajes de Emma, entonces solo la conoces por su trabajo, que es lo único por lo que quiere ser conocida. Así que está bien. Pero ella es una joven a la que le gusta ensuciarse.
Pero, por si aún se necesita confirmarlo, Nicole Kidman cuenta la primera vez que conoció a Taylor-Joy, solo que al principio no podía creer que fuera ella porque, recién llegada al remoto plató de The Northman en la cima de una montaña en Irlanda del Norte, vio a muchacha blanca como un fantasma, vestida de vikinga, sin maquillaje, de pie entre cientos de extras temblorosos.
“Pensé: ‘¿Quién es esa chica?’”, recuerda Kidman. “Luego eché otro vistazo y me dije: ‘¡Ah, esa es Anya! Está cubierta de barro, casi sin nada puesto, hace un frío tremendo y el viento azota todo, y fue como conocer a un espíritu afín. ¡Ese es mi tipo de chica!’”.
Ahora mismo, Taylor-Joy, de 25 años, parece ser el tipo de chica de todos. Su agenda está repleta durante los próximos dos años y medio, comenzando pronto con The Menu, una comedia negra ambientada en el mundo de la cultura culinaria exótica dirigida por Mark Mylod (el de Succession). Después de eso, se reunirá con el guionista y director de Gambito de dama, Scott Frank, para el filme de suspenso Laughter in the Dark, y con Eggers de nuevo en una nueva versión de Nosferatu, la colaboración más reciente en una parecería que comenzó con su primera “película real”, la inquietante La bruja. Furiosa, la precuela de George Miller de Mad Max: Furia en el camino, en la que también está se postergó para 2024.
“Todos mis amigos me dicen siempre: ‘¡¿Qué estás haciendo?! Tómate... un... descanso’”, cuenta Taylor-Joy. “Pero los papeles son demasiado buenos. No sería capaz de no aceptar. No lo soportaría. Prefiero lanzarme y hacerlo lo mejor posible”.
“Mi tercera película fue Fragmentado, de M. Night Shyamalan, y nos hicimos muy amigos”, relata Taylor-Joy. “Y recuerdo que un día me preguntó: ‘¿Estás corriendo hacia algo o huyendo de algo? ¿De qué se trata?’. Creo que estoy corriendo hacia algo. Hubo un momento, cuando tenía 19 o 20 años, en el que me sentí muy confundida porque había volcado tanta de mi energía en los personajes que ya no sabía quién era. Pero durante la pandemia, he descubierto que me gusta sentirme útil. Ya no siento que esté abandonando tanto mi identidad”.
Donde Taylor-Joy se siente más útil es en el plató, donde asume con naturalidad el papel de cuidadora y defensora. En The Northman, asumió el trabajo no oficial de “animadora fría”, pues llegaba al llamado todos los días y proclamaba: “¿No es esto increíble? Sé que llevamos horas en el océano y hace tanto frío que todos queremos llorar. ¡Pero estamos haciendo arte!”. (“Me sorprende que alguien no me haya tirado al suelo en un momento dado”, admite Taylor-Joy, riendo).
Taylor-Joy, que habla un español porteño y siente Buenos Aires como su ciudad ya que vivió allí su infancia y adolescencia, ha pasado los últimos meses viviendo en Los Ángeles, un lugar en el que nunca se había sentido cómoda. Pero ahora, tras explorar los cañones, dice que ha encontrado su rinconcito, un lugar con el que “puede conectar, plantar algo que crezca y dé frutos, si eso tiene sentido”. Una noche, mientras conducía a casa tras el rodaje de la película sin título de Russell a principios de este año, y escuchaba buena música -pudo haber sido Florence and the Machine o Kate Bush o Elliott Smith- sintió que volvía a casa, un sentimiento muy distinto de cuando llegó a la ciudad por primera vez a los 18 años y, llena de ansiedad, se quedó encerrada en su habitación de hotel.
“Me gustan mucho las letras”, dice. “Mi música favorita es la que te hace pensar. Reflexiono mucho sobre eso, y ese suele ser el aspecto que me hace sentir mejor. Es la liberación catártica cuando miras una canción y un poema, y dices: ‘Ah, así era esa situación’. No es esa nube amorfa que intento comprender”.
Uno de sus diarios, el que Taylor-Joy estuvo escribiendo durante el rodaje de la película de Russell (ha jurado guardar el secreto) contiene las largas uñas acrílicas rojas que llevaba en la película (“suena asqueroso, y no me importa”, afirma). Taylor-Joy guarda un recuerdo de cada personaje que interpreta. De “Gambito de dama” tiene un sombrero, un par de pares de zapatos y unos pantalones realmente estupendos que puede usar en su día a día.
“Definitivamente estoy corriendo... No tengo la idea errónea de que estoy dando un paseo tranquilo por ningún sitio”, dice. “Para nada. Yo estoy corriendo. Es un esfuerzo concertado. Pero me hace sentir plena. Me hace muy feliz. Y me siento tan afortunada que me despierto a las cuatro de la mañana y pienso: ‘¡Hoy tengo la oportunidad de hacer esto!’”. Luego se va a trabajar. Y llega a casa.