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¿Por qué Natalia Oreiro y su familia hacen a mano el arbolito de Navidad? La conmovedora historia

La uruguaya, Ricardo Mollo y su hijo Merlín Atahualpa tienen la tradición de hacer un arbolito navideño artesanal, por algo que ocurrió en el Cerro.

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Natalia Oreiro
Ricardo Mollo, Atahualpa y Natalia Oreiro de vacaciones.
Foto: Instagram @nataliaoreirosoy

Pasó la Navidad y los famosos mostraron, en sus redes sociales, cómo la vivieron. Eso incluyó a Natalia Oreiro, que además de publicar un álbum de fotos de vestido rojo y al que tituló "Mamá Noel", volvió a dar cuenta de una tierna tradición familiar.

Es que en casa de Oreiro y Ricardo Mollo, hace ya varios años que el arbolito de Navidad no es comprado ni ostentoso, sino artesanal. La pareja, junto a su hijo Merlín Atahualpa, encaran cada diciembre la empresa de crear desde cero un pino navideño, que decoran en conjunto y con mucho cariño.

Este año, al igual que en 2022, los Mollo Oreiro optaron por pintar un árbol sobre un ventanal de vidrio. En 2020, la artesanía había sido de cartón, y por chirimbolos habían utilizado los origami que Atahualpa había hecho en las clases que toma.

El origen de esta tradición tiene que ver con una anécdota de la infancia de Oreiro, un hecho que le ocurrió en el Cerro cuando era una niña humilde y sintió la discriminación de otras niñas de su edad.

"Acabábamos de llegar de España, vivíamos en la casa de mi abuela sobre la calle Ecuador y no teníamos para un arbolito de Navidad; era 24 y yo tenía 8 años", contó Oreiro en 2020 en entrevista con El País. "Entonces me fui al galpón en el que solía jugar mucho sola, ese galponcito de puerta verde que se en el documental (Nasha Natasha), agarré un paraguas viejo de mi abuelo, lo planté en una maceta y lo empecé a cortar como si fueran flecos, para hacer un pino. Y en ese momento pasa una vecina, tendría 12 años, y me pregunta qué estaba haciendo y yo le dije: 'un arbolito de Navidad'. Entonces ella me dijo algo que no entendí, pero le intuí la energía: 'Aunque el mono se vista de seda, mono se queda'. Y yo que no entendía eso del mono, sí me di cuenta que lo que me estaba diciendo era que eso no era un arbolito. Entonces yo seguí adelante y cuando terminé de cortar me fui casa por casa en el barrio, a pedir si no me regalaban un chirimbolo de su arbolito, para armar mi arbolito. Y obviamente todos los vecinos me regalaron. Y el 24 a la noche puse el arbolito en la esquina del comedor de la casa de mi abuela, y no había nadie que no viera allí un arbolito".

"Eso fue discriminación; ese es el prejuicio de la gente, de subestimar al otro por sus capacidades, por su condición o su género", remató Oreiro entonces.

Desde que la uruguaya le contó esta historia a su hijo, se generó un ritual propio: el de crear a mano un arbolito navideño, con más valor emocional que cualquier otro.

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